MANUEL
Ahora es como si se hubiese parado en una hondonada.
Como si estuviera quieto.
Trata de recordar los pasos que dio para encontrarse aquí. Se detiene y es el mismo bosque. Desea acercarse y es el mismo bosque. Lo reconoce. Toca un árbol. Abajo, recorriendo el sendero de piedras, el camino hace una curva. Sabe que si avanza hacia él encontrará un árbol en el que, herrumbroso, un cartel indica la dirección de la poza. Sabe que, antes de llegar, podrá escuchar el murmullo sordo del agua. Y que será el mismo murmullo que conoce. Entonces se detendrá. Antes de llegar será necesario que se detenga. Y que piense por qué está aquí. Por qué se ha levantado esta mañana y ha tomado un autobús para venir a este bosque. Por qué lo necesitaba. Recorrerá despacio en la memoria los movimientos que ha hecho y los rostros que ha visto, y ellos aparecerán; rostros y cosas, inamovibles y sólidos. Tan independientes y ajenos a lo que siente que no parecerán humanos.
Tan simples que no parecerán rostros.
Y reconocerá que está aquí porque todavía quiere saber lo que ha ocurrido, porque aún no lo comprende. Mientras camine deseando acercarse al recuerdo de su desnudez y aparte las ramas de los arbustos para verla mejor, podrá contemplar sus
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