De El anorak de Picasso, p. 60-61
Fue entonces cuando me puse a escribir Los que no están.
El argumento de la novela comienza a gestarse a raíz de una anécdota real que me contaron y que me produjo tal impresión que decidí convertir aquellas cuatro líneas en doscientas páginas. La terrible anécdota guardaba relación con las historias que mi padre contaba en las sobremesas de los fines de semana: “En un pueblo del norte, durante la guerra, un hombre llegaba por las noches al bar alardeando de los crímenes que había cometido. Hoy he dejado mudos a tres, hoy a dos, hoy he dejado mudos a cinco, decía. Al terminar la guerra el hombre enmudeció para siempre y algún tiempo después adoptó a un niño con la espina dorsal bífida”. Ésta es la historia, en suma, y podría haberla dejado aquí si no fuera, como dice Vladimir Nabokov por el interés y el placer de narrarla, pues aunque basta el espacio de una lápida para contener encuadernado en musgo, la versión abreviada de la vida de un hombre, los detalles siempre se agradecen
3 comentarios:
Efectivamente el limitado espacio de una lápida sería más que suficiente para contar la esencia de cualquier existencia humana.
Pero como dice el autor, hay placer en narrar los detalles.
El arte no es sino un mapa inmenso de detalles inútiles, pero bellos como querubines, sin los cuales la vida apenas sería un lamentable bostezo.
Dios está en los detalles
Morelli
Gracias
Pincio
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