De Correspondencia, de JB y CMG, p. 93-94
Cuando se mete uno en el terreno del amor ¿en qué medida se puede mantener una conducta liberal? Yo voy creyendo cada día con más convicción que el amor no es un sentimiento más, que un día nace en el pecho de un hombre y Otro día se puede apagar. Yo voy creyendo que se trata de una concentración de sentimientos, ya conocidos y viejos como él, que andaban más o menos separados y dispares, cada uno de los cuales tenía un objeto distinto donde aplicarse: el amor —parece un tanto pueril y obvio decirlo— se traduce en que un mismo y único objeto concentra sobre sí todos los sentimientos. Antes para su sentimiento de curiosidad tenía los libros, para el cariño la madre o el perro, para su afán de diversión sexual la maítresse, para su envidia el dinero y para su amenidad el paseo por el campo. Y ahora resulta que toda su curiosidad, su cariño, su envidia, su ambición y su capacidad de goce se concentran sobre una mujer que desenfoca a todos los objetos que antes absorbían esa gama tan variada. De donde resulta que la atención del hombre queda absorbida por esa mujer; antes también la tenía absorbida pero diversificada. Y aquí entra de nuevo el principio de Lavoisier.
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