Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

HOMOFOBIA SUTIL

De S. de John Updike, p. 28
Estudia mucho, y no te dejes tentar por las drogas. People (que solo leo en el dentista, pero allí la devoro, lo reconozco) y National Enquirer (de la que Irving, mi maestro de yoga, es incondicional, por su dimensión espiritual y sus noticias sobre temas espaciales y de ovnis) están llenas de noticias sobre los jóvenes aristócratas ingleses y su terrible adicción a la droga, a la que les lleva, imagino, el afán de imitar a sus estrellas del rock, un complejo de culpabilidad de clase y un subconsciente impulso de autodestrucción de raíz marxista. Pero una joven americana no tiene motivos para eso. Tu madre, como tú sabes, no es una beata, pero creo firmemente que nuestro cuerpo, tal como lo hizo Dios, sin aditivos, no solo dura más sino que es mucho más divertido. Y, otra cosa, no te entusiasmes por los homosexuales. Sé que, con su acento inglés, su tez clara, su pelo rubio y sus ojos azules, parecen muy divertidos, muy monos y muy inofensivos; pero recuerda, cariño, que, en el fondo, las mujeres no les gustan. Piensan que son raras, muy raras para tratarlas y, además, las consideran rivales. Los hombres normales también piensan que las mujeres son raras, pero no tratan de quitarnos el novio y, por lo menos hasta la generación de tu madre, habían desarrollado cierta caballerosidad en relación con nuestra rareza, que podía resultar hasta enternecedora: nos trataban como si fuéramos personas impedidas, nos abrían las puertas y explicaban a los camareros lo que queríamos comer, como si nosotras no supiéramos hablar. Bueno, todo eso ya pasó, pero estoy segura de que algunos vestigios quedarán para que tú te concentres en los chicos normales y simpáticos, si encuentras alguno en ese viejo, encantador y decadente país.

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