Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PADRES SIN HIJOS

De Derrumbe de Eduardo Menéndez Salmón, p.174
Caminó hasta las tumbas de los gemelos y estuvo allí casi una hora. Se oían pájaros, el viento entre las tumbas, de vez en cuando el gemido de la puerta del cementerio al abrirse. Pensó en aquellos muchachos, en qué les podía haber llevado a hacer lo que hicieron. También pensó en sus padres, en su desconcierto, en su insatisfacción. Padres sin hijos. ¿Era ése uno de los rótulos del tiempo presente? ¿Quién había abandonado a quién? ¿En qué parte del relato el argumento se había vuelto incomprensible? ¿Dónde se habían ido las palabras compartidas, los afectos, las buenas maneras? Hijos deambulando como zombis por los centros comerciales. Hijos devorando sustancias en el corazón de la noche. Hijos derribando las obras que sus  mayores habían levantado con el sudor de su frente. Hijos suicidas, hijos asesinos, hijos terroristas.
Pero, ¿y él? ¿En qué se había convertido él durante las últimas semanas? En un perseguidor, aunque otros dirían que en un vagabundo. Siguiendo a Vera a todas partes, como una sombra, para ver cosas que no entendía. Se estaba dejando la cordura en aquel peregrinaje. Y mientras, cada noche, en otra ceremonia de la confusión, se sentaba junto a su mujer y a su hija como si no sucediera nada.
-Como si no sucediera nada.

Valdivia pronunció las palabras en voz alta y sintió miedo de su propia voz. Igual que si alguien le hubiera puesto la mano en la espalda.

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