Prólogo a Rey, Dama, Valet
Esta brillante bestia es la más alegre de todas mis novelas. Expatriación, miseria, nostalgia, no influyeron en su compleja y embelesada composición. Fue concebida en las arenas costeras de la Bahía de Pomerania en el verano de 1927, construida a lo largo del invierno siguiente, en Berlín, y terminada en el verano de 1928. La publicó allí a comienzos de octubre la editorial rusa emigrada Siovo con el título Korol Dama, Valet. Es mi segunda novela rusa. Yo e4onces tenía veintiocho años y llevaba viviendo en Berlín, con intervalos, media docena de años. Estaba completamente seguro, junto con algunas otras personas inteligentes, de que en algún momento de la década siguiente volveríamos todos a vivir en una Rusia hospitalaria, arrepentida y floreciente.
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Y ya que hablamos de corrientes de aire literarias, debo confesar que me quedé un poco sorprendido al ver en mi texto ruso tantos pasajes de «monologue interieur»; nada que ver con Ulysses, que aún no conocía. Lo que ocurría era que había estado expuesto desde mi tierna infancia a Ana Karénina, donde hay una escena entera construida en ese tono, que hace cien años era nuevo como el paraíso terrenal, pero que ahora está muy gastado. Por otra parte, mis agradables imitaciones de Madame Bovary en tono menor, que el buen lector percibirá sin duda, constituyen un homenaje deliberado a Flaubert. Recuerdo haber recordado, en el transcurso de una escena, a Emma yendo furtivamente al amanecer hacia el castillo de su amante por apartados vericuetos, mientras Homais dormita.
Como de costumbre, quiero observar aquí que, como de costumbre (y, como de costumbre, cierta gente sensible que conozco pondrá cara de enojo), la delegación vienesa no ha sido invitada. Pero si, así y todo, algún audaz freudiano se las arregla para entrar sin que le vean, habrá que advertirle que he distribuido por la novela cierto número de crueles trampas.
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