No creo pecar de orgullo, como demostraré a lo largo de mi exposición, si comienzo diciendo que soy un hombre con ciertas cualidades. Quizá no resulte especialmente apuesto y llamativo, pero sí educado, discreto, concienzudo, culto y buen conversador. Todos cuantos me conocen saben, o deberían saber, de mi honradez y rectitud. En otros tiempos tuve un buen puesto de trabajo y un piso en propiedad. ¿Mi visión del mundo y de la vida? Trágica y trascendente. ¿Mi historia? De amor, de odio, de venganzas, de burlas y de ofensas. Me llamo Marcial Pérez Armel, resido en Madrid, y tengo en muy alta estima el viejo concepto del honor.
Algún malicioso dirá: «Sí, pero
careces de estudios superiores». A lo que yo respondería que, sobre este asunto
de los estudios, habría mucho que hablar. Fidel y Víctor, por ejemplo, los
otros dos pretendientes de Pepita, y por tanto rivales míos, uno era
historiador, y el otro violinista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario