Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

(El rabo de los perros)


De algunos animales, RS Ferlosio, p.43
Cualquier perro alcanza pronto la más sensible receptividad para cualesquiera indicios expresivos de la actitud afectiva que en cada momento y en cada circunstancia pueda tener el amo con respecto a él, al que comprende igual de bien, si no mejor, que a otro individuo de su propia especie. La excepcional compenetración afectiva y comunicación expresiva que se da entre el hombre y el perro llega hasta el extremo de que éste sabe distinguir entre un reproche hecho en firme y en serio y un reproche en que una leve inflexión de broma da a entender cierta predisposición a la indulgencia, como lo demostraría en su peculiar actitud ante una frase como «¿De dónde vienes tú ahora, sinvergüenza?”, ante la cual ni se intimida del todo, ni se lanza a saludar con la despreocupada y confiada cordialidad que suele, sino que se mantiene en un prudencial término medio de circunspecta timidez, que no excluye el tantear y tentar, al mismo tiempo, la buena disposición del amo, con apenas iniciados avances de reconciliación: ese rabo, que en parte está metido entre las piernas y en parte está moviéndose, aunque sólo por la punta y con una oscilación muy atenuada, no parece, en su ambivalencia, sino el correlato expresivo y afectivo más exacto que pueda imaginarse de la inflexión, mezcla de broma y de reproche, de la frase de su amo y de la actitud afectiva que comporta, hasta el punto de que nos hace sospechar de si no estará también el perro jugando al oficioso rito sentimental de los falsos enfados y las reconciliaciones teatrales.

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