De Del pozo y el Numa de Juan Benet (La Gaya Ciencia, p.14)
La más alarmada forma que últimamente ha adoptado la mentalidad conservadora la constituye la preocupación ecológica. ¿Y por qué, cabe preguntarse, la humanidad ha de inquietarse por mantener su tierra en el mismo o parecido estado en que la recibió? ¿Tan sólo porque tiene conciencia y debe pensar en el futuro, haciendo posible y garantizando su subsistencia en la tierra para beneficio de generaciones venideras? Ciertamente a una mentalidad religiosa que esperaba ver premiado su paso por la tierra en un más allá de bienaventuranza le daba una higa que la tierra quedara esquilmada, miserable asiento para una breve y penosa estadía. Pero el mismo instinto de usufructo gozará todo elemento de cualquier reino, exclusivamente preocupado de su subsistencia y desinteresado de la supervivencia de sus descendientes. El poder de aniquilación de una especie tan sólo se ve frenado por el poder vecino, nunca por la planificación de la economía propia con vistas al futuro. Si el animal esquilma al vegetal y éste al mineral ¿por qué el hombre ha de detener el proceso de usufructo y consumo total de las posibilidades que le ofrecen los reinos inferiores?
Te quiero más que a la salvación de mi alma
FLORENCIA
De Cartas de Italia, de Josep Pla (Destino, 2011, p.93)
Recién levantados, sentíamos en el estómago un vacío espectral. Pero hete aquí que asomábamos la cabeza por la ventana y veíamos aquellos arcos del puente reflejados en el agua clara que nos recordaban que a cuatro pasos de nuestros dolores Beatriz se había aparecido al Dante. Era de pies a cabeza Beatriz vestida de campesina medieval:
Sopra candido vel, cinta d'oliva,
Donna m'aparve salto vertk manto
Vestita di color di fiamma viva ...
¿De campesina medieval? -se preguntarán-o Yo sospecho que sí. Es un poco difícil de imaginar; claro, pero aún es más difícil suponer que se le apareció vestida de campesina del Casino de París. Reconozco que esto es lamentable y que en el nacimiento de esta señorita hubo un error de fecha.
Olvidábamos entonces las calamidades del momento y el hambre se nos disipaba al instante. La juventud es el tiempo de los milagros ... Con el Vasari bajo el brazo íbamos a recorrer conventos y claustros. Si llovía, en la biblioteca de los Uffizi nos dejaban leer los escritos de Leonardo. Cuando nos cansábamos salíamos a la Loggia della Signoria: el Palazzo Vecchio estaba ante nuestros ojos. Eramos casi felices.
Sin embargo, en aquella época nos hubiera sido un poco difícil explicar con cierta claridad por qué nos gustaba tanto Florencia. ¿Por qué nos gustaba tanto? Hablando con objetividad. Florencia es una ciudad provinciana. Totalmente provinciana.
Recién levantados, sentíamos en el estómago un vacío espectral. Pero hete aquí que asomábamos la cabeza por la ventana y veíamos aquellos arcos del puente reflejados en el agua clara que nos recordaban que a cuatro pasos de nuestros dolores Beatriz se había aparecido al Dante. Era de pies a cabeza Beatriz vestida de campesina medieval:
Sopra candido vel, cinta d'oliva,
Donna m'aparve salto vertk manto
Vestita di color di fiamma viva ...
¿De campesina medieval? -se preguntarán-o Yo sospecho que sí. Es un poco difícil de imaginar; claro, pero aún es más difícil suponer que se le apareció vestida de campesina del Casino de París. Reconozco que esto es lamentable y que en el nacimiento de esta señorita hubo un error de fecha.
Olvidábamos entonces las calamidades del momento y el hambre se nos disipaba al instante. La juventud es el tiempo de los milagros ... Con el Vasari bajo el brazo íbamos a recorrer conventos y claustros. Si llovía, en la biblioteca de los Uffizi nos dejaban leer los escritos de Leonardo. Cuando nos cansábamos salíamos a la Loggia della Signoria: el Palazzo Vecchio estaba ante nuestros ojos. Eramos casi felices.
Sin embargo, en aquella época nos hubiera sido un poco difícil explicar con cierta claridad por qué nos gustaba tanto Florencia. ¿Por qué nos gustaba tanto? Hablando con objetividad. Florencia es una ciudad provinciana. Totalmente provinciana.
DEL SUICIDIO CONSIDERADO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES
De La señora Bovary (Alba), p. 240
, ¿Por qué no acabar de una vez? ¿Quién se lo impedía? Era libre y dio un paso adelante y miró los adoquines, diciéndose: -¡Venga! ¡Venga!
El rayo de luz que llegaba, recto, desde abajo tiraba del peso cuerpo hacia el abismo. Le parecía que el sol de la plaza oscilaba y se alzaba por las paredes y que el extremo del suelo se inclinaba, como un barco que cabecea. Estaba al filo del todo, casi en el aire, rodeada de un anchuroso espacio. El azul del cielo se le metía dentro, el aire le circulaba por la cabeza vacía, bastaba con que cediera, con que se dejase atrapar; y el ronquido del tomo no cesaba, como una voz rabiosa que la llamase.
-¡Mujer! ¡Mujer! -gritó Charles.
Emma se quedó quieta.
-¿Dónde estás? ¡Ven!
Con la idea de que acaba de salvarse de la muerte estuvo a punto de desmayarse de terror: cerró los ojos; luego se sobresaltó al notar una mano en la manga: era Féicité.
-El señor la está esperando, señora; la sopa está servida.
¡Y tuvo que bajar! ¡Tuvo que sentarse a la mesa!
, ¿Por qué no acabar de una vez? ¿Quién se lo impedía? Era libre y dio un paso adelante y miró los adoquines, diciéndose: -¡Venga! ¡Venga!
El rayo de luz que llegaba, recto, desde abajo tiraba del peso cuerpo hacia el abismo. Le parecía que el sol de la plaza oscilaba y se alzaba por las paredes y que el extremo del suelo se inclinaba, como un barco que cabecea. Estaba al filo del todo, casi en el aire, rodeada de un anchuroso espacio. El azul del cielo se le metía dentro, el aire le circulaba por la cabeza vacía, bastaba con que cediera, con que se dejase atrapar; y el ronquido del tomo no cesaba, como una voz rabiosa que la llamase.
-¡Mujer! ¡Mujer! -gritó Charles.
Emma se quedó quieta.
-¿Dónde estás? ¡Ven!
Con la idea de que acaba de salvarse de la muerte estuvo a punto de desmayarse de terror: cerró los ojos; luego se sobresaltó al notar una mano en la manga: era Féicité.
-El señor la está esperando, señora; la sopa está servida.
¡Y tuvo que bajar! ¡Tuvo que sentarse a la mesa!
HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE
De Epístola moral a Laura (incluido en Puerta de tierra)
Eso es en esencia el divorcio: el último baluarte del matrimonio, su más firme punto de defensa antes de aceptar la competencia de otras formas de unión que se demuestren más hábiles para conservar el amor entre dos individuos. Un fuerte en el que la hipocresía colectiva juega un papel no poco importante pero que, a la postre, acabará arruinándolo. Porque al hacer corregible y repetible a la institución que pretende hacer durable el amor ¿no la está contradiciendo? ¿en qué medida esa sombra no modifica las aspiraciones que el hombre coloca en su amor? ¿podrá seguir confiando al matrimonio su bien más íntimo? Porque ahí reside todo: si el matrimonio se adoptó para hacer durar una unión que no duró; si se edificó sobre un cimiento de confianza recíproca que ha transformado en incomprensión y recelo; si fue un acto de generosidad que el divorcio, a lo más, convierte en acto de caridad, cuando no de crueldad; y si además promete doblar las promesas que no supe cumplir en su día ... lo mejor que se puede hacer con el matrimonio es abandonarlo. Abandonarlo como institución y conservar la persona. Y para eso nada mejor que mantenerlo tal cual es, una unión si no para la eternidad al menos para toda la vida, cuya mejor virtud reside en la imposibilidad de ser repetido, a la vez que obliga al hombre a responsabilizarse de todos sus actos -fallidos o no- que hoy se traducen en limitaciones y en el terreno de las cuales -no de las abstracciones- le es dado hacer gala de su generosidad.
INCIPIT 286. EN EL ESTADO / JUAN BENET
HABIA un corpulento olmo, que nacía en el mismo borde de la cuneta, a cuya sombra se detuvo el autobús. Se trata del único punto de sombra en toda la extensión que alcanza la vista, esto es, en todo el llano de La Portada , como dirá más adelante el señor Hervás, comentando sus impresiones de viaje con la señora Somer, que tiene la costumbre de no escucharle cuando el señor Hervás se alarga en innecesarias explicaciones. No es que la señora Somer se desinterese de algunos pormenores de los relatos del señor Hervás; por el contrario, es tal su interés por cuanto dice y pone tanta atención al escucharle que rara vez puede mantenerla más allá de un cierto rato, para sumirse a continuación en una atmósfera de ensueño de la que, con frecuencia, es arrebatada por un leve codazo de su yerno. Porque el señor Hervás jamás se tomará la libertad de despertarla; la respeta demasiado, asegura él, para intervenir en asuntos que sólo indirectamente le conciernen. Al señor Hervás nada le puede complacer más que sentirse el centro de toda reunión y, a pesar de que con frecuencia se verá traicionado por un entusiasmo que, al no poder ser permanentemente transmitido a sus interlocutores, degenera en una amable y cómplice condescendencia, su propia estimación le impide detenerse para
EL MAESTRO Y EL DISCIPULO ( JB & JM)
De Mala índole de Javier Marías, p. 45
Mr Bayo cogió la carta y la leyó. y mientras lo hacía, su rostro fue adquiriendo una expresión parecida a la del maestro que un día, repentinamente, descubre que su discípulo le ha superado, e invadido por una extraña mezcla de envidia, orgullo y temor, sólo acierta a preguntarse, confundido, si en el futuro se verá humillado o ensalzado por quien de ahora en adelante ejercerá el poder.
Mr Bayo cogió la carta y la leyó. y mientras lo hacía, su rostro fue adquiriendo una expresión parecida a la del maestro que un día, repentinamente, descubre que su discípulo le ha superado, e invadido por una extraña mezcla de envidia, orgullo y temor, sólo acierta a preguntarse, confundido, si en el futuro se verá humillado o ensalzado por quien de ahora en adelante ejercerá el poder.
MENTIRAS
De Los enamoramientos, de Javier Marías
O quizá es más simple, quizá es que nunca hay manera de borrar lo dicho, sea verdadero o falso, una vez que se ha dicho: las acusaciones y las invenciones, las calumnias y los cuentos y las fabulaciones, desmentir no es bastante, no borra sino que se añade, antes habrá mil versiones contradictorias e imposibles de un hecho que la anulación de ese hecho una vez relatado; los mentís y las discrepancias conviven con lo que refutan o niegan, se acumulan, se agregan y jamás lo cancelan, en el fondo lo sancionan mientras se siga hablando, lo único que borra es callar, y callar prolongadamente.
O quizá es más simple, quizá es que nunca hay manera de borrar lo dicho, sea verdadero o falso, una vez que se ha dicho: las acusaciones y las invenciones, las calumnias y los cuentos y las fabulaciones, desmentir no es bastante, no borra sino que se añade, antes habrá mil versiones contradictorias e imposibles de un hecho que la anulación de ese hecho una vez relatado; los mentís y las discrepancias conviven con lo que refutan o niegan, se acumulan, se agregan y jamás lo cancelan, en el fondo lo sancionan mientras se siga hablando, lo único que borra es callar, y callar prolongadamente.
INCIPIT 285. AS VOCES BAIXAS / MANUEL RIVAS
Capítulo 1
O primeiro medo
Estabamos sós, María e mais eu, abrazados no cuarto de baño. Fuxitivos do terror, agochárnonos naquda cámara escura. Os días de tempestade podíase oír o bruar mariño. O de hoxe era o rosmar enferruxado, asmático, da cisterna. Por fin, oírnos a súa voz. Chamaba por nós. Primeiro com desacougo. Logo, con crecente angustia. Deberiamos responder. Dar o sinal de vida. Mais da anticipábase. Oírnos o seu arfar, o atropdo dos pasos, corno o osmar excitado de quen venta un rastro. María tirou do pasador. Miña nai empurrou a porta, arrastrando a luz, aínda coa tormenta nos ollos. O medo dela era o de quen chega á casa e non atopa os HIlos que deixou tranquilos e xogando. O naso medo aínda era máis primitivo: era o primeiro medo.
Miña nai, Carme, traballaba de leiteira. Vivíamos de aluguer nun baixo da rúa Marola, no barrio do Monte Alto, na Coruña. Había pouco que meu pai volvera de América, de La Güaira, onde traballou na construción, polos cumíos dos edificios ou a gabear ceas en estadas voandeiras.
-9 -
O primeiro medo
Estabamos sós, María e mais eu, abrazados no cuarto de baño. Fuxitivos do terror, agochárnonos naquda cámara escura. Os días de tempestade podíase oír o bruar mariño. O de hoxe era o rosmar enferruxado, asmático, da cisterna. Por fin, oírnos a súa voz. Chamaba por nós. Primeiro com desacougo. Logo, con crecente angustia. Deberiamos responder. Dar o sinal de vida. Mais da anticipábase. Oírnos o seu arfar, o atropdo dos pasos, corno o osmar excitado de quen venta un rastro. María tirou do pasador. Miña nai empurrou a porta, arrastrando a luz, aínda coa tormenta nos ollos. O medo dela era o de quen chega á casa e non atopa os HIlos que deixou tranquilos e xogando. O naso medo aínda era máis primitivo: era o primeiro medo.
Miña nai, Carme, traballaba de leiteira. Vivíamos de aluguer nun baixo da rúa Marola, no barrio do Monte Alto, na Coruña. Había pouco que meu pai volvera de América, de La Güaira, onde traballou na construción, polos cumíos dos edificios ou a gabear ceas en estadas voandeiras.
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CONTRA NATURA
De Una vida absolutamente maravillosa, de Enrique Vila.Matas, p.528
El narrador de La habitación cerrada de Paul Auster, un hombre que en un momento determinado del libro es abandonado por las manos invisibles que construían la trama de su vida y se queda a merced de la intemperie y de una sensación de aislamiento inesperadamente angustiosa: «Eso era todo: Fanshawe solo en esa habitación, condenado a una soledad mítica, quizá viviendo, quizá respirando, soñando Dios sabe qué. Esa habitación, lo descubrí entonces, estaba situada dentro de mi cráneo».
Podría Auster haber dicho «estaba situada dentro de mi mente», pero prefiere hablar de un cráneo, quizá porque quiere ser muy concreto y un cráneo es un cráneo mientras que una mente es algo ligeramente más impreciso o etéreo, o bien porque quiere homenajear a un libro pariente del viaje interior del conde de Maistre: Viaje alrededor de mi cráneo, de Frigyes Karinthy, dramática historia (1938) de un hombre que cae enfermo cuando comienza a oír que unos trenes invisibles recorren sus tímpanos.
Soñando Dios sabe qué, Des Esseintes cultiva en su casa plantas que parecen metálicas y tiene como animal doméstico una tortuga a la que le ha pintado de oro el caparazón. Todo en su craneal mansión recuerda a un acuario. Cree mucho en ella, en la imaginación. Imagina, por ejemplo, que París no le da la espalda a la mar salada y entonces «la ilusión de estar en la playa deseada es innegable, absoluta y cierta».
A veces hasta resultan ridículos los que creen que es tan poderosa su imaginación, porque en realidad nada es tan rato ni difícil como parece y casi todo acaba siendo posible. ¿O acaso no quedaría Huysmans perplejo al ver que hoy en día, en verano, los muelles del Sena están llenos bañistas que vegetan en sus playas simuladas?
Fuera de su acuario casero, la única gran aventura emprendida por de Des Esseintes en Al revés es su viaje inmóvil a Inglaterra en el capítulo undécimo, viaje que es heredero directo de la odisea estancada del cuarto de Turín de De Maestre.
El narrador de La habitación cerrada de Paul Auster, un hombre que en un momento determinado del libro es abandonado por las manos invisibles que construían la trama de su vida y se queda a merced de la intemperie y de una sensación de aislamiento inesperadamente angustiosa: «Eso era todo: Fanshawe solo en esa habitación, condenado a una soledad mítica, quizá viviendo, quizá respirando, soñando Dios sabe qué. Esa habitación, lo descubrí entonces, estaba situada dentro de mi cráneo».
Podría Auster haber dicho «estaba situada dentro de mi mente», pero prefiere hablar de un cráneo, quizá porque quiere ser muy concreto y un cráneo es un cráneo mientras que una mente es algo ligeramente más impreciso o etéreo, o bien porque quiere homenajear a un libro pariente del viaje interior del conde de Maistre: Viaje alrededor de mi cráneo, de Frigyes Karinthy, dramática historia (1938) de un hombre que cae enfermo cuando comienza a oír que unos trenes invisibles recorren sus tímpanos.
Soñando Dios sabe qué, Des Esseintes cultiva en su casa plantas que parecen metálicas y tiene como animal doméstico una tortuga a la que le ha pintado de oro el caparazón. Todo en su craneal mansión recuerda a un acuario. Cree mucho en ella, en la imaginación. Imagina, por ejemplo, que París no le da la espalda a la mar salada y entonces «la ilusión de estar en la playa deseada es innegable, absoluta y cierta».
A veces hasta resultan ridículos los que creen que es tan poderosa su imaginación, porque en realidad nada es tan rato ni difícil como parece y casi todo acaba siendo posible. ¿O acaso no quedaría Huysmans perplejo al ver que hoy en día, en verano, los muelles del Sena están llenos bañistas que vegetan en sus playas simuladas?
Fuera de su acuario casero, la única gran aventura emprendida por de Des Esseintes en Al revés es su viaje inmóvil a Inglaterra en el capítulo undécimo, viaje que es heredero directo de la odisea estancada del cuarto de Turín de De Maestre.
INCIPIT 284. LA SEÑORA BOVARY / GUSTAVE FLAUBERT
Estábamos en el aula de estudio cuando entró el director y, trás él, un nuevo vestido de calle y un mozo que traía un pupitre grande. Los que estaban durmiendo se despertaron y todos nos levantamos como si nos hubieran sorprendido en plena tarea.
El director nos hizo una seña para que nos volviéramos a sentar; luego dijo a media voz, volviéndose hacia al profesor pasante:
-Señor Roger, aquí tiene a un alumno que le encomiendo. Entra en segundo. Si se lo merece por la aplicación y el comportamiento, pasará con los mayores, que es con quienes debe estar por edad.
El nuevo, que se había quedado en el rincón de detrás de la puerta, de forma tal que apenas si se lo veía, era un muchacho campesino de alrededor de quince años y más alto que todos nosotros. LLevaba el pelo cortado en flequillo recto, como un chantre de aldea, y tenía una expresión formal y muy apurada. Aunque no era ancho de espalda, la chaqueta corta de paño verde con botones negros debía de tirarle en las sisas y por la raja de las vueltas le asomaban las muñecas encarnadasacostumbradas a ir al aire. Las piernas, con medias azules, asomaban de unos pantalones amarillentos que los tirantes le subían mucho. Calzaba unos zapatones de clavos mal lustrados.
Empezaron a tomarnos la lección. Escuchó con los cinco sentidos, atento como en el sermón, sin atreverse siquiera a cruzar los muslos ni a apoyarse en el codo y, a las dos, cuando tocó la campana, el profesor tuvo que avisarlo para que se pusiera en fila con nosotros. Teníamos la costumbre, al entrar en el aula, de arrojar las gorras al suelo para que nos quedaran, al hacerlo, las manos más libres; desde el umbral, había que tirarlas debajo del banco, de forma tal que pegasen contra la pared y levantaran mucho polvo; era lo que se llevaba.
El director nos hizo una seña para que nos volviéramos a sentar; luego dijo a media voz, volviéndose hacia al profesor pasante:
-Señor Roger, aquí tiene a un alumno que le encomiendo. Entra en segundo. Si se lo merece por la aplicación y el comportamiento, pasará con los mayores, que es con quienes debe estar por edad.
El nuevo, que se había quedado en el rincón de detrás de la puerta, de forma tal que apenas si se lo veía, era un muchacho campesino de alrededor de quince años y más alto que todos nosotros. LLevaba el pelo cortado en flequillo recto, como un chantre de aldea, y tenía una expresión formal y muy apurada. Aunque no era ancho de espalda, la chaqueta corta de paño verde con botones negros debía de tirarle en las sisas y por la raja de las vueltas le asomaban las muñecas encarnadasacostumbradas a ir al aire. Las piernas, con medias azules, asomaban de unos pantalones amarillentos que los tirantes le subían mucho. Calzaba unos zapatones de clavos mal lustrados.
Empezaron a tomarnos la lección. Escuchó con los cinco sentidos, atento como en el sermón, sin atreverse siquiera a cruzar los muslos ni a apoyarse en el codo y, a las dos, cuando tocó la campana, el profesor tuvo que avisarlo para que se pusiera en fila con nosotros. Teníamos la costumbre, al entrar en el aula, de arrojar las gorras al suelo para que nos quedaran, al hacerlo, las manos más libres; desde el umbral, había que tirarlas debajo del banco, de forma tal que pegasen contra la pared y levantaran mucho polvo; era lo que se llevaba.
EL TESTAMENTO DEL DOCTOR CORDELIER
De Chet Baker piensa en su arte, p. 308-309
«Los libros tienen su destino», les dice Nabokov a sus alumnos. Y sí. Los libros tienen su propia suerte, una vida independiente, propia. Los libros tienen, como decía Augusto Monterroso, sus propios hados y su propio sino, y a veces éste pasa por llevar a la vida real lo que antes narró el autor. Pudo ser perfectamente el caso de R. L. Stevenson y su Dr. Jekyll. La escena tiene lugar en Upolu, Samoa, 1894. El escritor, al que los nativos llaman Tusitala, baja a la bodega de su casa a buscar una botella de su borgoña favorito, la descorcha en la cocina, y de repente llama a gritos a su mujer. «¿Qué me pasa, qué es esto tan extraño, algo me ha cambiado la cara?»Un ataque cerebral. Cae al suelo. «Trigerrun», dice misteriosamente Tusitala con sus ojos muy abiertos, y muere un par de horas después.
«Los libros tienen su destino», les dice Nabokov a sus alumnos. Y sí. Los libros tienen su propia suerte, una vida independiente, propia. Los libros tienen, como decía Augusto Monterroso, sus propios hados y su propio sino, y a veces éste pasa por llevar a la vida real lo que antes narró el autor. Pudo ser perfectamente el caso de R. L. Stevenson y su Dr. Jekyll. La escena tiene lugar en Upolu, Samoa, 1894. El escritor, al que los nativos llaman Tusitala, baja a la bodega de su casa a buscar una botella de su borgoña favorito, la descorcha en la cocina, y de repente llama a gritos a su mujer. «¿Qué me pasa, qué es esto tan extraño, algo me ha cambiado la cara?»Un ataque cerebral. Cae al suelo. «Trigerrun», dice misteriosamente Tusitala con sus ojos muy abiertos, y muere un par de horas después.
KAFKIANA
De Gritar de Menéndez Salmón, p.115 (Lengua de trapo)
Mas sobre el conjunto de cosas remozables, por encima del supremo anhelo de aliviar el sufrimiento de mi progenitora, soñaba yo con el enjambre de albañiles blasfemando en busca de fulcros y niveles, trazando señales de tiza por donde la lengua del sol recorrería el sabor lacustre de las habitaciones; soñaba con operarios en camiseta, asténicos y procaces, resolviendo con titánicos mazazos una edad de catacumbas y paredes maestras, desenmascarando los secretos enterrados en el esqueleto de los paramentos que se desplomarían con estrépito de guijarros y palomas; soñaba con el frenesí de técnicos apretando válvulas, ajustando avernales, bosquejando el diseño mágico de la ida y venida de las aguas menores; soñaba con electricistas con alicates y bisagras entre los dientes, barajando flujos con masas y polos con bornes, pequeños demiurgos de un edén mecánico; soñaba con elegantes aparejadores fumando cigarrillos rusos en los umbrales, enfundados en trajes de viscosa y luciendo quevedos de oro, la diestra en el aire perfilando aleros y porches; soñaba con antenistas, funámbulos del éter, husmeando ondas y presagios de borrascas, e incluso soñaba con cejijuntos agrimensores sugiriendo lindes con sus teodolitos.
Sí, en la frenética colmena de reconstrucción que era el hogar de los Kafka, yo, el ojeroso Franz, soñaba entre los escombros, alzado sobre ríos de lodo y corrientes freáticas, con la remoción de la ruina que se nos había enquistado en cada poro de la piel como una insidiosa mugre del tiempo.
Mas sobre el conjunto de cosas remozables, por encima del supremo anhelo de aliviar el sufrimiento de mi progenitora, soñaba yo con el enjambre de albañiles blasfemando en busca de fulcros y niveles, trazando señales de tiza por donde la lengua del sol recorrería el sabor lacustre de las habitaciones; soñaba con operarios en camiseta, asténicos y procaces, resolviendo con titánicos mazazos una edad de catacumbas y paredes maestras, desenmascarando los secretos enterrados en el esqueleto de los paramentos que se desplomarían con estrépito de guijarros y palomas; soñaba con el frenesí de técnicos apretando válvulas, ajustando avernales, bosquejando el diseño mágico de la ida y venida de las aguas menores; soñaba con electricistas con alicates y bisagras entre los dientes, barajando flujos con masas y polos con bornes, pequeños demiurgos de un edén mecánico; soñaba con elegantes aparejadores fumando cigarrillos rusos en los umbrales, enfundados en trajes de viscosa y luciendo quevedos de oro, la diestra en el aire perfilando aleros y porches; soñaba con antenistas, funámbulos del éter, husmeando ondas y presagios de borrascas, e incluso soñaba con cejijuntos agrimensores sugiriendo lindes con sus teodolitos.
Sí, en la frenética colmena de reconstrucción que era el hogar de los Kafka, yo, el ojeroso Franz, soñaba entre los escombros, alzado sobre ríos de lodo y corrientes freáticas, con la remoción de la ruina que se nos había enquistado en cada poro de la piel como una insidiosa mugre del tiempo.
INCIPIT 283. 22/11/63 / STEPHEN KING
Nunca he sido lo que se diría un hombre llorón.
Mi ex mujer alegó que el motivo principal de la separación era mi “inexistente gradiente emocional”, (como si el tipo que conoció en las reuniones de Alcohólicos Anónimos no hubiera influido). Christy dijo que suponía que podía perdonarme por no haber llorado en el funeral de su padre, solo le había conocido seis años y no podía entender lo maravilloso y generoso que había sido (como cuando, por ejemplo, le regaló un Mustang descapotable por su graduación). Pero luego, cuando tampoco lloré en los funerales de mis propios padres -murieron con dos años de diferencia, mi padre de cáncer de estómago y mi madre de un inesperado ataque al corazón mientras paseaba por una playa de Florida-, empezó a comprender esa cosa del inexistente gradiente emocional. Yo era “incapaz de sentir mis sentimientos”, en lenguaje de AA.
-Jamás te he visto derramar ni una lágrima -me dijo ella, hablando con la monótona entonación que la gente emplea cuando está expresando el argumento definitivo que marca el final de una relación. Ni siquiera cuando me amenazaste con marcharte si no iba al centro de desintoxicación.
Esta conversación tuvo lugar aproximadamente seis meses antes de que ella recogiera sus cosas, las metiera en su coche, y se mudara a la otra punta de la ciudad con Mel Thompson. “Chico conoce a chica en el campus de AA.” He aquí otra frase de esas reuniones. No lloré cuando la vi partir.
Mi ex mujer alegó que el motivo principal de la separación era mi “inexistente gradiente emocional”, (como si el tipo que conoció en las reuniones de Alcohólicos Anónimos no hubiera influido). Christy dijo que suponía que podía perdonarme por no haber llorado en el funeral de su padre, solo le había conocido seis años y no podía entender lo maravilloso y generoso que había sido (como cuando, por ejemplo, le regaló un Mustang descapotable por su graduación). Pero luego, cuando tampoco lloré en los funerales de mis propios padres -murieron con dos años de diferencia, mi padre de cáncer de estómago y mi madre de un inesperado ataque al corazón mientras paseaba por una playa de Florida-, empezó a comprender esa cosa del inexistente gradiente emocional. Yo era “incapaz de sentir mis sentimientos”, en lenguaje de AA.
-Jamás te he visto derramar ni una lágrima -me dijo ella, hablando con la monótona entonación que la gente emplea cuando está expresando el argumento definitivo que marca el final de una relación. Ni siquiera cuando me amenazaste con marcharte si no iba al centro de desintoxicación.
Esta conversación tuvo lugar aproximadamente seis meses antes de que ella recogiera sus cosas, las metiera en su coche, y se mudara a la otra punta de la ciudad con Mel Thompson. “Chico conoce a chica en el campus de AA.” He aquí otra frase de esas reuniones. No lloré cuando la vi partir.
RECUERDO, REPETICION Y ELABORACION
De Aire de Dylan, de Enrique Vila-Matas
Algunos días después. volviendo a evocar las dolorosas escenas de humillación de aquella tarde en casa de su madre. pensando en el carácter ya irreversible de aquellos hechos tan viles. entre los que destacaba la confesión de un asesinato. pero a los que había que añadir. por ejemplo. la insoportable imagen de los botes de pintura roja en el santuario profanado de su padre. Vilnius reflexionó acerca de la vida. En ella. en la famosa vida. Pensó, todo acaba pareciéndonos tan denigrante que tenemos la impresión de que no puede ser que sea todo verdadero. Y. sin embargo. todo aquello que hemos vivido creyendo que alucinábamos. pues parecía improbable tanta ignominia y degradación juntas. es precisamente lo que constituye el núcleo duro de nuestra única realidad. Vivimos para comprender que la vida repite siempre un mismo guión, traza siempre la misma historia: el relato incombustible de cómo somos educados para ir con el tiempo resignándonos a aceptar que todo eso que se sitúa por debajo de nuestra dignidad. todo eso que tanto nos horroriza, no es más que la única realidad que existe. lo único que la vida nos tenía reservado, el ingrato teatro de nuestro destino.
Algunos días después. volviendo a evocar las dolorosas escenas de humillación de aquella tarde en casa de su madre. pensando en el carácter ya irreversible de aquellos hechos tan viles. entre los que destacaba la confesión de un asesinato. pero a los que había que añadir. por ejemplo. la insoportable imagen de los botes de pintura roja en el santuario profanado de su padre. Vilnius reflexionó acerca de la vida. En ella. en la famosa vida. Pensó, todo acaba pareciéndonos tan denigrante que tenemos la impresión de que no puede ser que sea todo verdadero. Y. sin embargo. todo aquello que hemos vivido creyendo que alucinábamos. pues parecía improbable tanta ignominia y degradación juntas. es precisamente lo que constituye el núcleo duro de nuestra única realidad. Vivimos para comprender que la vida repite siempre un mismo guión, traza siempre la misma historia: el relato incombustible de cómo somos educados para ir con el tiempo resignándonos a aceptar que todo eso que se sitúa por debajo de nuestra dignidad. todo eso que tanto nos horroriza, no es más que la única realidad que existe. lo único que la vida nos tenía reservado, el ingrato teatro de nuestro destino.
INCIPIT 282. LA MUERTE DE AMALIA SACERDOTE / ANDREA CAMILLERI
-¡Absolutamente no! --exclamó Michele Caruso, el director.
-Quisiera aclararte ... -insistió Alfio Smecca, redactor jefe y presentador del telediario regional vespertino.
-No tienes nada que aclararme, Alfio.
-¡Pero si es una pura y simple noticia de sucesos, Miche!
-¡Qué ingenuo eres, Alfio! ¡Te chupas el dedo!
-No entiendo, Miche!
-¿Cómo?, ¿dictan un auto de procesamiento contra el hijo del diputado Caputo y tú lo llamas «una pura y simple noticia de sucesos»?
-Pues, ¡no es una noticia de sucesos?
-¡Claro que lo es! ¡Pero estoy tratando de hacerte entender que no es ni pura ni simple! ¡Y tú lo sabes perfectamente! Por lo cual concluyo que estás completamente agilipollado.
-Quiero que sepas que estás ejercitando una censura absolutamente indebida. No sólo ignoras una noticia, sino que nos haces perder una exclusiva, dado que somos los primeros en saber que ...
-¡Ahora hablas claro! Me perderé la exclusiva, ¿no es eso?
La noticia la doy, no la censuro, pero en el último telediario.
-Quisiera aclararte ... -insistió Alfio Smecca, redactor jefe y presentador del telediario regional vespertino.
-No tienes nada que aclararme, Alfio.
-¡Pero si es una pura y simple noticia de sucesos, Miche!
-¡Qué ingenuo eres, Alfio! ¡Te chupas el dedo!
-No entiendo, Miche!
-¿Cómo?, ¿dictan un auto de procesamiento contra el hijo del diputado Caputo y tú lo llamas «una pura y simple noticia de sucesos»?
-Pues, ¡no es una noticia de sucesos?
-¡Claro que lo es! ¡Pero estoy tratando de hacerte entender que no es ni pura ni simple! ¡Y tú lo sabes perfectamente! Por lo cual concluyo que estás completamente agilipollado.
-Quiero que sepas que estás ejercitando una censura absolutamente indebida. No sólo ignoras una noticia, sino que nos haces perder una exclusiva, dado que somos los primeros en saber que ...
-¡Ahora hablas claro! Me perderé la exclusiva, ¿no es eso?
La noticia la doy, no la censuro, pero en el último telediario.
IDEAS DE PLA
De Cartas de Italia, de Joseph Pla, p.30-31
En cuanto a la cebolla, hemos de admitir, puestos a ser francos, que la usan con mucha mayor prodigalidad que nosotros. Heine opinaba que esta superabundancia de cebolla pudiera ser la clave del sentimentalismo italiano. La cebolla activa ciertos sentimientos elevados y hace llorar. Muy bien, de acuerdo. Por tanto, no creo que la cebolla nos separe. Gimotear un poco, tres o cuatro veces al año, presumo que no sienta mal a nadie.
En cuanto a la cebolla, hemos de admitir, puestos a ser francos, que la usan con mucha mayor prodigalidad que nosotros. Heine opinaba que esta superabundancia de cebolla pudiera ser la clave del sentimentalismo italiano. La cebolla activa ciertos sentimientos elevados y hace llorar. Muy bien, de acuerdo. Por tanto, no creo que la cebolla nos separe. Gimotear un poco, tres o cuatro veces al año, presumo que no sienta mal a nadie.
TANATOS
Sostiene Pereira, p.9
"La relación que caracteriza de una manera más profunda y general el sentido de nuestro ser es la que une la vida con la muerte, porque la limitación de nuestra existencia por la muerte es decisiva para la comprensión y la valoración de la vida.»
"La relación que caracteriza de una manera más profunda y general el sentido de nuestro ser es la que une la vida con la muerte, porque la limitación de nuestra existencia por la muerte es decisiva para la comprensión y la valoración de la vida.»
INCIPIT 281. LA NOCHE DE LOS ENAMORADOS / FELIX TOMEO
Es una mujer y está muerta.
Está tirada en el suelo del salón-comedor de su domicilio.
Boca arriba.
«Decúbito supino», como será descrita en el proceso.
Es pequeña.
Tiene los dientes negros, por el tabaco, y amarillos, por el alcohol.
Tiene los ojos cerrados.
Su asesino se los ha cerrado.
Quizá.
Cerrar los ojos de la víctima es señal de conocimiento entre el verdugo y la víctima.
La evidencia de que el verdugo se niega a considerarse culpable.
La prohibición que impone el verdugo a la víctima.
Está tirada en el suelo del salón-comedor de su domicilio.
Boca arriba.
«Decúbito supino», como será descrita en el proceso.
Es pequeña.
Tiene los dientes negros, por el tabaco, y amarillos, por el alcohol.
Tiene los ojos cerrados.
Su asesino se los ha cerrado.
Quizá.
Cerrar los ojos de la víctima es señal de conocimiento entre el verdugo y la víctima.
La evidencia de que el verdugo se niega a considerarse culpable.
La prohibición que impone el verdugo a la víctima.
JAMESIANA
De Vacaciones en Roma, de Henry James, p. 39-50
La pregunta obligada es siempre si uno no ha quedado «defraudado por las dimensiones», pero algunos visitantes sinceros aquí y allá, espero, nunca dejarán de contestar que no. El lugar me pareció desde el primer momento lo más grande concebible -una verdadera exaltación de la idea de espacio que cualquiera pueda tener-; de manera que el acceso, incluso desde la gran plaza vacía que ya resplandece bajo el profundo cielo azulo bien hace de la fresca sombra distante de la inmensa fachada algo parecido al gran mapa de un país coloreado sobre una pizarra, resulta ser menos la entrada a un lugar que una salida. El hedonista corriente en busca de nuevas sensaciones podría no saber cómo mejorar su encuentro allí con la impresión sublime que le produce, en el mismo umbral, un sobrecogimiento inmediato. Hay días en los que la vasta nave parece misteriosamente más vasta que otros y el magnífico balda quino está un trecho más alejado de la extensa planicie de mosaicos del suelo. y en que la luz posee todavía esa cualidad que permite a los objetos agrandarse al máximo, mientras que las figuras esparcidas -me refiero a las humanas, pues hay muchas otras- indican felizmente la escala de objetos y detalles. Entonces uno sólo tiene que pasear y pasear y contemplar y contemplar; observar cómo el glorioso baldaquino eleva su arquitectura de bronce, sus colosales contorsiones bordadas, como un templo dentro de un templo, y menguar, en el fondo del abismal hueco debajo de la cúpula, hasta convertirse en un punto en movimiento.
Nota a la imagen: Planta de San Carlino, iglesia de Booromini cuya planta es la copia exacta de una pilastra de San Pedro
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