De Coorepondencia / Carmen Martín Gaite, Juan Benet, p.51
Para mí el primer problema es el objeto del discurso. Todo lo vago que tú quieras: el carecer de un objeto concreto también es una disposición. También tiene su objeto. Sin duda no es más que un espejismo porque como es obligado decir algo al no proponerse un objeto cualquiera, se eligen todos. Se elige la multitud porque un individuo cualquiera no goza de suficiente atractivo, y eso se debe siempre a una inhibición, a una falta de voluntad, una falta de valor para confesarse a sí mismo el poco deseo que obra en nuestro interior de desarrollar el esfuerzo que necesita la comprensión cabal de un individuo. Kafka, Proust y Faulkner son tres escritores que siempre me han obsesionado. Por muy bien que los conozca siempre me dejan perplejo. Hay un rasgo común a los tres: los tres son capaces de abandonarlo todo —el héroe, la narración, la unidad dramática, las proporciones del todo— por indagar el sentido más cabal y último de una sola palabra. Por una sola conjunción, colocada en un contexto especial, son capaces de consumir páginas y páginas. Eso es en definitiva una postura cuya raíz hay que buscarla en la misma pasión que un día les llevó a escribir. Ésa es la prueba de su honestidad; porque una vez que adquirieron la maestría del estilo, se convencieron que lo importante era su función, más que el objeto del discurso, porque tan válido es una conjunción como un amor contrariado. Hasta pronto.
Juan
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