Cuanto más difícilmente se libera
un hombre, tanto más logra conmover nuestro sentimiento humano. (Conrad Ferdinand Meyer)
En la presente obra, lo mismo que
en la anterior trilogía titulada Tres maestros, se exhiben tres retratos de poetas
unidos por una íntima afinidad; pero esta afinidad no debe tomarse más que como
algo alegórico. No trato de buscar fórmulas para lo espiritual, sino que plasmo
espiritualidades. Si en mis libros, con toda intención, coloco siempre unos
retratos junto a los otros, lo hago para lograr un efecto pictórico, como lo
hace el pintor que, buscando efectos de luz y de contraluz, logra poner de
manifiesto, por medio del contraste, cualidades y analogías que de otro modo
quedarían ocultas. Siempre me ha parecido la comparación un elemento creador de
gran eficacia, y hasta me gusta como método, ya que puede ser usado sin necesidad de forzarse; así como las fórmulas
empobrecen, la comparación enriquece, pues realza los valores, dando una serie
de reflejos que, alrededor de las figuras, forman como un marco de profundidad
en el espacio. Ese secreto plástico lo sabía ya Plutarco, ese antiguo creador de
retratos, quien, en sus Vidas paralelas, presenta siempre un personaje romano a
la par que uno griego, para que así, detrás de la personalidad, pueda verse de modo
más claro su proyección espiritual, es decir, el tipo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario