Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 940. HISTORIAS DEL AMPURDAN / JOSEP PLA


OTOÑO EN CALELLA DE PALAFRUGELL
Este año ha sido brusco e inesperado el paso del verano al otoño. Una noche de lluvia y de viento ha cambiado todo el aspecto y el color de la tierra y del mar. También ha cambiado el olor. El otoño es la estación de los buenos olores. En estas noches tan estrelladas, tan ligeramente brumosas, un poco humildes, campos y árboles huelen a almendras tiernas, a picante hoja de menta. Ahora da gusto ir por las tardes al campo. Las viñas se van dorando, los pinares tienen una capa espesa de color verde oscuro, los olivares se nimban de un tono gris aéreo y plateado, los rastrojos van tomando un color rojizo granulado. Todo el paisaje cabría entre una jarra de miel y una botella de ron.
Paseando, se oyen, de tarde en tarde, los chillidos de un grupo de chicos y el lento crujir de un carro en una rambla, el ladrido de un perro, la violenta detonación seguida de una irisada espiral de humo blanco del arma de un cazador. Al llegar la noche cantan los últimos grillos con una tristeza que significa que ya están con el agua al cuello, y las aves nocturnas vuelan en el aire espeso, macilento, mortecino.
En el Ampurdán no posee el otoño el aire báquico y sensual que tiene en otras muchas comarcas o en los centros de cultivo. Al contemplar este paisaje no se podría construir una alegoría otoñal al estilo de los antiguos, con guirnaldas opulentas, cuernos de la abundancia y una tibia Venus de cabeza pequeña y robustas caderas paseándose por un prado ornado de árboles que desgarran un jirón de niebla. El otoño es aquí una cosa serena, lineal, sin dureza, un poco lánguido, que os excita a una melancolía diluida y plácida.

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