Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 500. LAS DOS MUERTES DE SOCRATES / IGNACIO GARCIA-VALIÑO

La lección más dura de su vida la aprendió Neóbula a los doce años, cuando nada sabía aún del sexo. Era una esbelta púber, rozada por las miradas lúbricas de los hombres, recién sacada de su casa para no regresar. La peste había puesto a su madre a pudrir la tierra, y dos años atrás su padre había perecido en los fosos de las cameras de Siracusa, adonde fue deportado por los espartanos como prisionero durante la gran guerra. Sus dos tíos corrieron parecida suerte, uno en la batalla de Anfípolis, y el otro en paradero desconocido. No quedaba quien la cuidara, salvo una tía lejana, demasiado mayor para hacerse cargo de ella, así que fue vendida a Aspasia para ser convertida en hetaira de lujo.
Neóbula había oído hablar de la dueña del burdel, Aspasia de Mileto, viuda de Pericles, de quien se contaban tantas cosas y tan contradictorias: sus influencias en determinados círculos masculinos, su cultura, cierta leyenda entreverada de turbios ardides, y sobre todo el negocio que bajo la mera apariencia de una casa de placer encubría una escuela de mujeres.

Tenía cuarenta y ocho años Aspasia cuando acompañó a Neóbula al templo de Mrodita. Allí la púber depositó una corona de flores a los pies de la diosa, y a continuación se despojó de su túnica. Aspasia la examinó: su cuerpo aún no estaba del todo formado, pero prometía ser la muchacha más bella que habría pisado su local. Sus ojos tenían el duro brillo de un zafiro. Cuando acabara de desarrollarse, ese cuerpo sería perturbador

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