Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 264. LA MANO INVISIBLE / ISAAC ROSA
Siempre, al llegar, tiene un impulso de saludar. No un saludo teatral, de pararse, juntar los pies y doblar medio cuerpo con una reverencia, aunque el lugar invite a eso o incluso a algo más circense, dar una carrerita de impulso y encadenar varias volteretas con un salto final. Se conformaría con levantar la mano y agitarla en varias direcciones, quizás sonreír, pero no lo hace, qué ridículo, Entra desde la puerta del fondo y recorre treinta metros hasta alcanzar la zona donde están colocados los materiales y herramientas. Aunque ya es su segunda semana, todavía se pone un poco nervioso al llegar. Camina sin niNCaturalidad, con paso ligero, mirando al suelo, las manos en los bolsillos, calculando sus gestos como si se viera desde fuera, qué efecto provocará su andar tímido, mete barriga, levanta un poco la barbilla, le habrán visto o todavía no. Incluso en sus primeros movimientos, al colocarse el casco o coger el cepillo, lo hace con cuidado, evitando hacer ruido, como si así ganase unos minutos de soledad antes de que le vean. Mientras barre los restos del día anterior, la arenilla y las lascas de ladrillo que quedaron por el suelo, mira con disimulo, arrugando los ojos por el deslumbramiento.
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