Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

La dama del armiño.

Fin, KO Knaugard, p. 586

Compré un cartel de ese cuadro en un viaje a Italia con Espen hace más de diez años, cuelga ahora en el salón y no me canso de mirarlo. El motivo es sencillo, una joven tiene apretado un armiño contra el pecho, el animal mira en la misma dirección que ella, hacia la derecha, ella tiene una mano en su lomo. El cuadro es inquietante. Por qué, no lo sé, el fondo es completamente negro, no hay nada más que esa mujer y ese animal, y tal vez lo inquietante esté en haberlos unido. El rostro de la mujer está más definido que casi todos los demás rostros de mujer de Leonardo, y la mano que reposa sobre el lomo del animal es flaca y huesuda, y algo desproporcionada en relación con lo que vemos del resto de su cuerpo, un poco demasiado grande, y aunque puede ser que la modelo tuviera realmente unas manos tan grandes, atraen la mirada de tal modo que esa mano, junto con la cabeza del armiño, constituye el centro del cuadro. La mano también muestra la inquietud del animal, es como si estuviera allí para tranquilizarlo. El que sea un poco huesuda resalta lo fisiológico en ella, algo poco frecuente en las pinturas de Leonardo, que casi siempre se ocupan más de los colores, las formas y lo saturado, y, junto con la intensa presencia no humana del animal, que existe como fuera de la zona de atención de la mujer, es como si el cuerpo se dividiera en dos ante nuestros ojos, una parte que pertenece a lo fisiológico, biológico, animal, donde las uñas de la mano, por ejemplo, corresponden a las garras del animal, y donde el color de sus ojos es igual al  de los ojos de la mujer, y otra parte que pertenece a lo humano, es decir, lo que tiene que ver con la calma de la joven, que el animal se encuentre fuera de la conciencia de ella, que tal vez esté ocupada en otra cosa, tal vez en lo que está contemplando, tal vez en algo dentro  de ella misma, pero en todo caso rebosa de algo suave y tranquilo. La ropa, el collar de perlas, el coletero, todo pertenece a esa esfera, de la cual el animal está excluido. Parte de lo inquietante está en la exactitud con la que Leonardo ha retratado al animal, completamente distinto a sus demás animales, por ejemplo los leones, los caballos o los corderos. El armiño no es bíblico, no es mitológico, no pertenece ni a lo bélico ni a lo idílico, sino que está ahí por derecho propio, corno ese determinado animal. Podríamos imaginarnos esto tematizada en forma de unos faunos, mitad humanos mitad animales, una figura de Pan o tal vez unos centauros, la mitología está llena de seres que se encuentran entre lo humano y lo animal, pero eso habría sido una ilustración, y eso es justo lo que Leonardo no hace aquí, no ilustra un pensamiento o una idea: el cuadro es el pensamiento.

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