Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIÌT 505. EL SANTO / CESAR ARIA

En una pequeña ciudad catalana empinada en los acantilados sobre el azul Mediterráneo, vivía un monje con fama de santo. Había sido peregrino de muchas tierras, venía de lejos, pero desde que huyera de él la juventud se había afincado en el monasterio del lugar, y allí envejecía lentamente. Transcurrían los últimos siglos de la Edad Media, que parecía como si no fuera a terminar nunca. La cultura de la época, sus sueños, sus guerras, se desenrollaban sobre el suelo europeo como una colorida alfombra a la que el Tiempo volvería Historia. Por el momento era una confusión nada más. Nadie se ocupaba de aclararla, porque no les convenía y porque los trabajos de la Razón estaban devaluados. La fe subyugaba al pueblo. Era una época de milagros y resurrecciones, en la que todo era posible. Se mezclaba el saber con la ignorancia, y las rigideces del dogma corrían lado a lado con las libertades de lo cotidiano. Ciclos inmutables de las estaciones embebían las fachadas de las grandes iglesias, verdaderos palacios de lo sobrenatural, a los que acudía una grey siempre mayor en busca de la poesía y fantasía que no tenían en sus vidas. También en busca de consuelo y esperanza, bienes tan apreciados como necesarios. En ese estadio de la civilización la esfera humana se encontraba relativamente inerme frente a los embates naturales de sismos, plagas, epidemias,  inundaciones, incendios forestales, sin contar con los males inevitables, como el envejecimiento y la muerte, contra los cuales ni los avances de la ciencia ni los de la magia podrían nada en el futuro.

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