Te quiero más que a la salvación de mi alma
POR FIN¡¡¡
La Comisión Teológica Internacional ha acordado que los niños que mueren sin bautizar quedan en "la misericordia de Dios". Así, entrecomillado y todo, viene en la mencionada noticia.
Y después añade que" Podrían ir, quizás, al Paraíso "
Y puesto que soy bastante corta de entendederas, voy y me pregunto: ¿ y eso exactamente qué significa ?
Quedar en la misericordia de Dios... Ir quizás al Paraíso... ¿ Quiere ésto decir que será Dios el que decidirá qué hacer con estas pobres criaturitas según tenga el día? Así, si me pillas hoy de buenas, te mando para el cielo. Que hoy no estoy de humor... ¡Pues ya veremos qué hacemos contigo!
Y una vez se haya echado el cierre definitivo, ¿ qué pasará con los que están allí dentro desde hace miles de años? Porque la noticia no dice nada al respecto. No sabemos si tendrá carácter retroactivo.
Ya que no debemos olvidar que al Limbo iban derechitos todos aquellos que morían sin bautizar. Que no nos engañemos, son unos cuantos...
El Papa Benedicto XVI, sigo citando la noticia, ya había dicho en 1984, cuando aún no había ascendido a Presidente de la Iglesia Católica, y todavía ostentaba el cargo de prefecto de La Congregación para la Doctrina de la Fe, " que el Limbo era solamente una hipótesis teológica y que ya no era pastoralmente operativa. "
Sitentizando, más o menos, que ya no era rentable.
Y cual empresa en quiebra, hace suspensión de pagos y cierra sus puertas.
Y yo, que soy de naturaleza optimista, cuando leí esta noticia pensé: quizás con un poco de suerte esto del cierre empice a generalizarse y dentro de nada nos den la tranquilizadora noticia de que el Infierno también está pensando en cerrar sus puertas, y ya no habrá de qué preocuparse.
La pega que le encuentro a todo esto es que sin Limbo y sin Infierno vamos a estar en el Cielo como sardinas en lata.
DOS HEROES LATINOS
Sergio Pitol recibió ayer el Premio Cervantes 2005, y en su discurso de agradecimiento realizó un profundo elogio de la lectura y una celebración de algunos de sus grandes maestros, como Alfonso Reyes. Citó también nombres menos conocidos, como los de algunos exiliados republicanos que llegaron a México después de la Guerra Civil y que, como profesores o compañeros, influyeron en su formación. Agradeció la presencia de tantos intelectuales españoles de relieve (María Zambrano, Buñuel, Cernuda, Bergamín...) que "crearon una atmósfera intelectual mejor", y destacó la libertad de Cervantes y la vitalidad permanente del Quijote, que, recordó, "en la época de las vanguardias" era la pieza más contemporánea de todas.
La ceremonia siguió las pautas establecidas. Cantó el coro de la Universidad, entraron los Reyes con el premiado; con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; las representantes de Cultura de México y de España, Sari Bermúdez y Carmen Calvo, respectivamente, y demás autoridades. Tras la lectura de Rogelio Blanco, director general del Libro, del acta del jurado, Sergio Pitol (Puebla, México, 1933) recibió el premio de manos del Rey: una medalla acreditativa y una estatuilla (el Cervantes está dotado con 90.180 euros). Lo celebró saludando discretamente al público. Luego subió a la tribuna, abrió los siete folios de su discurso, empezó a leer. La voz se le quebró un poco al principio (temblaron quienes conocen su timidez), pero luego se enderezó y enfiló con autoridad.
El ruido de la historia irrumpió en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares
Su obra atípica, su afán de transgredir los géneros, su transparencia...
La literatura se convirtió en la gran protagonista de sus palabras. El placer de la lectura, el asombro de descubrir las posibilidades de la lengua, la felicidad de vivir vidas ajenas y conocer nuevos mundos, y también la libertad (y ahí entró Cervantes): la libertad de romper los moldes establecidos, de romper las estructuras, de incorporar como propia la locura de esos caballeros andantes que se lanzaron a "defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos".
Sergio Pitol comenzó su discurso de recepción del Premio Cervantes 2005 recordando a la muchedumbre, "que entró por curiosidad", y que invadió su casa de Xalapa en cuanto se hizo público que el galardón más prestigioso en lengua española había caído en sus manos. La cosa empezó a eso de las nueve de la mañana, contó, y por la tarde se fue "a la ciudad de México para hacer una tregua". Durante el viaje, aletargado entre el sueño y la vigilia, lo invadieron imágenes muy distintas de su infancia: la nana de su abuela, su hermano jugando al tenis, una discusión sobre el precio del café.
El gran escritor, acaso en el momento más importante de su trayectoria profesional, desconectaba un instante de los oropeles de la gloria y una fuerza innombrable lo precipitaba en su infancia, como si en ese lugar residieran las verdaderas claves de cuanto había hecho hasta entonces, como si esos años fueran los que en su caso (niño huérfano desde muy pronto y enfermo de paludismo durante varios años) hubieran marcado decisivamente lo que vino después.
Leyó, leyó y leyó. En esos años de enfermo frecuentó a Verne, Stevenson, Dickens, Proust, Faulkner, Mann, Virginia Woolf y varios autores de lengua española. Pero todo aquello no cristalizó hasta que a los 16 años llegó a México a estudiar: entonces fue cuando Pitol habló por primera vez de uno de sus maestros. Un exiliado de la República, uno de los perdedores de la Guerra Civil.
El ruido de la historia irrumpió entonces en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Pitol se acordó de Manuel Martínez de Pedroso, un catedrático que enseñaba en la Facultad de Derecho de México. Dijo de él que era "una de las personas más sabias" que había conocido, elogió su heterodoxia a la hora de afrontar sus explicaciones, destacó su capacidad de narración. Y recordó que les contó de la guerra que había padecido y de las purgas que vio en Moscú cuando fue embajador de la República.
Al recuerdo de este hombre, que procedía de una familia con muchos recursos, unió más adelante el de un modestísimo traductor, Aurelio Garzón del Camino, también llegado de los horrores de la Guerra Civil. Fue este último quien lo acercó más a los clásicos, pero le enseñó sobre todo que "lo fundamental de la escritura era descubrir o intuir el genio de la lengua, la posibilidad de modularla a discreción, de convertir en nueva una palabra mil veces repetida con sólo acomodarla en la posición adecuada en una frase".
El genio de la lengua: a encontrarlo se aplicó Pitol muy pronto. Y vaya si lo logró, y fue precisamente eso lo que se celebraba ayer. Su obra atípica, el deslumbrante modo en que ha hecho nuevas tantas palabras ya gastadas, su gusto por la parodia y la ironía, su afán de transgredir los géneros, sus ganas de provocar. Pero también su sobriedad y su transparencia, su clara inteligencia, su perspicacia, su elegancia.
De las largas vueltas que fue dando para conquistar su escritura, Sergio Pitol se acordó ayer de muchos de sus maestros. Además de aquellos exiliados españoles, recordó a Alfonso Reyes ("nos incitaba a emprender todos los viajes"), refiriéndose concretamente a La cena: "Una de las raíces de mi literatura se hunde en aquel cuento".
Insistió, sin embargo, en las enseñanzas de los españoles llegados a México. Ellos "enriquecieron de manera notable la cultura mexicana", resumió Pitol, y les permitieron derribar algunos prejuicios injustamente establecidos sobre algunos escritores. "La literatura del XIX no la toqué en la adolescencia, tenía fama de mojigata y de un costumbrismo regionalista. De golpe, los españoles exiliados me descubrieron la grandeza de Galdós. María Zambrano, Luis Cernuda, José Bergamín escribieron ensayos extraordinarios en aquel tiempo sobre ese novelista".
Sin olvidar a Octavio Paz, "quien en este lugar -refiriéndose al Paraninfo- en 1981 dedicó su discurso a Galdós, al último de la segunda serie de los Episodios nacionales: Un faccioso más y algunos frailes menos. Para Pitol, el ensayo de Paz es magistral. "Trata de la semejanza de la historia del siglo XIX en España y en México: la permanente guerra entre liberales y conservadores en los dos países, entre fanatismo contra tolerancia, Inquisición contra libertad, legionarios celestiales contra la vida pública laica". La historia interminable.
Concluyó Pitol con un emocionado homenaje a la libertad en el Quijote. Para el escritor mexicano, ese concepto es crucial en la obra. Porque si bien es un libro cuya tensión gravita entre la demencia y la cordura, "Cervantes convierte la locura en una variante de la libertad". Se refirió, por ejemplo, al discurso ante los cabreros, "uno de los más soberbios del libro, de aliento humanista, renacentista, libertario". Pero la libertad no sólo la encuentra en el alma del Quijote; también está en su cuerpo: "Cervantes la ejerce en la estructura. La demencia le ofrece un marco propicio y la imaginación se la potencia". Cervantes se convierte así en "un adelantado a su época. No hay ulterior corriente literaria importante que no le deba algo al Quijote".
Carmen Calvo, que intervino después del premiado, aludió a su libro más reciente, El mago de Viena, que resume la aspiración fundamental del escritor: "La búsqueda de lo que él ha llamado con frecuencia la extravagancia y la universalidad". La ministra de Cultura recorrió después la trayectoria de Pitol como escritor, traductor, profesor y diplomático, además de destacar que, "en su estilo, se detecta algo similar a una autobiografía oblicua en la que se funden vida y literatura".
El rey Juan Carlos cerró el acto refiriéndose a Pitol como autor "de una genial obra literaria, originalísima, cosmopolita y de gran agilidad narrativa", y destacó además su "dimensión cervantina, así como su talante innovador y adelantado a su tiempo".
Pansexualismo
Pansexualismo
JUAN JOSÉ MILLÁS 14/04/2006
Ya anunciamos en su momento que, aunque los dirigentes del PP hubieran combatido con ferocidad en las instituciones y en la calle la ley que ampliaba a los homosexuales el derecho a casarse y a formar una familia, no tardarían en beneficiarse de ella. Pero pensábamos que esperarían por lo menos a que se resolviera el recurso que, en contra de esta iniciativa, presentaron ante el Constitucional. Nada de eso: un concejal popular de Orense acaba de contraer matrimonio con su novio en una ceremonia a la que ha asistido el mismísimo presidente del PP gallego. ¿Somos adivinos? No, somos observadores. El PP también estuvo en contra de la Constitución (a la que ahora veneran); del divorcio (al que exprimen); del aborto (al que suponemos que recurrirán como todo hijo de vecino). Son sólo tres ejemplos, pero para muestra vale un botón.
Tampoco nos ha decepcionado la Conferencia Episcopal, que ha puesto el grito en el cielo (dónde si no), atribuyendo el suceso al "exasperado pansexualismo" que se vive en España. "Exasperado pansexualismo", no se pierdan la expresión porque es de las que marcan época. Nosotros no sabemos, ni nos importa, cómo son las relaciones venéreas entre el concejal de Orense y su cónyuge (que sean exasperadas o serenas es un problema de ellos). Lo que sí sabemos es el significado del término pansexualismo, que el diccionario de la Academia define de este modo: "Tendencia a encontrar en toda conducta una motivación sexual". Este es el problema de la Conferencia Episcopal, y de la Iglesia en general, que sus representantes no pueden abrir la boca sin hablar de sexo.
Tanto es así que el obispo encargado de condenar el pansexualismo español recordó, acto seguido, que el onanismo continúa siendo un pecado mortal que se paga con el infierno. Asegurar con ese desparpajo que una actividad tan natural, inocente y cotidiana como la masturbación constituye una ofensa gravísima a alguien que sólo existe en la cabeza de quienes creen en él, resulta tan pintoresco como negar el movimiento de traslación de la Tierra. También, por cierto, en su día lo negaron, del mismo modo que el PP pidió firmas contra el divorcio. No somos nadie.
FREUD
Lucian Freud, OM (Berlín, 8 de diciembre de 1922) es un pintor y grabador británico, nieto de Sigmund Freud padre del psicoanálisis, y hermano de Clement Freud. La familia Freud emigró al Reino Unido en el año 1933, recibiendo la nacionalidad británica en 1939. Durante este periodo estudió en el Dartington Hall School en Totnes, Devon, y después en el Bryanston School.
Estuvo estudiando durante un breve período de tiempo en la Central School of Art de Londres y después con mucho éxito en la Cedric Morris's East Anglian School de Pintura y dibujo en Dedham. Se alistó como marino mercante en un convoy del Atlántico Norte en 1941 antes de serle invalidado su servicio en 1942. En su primera exhibición individual, en la Lefevre Gallery de 1944, se expuso su celebrado cuadro "El Cuarto del Pintor". Para el verano de 1946, viajó a Paris antes de continuar a Italia por varios meses. Desde entonces vive y trabaja en Londres.
Las primeras pinturas de Freud a menudo están asociadas con el surrealismo y muestran personas y plantas en yuxtaposiciones inusuales. Estos trabajos están usualmente hechos con pintura muy fina y a partir de los años 1950 empezó a realizar retratos, muy a menudo desnudos, sin nada más, utilizando la técnica del empasto. Los colores son a menudo neutros.
Los temas de Freud son personas y sus vidas; amistades, familia, colegas, amantes y niños. En contadas ocasiones acepta retratos por encargo. Como él mismo dice en sus memorias: "Pinto gente, no por lo que quisieran ser, sino por lo que son".
Su cuadro "Después de Cezanne" es notable por su forma inusual y el alto precio que pagó la Galería Nacional de Australia, de $ 7.4 millones de dólares americanos. Un retrato de pequeño formato de la reina Isabel II causó controversia, al mostrarla tan envejecida (o más) de lo que es. La prensa británica publicó críticas contrapuestas sobre él.
Pintor de producción no demasiado extensa y sumamente cotizado ahora, cuenta con apenas tres ejemplos en España: dos en el Museo Thyssen-Bornemisza (uno de ellos, un retrato del fallecido barón Thyssen), y otro retrato del barón, de mayor formato, que al parecer lo heredó su hija Francesca. En museos de latinoamérica, hay que citar dos pinturas en el MUNAL de México y una en MALBA de Argentina.
TRES HEROES DEL MEDITERRANEO GRECOLATINO TARDORROMANO
Carácter y destino
[...] Ha habido personajes de manifestación, o digamos ya "de carácter", cuyo carácter se cumplía plenamente en el ámbito visible. El genio máximo ha sido Charlot, que anduvo ya sobrado con el cine mudo. Pero en la escritura nunca bastará la descripción del gesto, y será la palabra dicha por el personaje, la palabra plena, significante, holgada, la que traiga en sí misma el componente más completo y más específicamente humano de la manifestación del carácter.
La manifestación del carácter en su plenitud es privilegio eminente de la comedia
Así habían sabido verlo los lectores de la primera parte del Quijote, según el testimonio del bachiller Sansón Carrasco, en uno de los primeros capítulos de la segunda parte, cuando a preguntas del propio Don Quijote sobre si el autor promete una segunda parte, contesta que hay quienes no la esperan ni la desean, pero que otros decían: "Vengan más quijotadas, embista Don Quijote y hable Sancho Panza, y sea lo que fuere, que con eso nos contentamos". Y aquí, dado que aunque Sansón Carrasco esté hablando dentro de la novela sabemos que es una noticia que Cervantes mete desde fuera de ella, no puedo por menos de encarecer la importancia capital de ese "hable Sancho Panza", como un testimonio revelador de hasta qué punto los lectores de la primera parte habían reconocido clarividentemente a Sancho Panza como un personaje de manifestación, o sea, como un personaje de carácter. Por supuesto que también lo es Don Quijote, pero bajo una condición peculiarísima que enseguida se verá.
La manifestación del carácter en su plenitud, que es igual que decir "en su gratuidad", es privilegio eminente de la comedia. La palabra "drama" quiere decir precisamente "acción", y es la acción, la acción con sentido, la proyección de intenciones y designios, los trabajos racionalmente dirigidos al logro de los fines, lo que constituye un "argumento" en el sentido fuerte, y no pertenece por lo tanto al orden del carácter, sino al orden del destino.
"Hermano, este día no es de aquellos sobre quien tiene juridición la hambre, merced al rico Camacho. Apeaos, y mirad si hay por ahí un cucharón y espumad una gallina o dos y buen provecho os haga". Tal es la respuesta que recibe Sancho Panza de uno de los cocineros de Camacho, cuando al acercarse a los fuegos de una gran cocina extendida en el suelo al aire libre, viendo toda aquella abundancia, "tutta quella grazia di Dio" -como habría dicho un italiano-, saca un mendrugo de pan y le pide al cocinero, "con corteses y hambrientas razones" tal como dice literalmente el texto, que le permita mojarlo en la salsa de una de las ollas. Estamos en el momento culminante de toda la novela, en su punto solar.
Y de una manera más manifiesta que en ningún otro pasaje, la prosa de Cervantes se deja blandamente suscitar y conducir por la atmósfera de la fiesta y la abundancia hallando las palabras que concuerdan con la manera, con el gesto, con la luz en que aparecen, o vislumbramos que tendrían que aparecer, las cosas en el orden del carácter, en el reino de los bienes, en el tiempo consuntivo, allí donde la juridición de la hambre ha quedado suspendida: "Y mirad si hay por ahí un cucharón y espumad una gallina o dos y buen provecho os haga". Así, abandonado, tirado por ahí, entre el desorden y la confusión de lumbres y calderos, debe de haber algún cucharón, que ni siquiera llega a ser "EL cucharón", porque sólo se tiene idea de que alguno había o tendría que haber o parece verosímil que lo haya. Las cosas huelgan sueltas, desligadas las unas de las otras, yacen desperdigadas sin que nadie las tenga sometidas a control. Lo mismo vale para "una gallina o dos", porque dos gallinas son una gallina, y una gallina dos gallinas son; los bienes no tienen cuenta; si se usa el número, una gallina o dos, es sólo porque vienen en cuerpos discontinuos, pero en la indiferencia, en esa misma dejadez del "una o dos", el propio número se anula virtualmente, incoando un continuo "gallina" tal vez un poco a la manera de aquel "tigre continuo" que inventó el talento de Jorge Luis Borges. Mas no son todos los tiempos unos.
En la "juridición de la" hambre, en el tiempo adquisitivo, de los valores, en el orden del destino, rige el principio burocrático de "un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio" y es intolerable que el cucharón no esté donde tiene que estar. Las gallinas, por su parte, están contadas, contabilizadas, controladas, y no sólo por si sobreviene una mortandad avícola y llegan a ser demasiado pocas y hay que racionarlas, sino también por si viene un año demasiado próspero y las gallinas aumentan más de lo debido, y hay que sacrificar las excedentes en aras de lo que hoy suele llamarse "creación de riqueza", porque entre ésta y el remedio de las carencias humanas, o sea, entre los valores y los bienes, hay un antagonismo irreductible.
Cuando se celebraron las bodas de Camacho regía una tregua entre flamencos y españoles; Cervantes no vivió para conocer la reanudación de aquella guerra, que había hecho acuñar a los españoles el lema aquel: "Italia mi ventura, Yndias mi desventura, Flandes mi sepoltura", ni conoció la atribulada corte de Felipe IV, en la que fue Velázquez el que tomó, magistralmente, su puesto como paladín del carácter. Ahí está su galería: el Bobo de Coria, el Niño de Vallecas, el Primo, Pablillos de Valladolid y otros, y hasta una mujer, Mari Bárbola, que hace la corte a la Infanta en Las meninas. Son personajes inmóviles en la pintura y en la historia; ni tan siquiera la edad que representan es ya la cuenta de sus años, sino un rasgo permanente de su fisonomía. Están en palacio sin más función, sin más servicio al rey que su presencia; sin ayer, sin mañana, sin historia. Frente al cárdeno horizonte de tormenta que hace el fondo del retrato del conde duque de Olivares, personaje de destino si los hay, los fondos de los cuadros de nuestros personajes de carácter son neutros, cercanos, sin horizonte alguno. Su servicio al melancólico rey es amortiguar, distraer, ahuyentar, exorcizar, la ominosa galerna del destino que amaga más allá del Guadarrama. Porque el halcón del destino, señor de la historia, lo trae ahora, firmemente agarrado a la luva de cuero en su muñeca, Richelieu.
[...] Don Quijote está en la encrucijada, inevitablemente conflictiva, entre el orden del carácter y el orden del destino. Que Don Quijote es un personaje de carácter es tan incuestionable como que lo es su escudero Sancho Panza. Veamos en qué plano de virtualidad es también un personaje de destino. El acto y el acta de constitución formal del personaje no pueden ser más inequívocos y están exactamente en el segundo párrafo del capítulo segundo de la Primera Parte y dice así:
"Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero iba hablando consigo mesmo y diciendo: ¿quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a la luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?: 'Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa Tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, [...] cuando el famoso caballero Don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel'. Y era la verdad que por él caminaba". (Hasta aquí la cita).
Aquí está, pues, en el principio mismo, tal como corresponde, y de una vez por todas, pues no se volverá a repetir, el auto de definición e instauración del personaje, dando cuenta de la pauta por la que desde el orden del carácter todos sus hechos van a verse virtualmente revestidos con las galas del orden del destino. [...]
La sin par naturaleza de Don Quijote estaba en ser un personaje de carácter cuyo carácter consistía en querer ser un personaje de destino. Sus acciones, en la narración que simultáneamente se les superpone, aparecen transfiguradas precisamente como destino. Pero en la misma medida en que tal transfiguración es producto de un empecinado esfuerzo del carácter, no se trata, en modo alguno, de una especie de hibridaje entre los dos órdenes. El ser personaje de destino es la obra de su carácter; por eso, lejos de disminuir su condición de personaje de carácter, la confirma y reduplica. [...]
Fragmento del discurso de Rafael Sánchez Ferlosio. La versión completa puede leerse en www.elpais.es.
LA VIDA ES UNA TOMBOLA TUIS TUIS TOMBOLA
Escándalo en 'Tómbola' al medir el pene de un invitado
JOAQUÍN FERRANDIS - Valencia - 24/04/2004
Esta vez el propio Gobierno valenciano, gobernado por el Partido Popular, no ha ocultado su malestar por los contenidos de Canal 9. El programa Tómbola, que emite Televisió Valenciana, volvió a provocar, en su edición del pasado miércoles por la noche, el escándalo. Durante la emisión en directo del magacín de cotilleos, Jesús Mariñas y Aurelio Manzano, dos de los colaboradores del programa que dirige Ximo Rovira, midieron con una cinta métrica de costurera el pene de Nico, un ex concursante de la última edición del programa Gran Hermano. La medición del miembro sexual del invitado en Tómbola se realizó en directo a instancias de Mariñas, que pidió la colaboración de una persona del público.
El invitado se prestó a la propuesta de los colaboradores habituales de Tómbola en medio de un debate en el que se comparaba el órgano sexual de Nico con el de Gustavo, otro ex concursante de Gran Hermano, del que previamente se pudo ver un vídeo de una de sus actuaciones como stripper en el que se ocultó el pene con el dibujo de una zanahoria. La operación con la cinta métrica se realizó en directo con la colaboración del invitado, que se desnudó, aunque se colocó de espaldas a la cámara.
El consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno valenciano, Alejandro Font de Mora, tachó la situación de "muy lamentable" y aseguró que "la dirección de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV) conoce sobradamente la opinión del Consell sobre este tipo de contenidos". Font de Mora aseguró, sin embargo, que el Ejecutivo valenciano no ha adoptado ninguna decisión sobre la continuidad de Tómbola y la permanencia en los puestos de los responsables de su emisión porque es "en el ámbito de RTVV donde deben tomarse las decisiones" para evitar ese tipo de contenidos. El portavoz del Consell criticó que por parte de los socialistas valencianos sea el diputado autonómico Andrés Perelló, colaborador del programa Crónicas marcianas, quien cuestione Tómbola.
JOAQUÍN FERRANDIS - Valencia - 24/04/2004
Esta vez el propio Gobierno valenciano, gobernado por el Partido Popular, no ha ocultado su malestar por los contenidos de Canal 9. El programa Tómbola, que emite Televisió Valenciana, volvió a provocar, en su edición del pasado miércoles por la noche, el escándalo. Durante la emisión en directo del magacín de cotilleos, Jesús Mariñas y Aurelio Manzano, dos de los colaboradores del programa que dirige Ximo Rovira, midieron con una cinta métrica de costurera el pene de Nico, un ex concursante de la última edición del programa Gran Hermano. La medición del miembro sexual del invitado en Tómbola se realizó en directo a instancias de Mariñas, que pidió la colaboración de una persona del público.
El invitado se prestó a la propuesta de los colaboradores habituales de Tómbola en medio de un debate en el que se comparaba el órgano sexual de Nico con el de Gustavo, otro ex concursante de Gran Hermano, del que previamente se pudo ver un vídeo de una de sus actuaciones como stripper en el que se ocultó el pene con el dibujo de una zanahoria. La operación con la cinta métrica se realizó en directo con la colaboración del invitado, que se desnudó, aunque se colocó de espaldas a la cámara.
El consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno valenciano, Alejandro Font de Mora, tachó la situación de "muy lamentable" y aseguró que "la dirección de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV) conoce sobradamente la opinión del Consell sobre este tipo de contenidos". Font de Mora aseguró, sin embargo, que el Ejecutivo valenciano no ha adoptado ninguna decisión sobre la continuidad de Tómbola y la permanencia en los puestos de los responsables de su emisión porque es "en el ámbito de RTVV donde deben tomarse las decisiones" para evitar ese tipo de contenidos. El portavoz del Consell criticó que por parte de los socialistas valencianos sea el diputado autonómico Andrés Perelló, colaborador del programa Crónicas marcianas, quien cuestione Tómbola.
HOMENAJE A SUS 75 AÑOS
Hija de la maestra de piano Romilda Villani y el ingeniero Riccardo Scicolone, creció en Pozzuoli (cerca de Nápoles) durante la Segunda Guerra Mundial.
Loren comenzó su carrera en actuación a comienzos de la década de 1950, con pequeños papeles en películas italianas. En esos tiempos, actuó como extra junto con su madre en la película Quo Vadis, que fue filmada en Roma.
Trabajó también como modelo en fotonovelas semanales (fotoromanzi), acreditada como Sofia Villani o Sofia Lazzaro. Fue modelo en varios concursos de belleza, donde ganó varios premios y conoció a su futuro marido, Carlo Ponti, productor de películas, con quien se casó el 17 de septiembre de 1957. Juntos tendrían dos hijos, Carlo Ponti Jr. y Edoardo Ponti. El matrimonio fue anulado temporalmente para evitar una demanda legal contra Ponti tras acusarle de bigamia, y se casaron nuevamente en 1966.
Estrellato: de Italia al mundo [editar]Su carrera comenzó a despegar cuando conoció, en 1954, a Vittorio De Sica y Marcello Mastroianni. Al igual que Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida y Lucía Bosé, fue incluida en el grupo de bellezas italianas que aunaban picardía y emociones en las películas más amables del neorrealismo italiano. En cierta manera, la Loren era el reverso de Anna Magnani, que era menos bella y más desgarrada.
Para la segunda mitad de la década de 1950, Sophia Loren era ya popular en Hollywood, al protagonizar películas junto con Frank Sinatra y Cary Grant. Loren firmó un contrato por cinco películas con los estudios Paramount. Entre sus trabajos de esta época están Deseo bajo los olmos (Desire under the elms, con Anthony Perkins), Orgullo y pasión, Houseboat (con Cary Grant) y Heller in Pink Tights, bajo la dirección de George Cukor, en 1960.
Sophia Loren se ganó el respeto de la audiencia por su participación en dramas y comedias, especialmente en proyectos italianos, donde era más libre para expresarse. En 1960, su actuación en La ciociara (Dos mujeres), película dirigida por Vittorio de Sica según un relato de Alberto Moravia, dio un giro a su carrera. Encarnaba a una madre que era violada. Ganó los principales premios de interpretación del mundo: los de mejor actriz en los festivales de Cannes, Berlín y Venecia, así como el premio Óscar. Fue la primer persona que lo ganaba con una actuación en un idioma diferente al inglés.
No obstante su típica apariencia de una actriz hermosa, pero cabeza hueca, Loren era reconocida por su inteligencia y agudeza. Uno de sus dichos más frecuentemente recurridos, se refiere a su dieta: «Todo lo que ven, se lo debo a los spaghetti».
A partir de la década de 1960, frecuenta los papeles de personajes históricos y películas rodadas en co-producción, como El Cid de Anthony Mann (donde encarnó a Doña Jimena), La caída del imperio romano, La condesa de Hong Kong (con Marlon Brando, dirigida por Charles Chaplin), El hombre de La Mancha (con Peter O'Toole) y El puente de Cassandra.
En 1980, Sophia Loren tuvo el raro privilegio de actuar como ella misma y como su madre, en el filme biográfico para televisión. La película estaba basada en su libro autobiográfico titulado Sophia: su propia historia. Su nombre apareció en las portadas de todo el mundo en 1982 por razones extraartísticas, pues recibió una sentencia de cárcel de 18 días, por evasión fiscal.
Ya en su sesentena, Loren fue más selectiva en sus papeles, y además probó en otros tipos de negocios, publicando libros de cocina y publicitando gafas, joyería y perfumes. Fue la primer actriz en lanzar una fragancia propia. Actuó en la película Prêt-à-Porter, de Robert Altman, en la cual repitió cómicamente (junto con Marcello Mastroianni) una famosa escena de destape que habían rodado cuarenta años antes en Ayer, hoy, mañana. También participó en la comedia Grumpier Old Men (Dos viejos más gruñones), junto con Walter Matthau y Jack Lemmon.
En 1991, Loren recibió un Óscar honorario por su contribución al mundo del cine, y fue declarada uno de los «tesoros mundiales del cine».
En 2008, regresa a las grandes producciones de Hollywood participando en el rodaje de la película Nine, adaptación de un musical de Broadway dirigida por Rob Marshall.
En Chile, esta actriz es recordada por parte de los trabajadores ferroviarios, pues éstos dan su nombre de manera informal a una serie de locomotoras Italianas (E - 32) debido -según se dice- a las formas curvas de las máquinas. Estas locomotoras prestan servicios en EFE desde 1962.
Marías recupera una novela de juventud
'El monarca del tiempo', la tercera obra del escritor, se reedita en Reino de Redonda
Salvo algunos ejemplares en las librerías de viejo, eran piezas que no se podían encontrar. El monarca del tiempo, la tercera novela de Javier Marías, escrita cuando tenía 27 años, y los más de cincuenta relatos de William Butler Yeats, reunidos en El crepúsculo celta y La rosa secreta, acaban de ser reeditados por la editorial Reino de Redonda, sello de literatura fantástica creado por el autor de Corazón tan blanco. Además de su trabajo como autor y editor, Javier Marías ha traducido El crepúsculo celta, una colección de relatos basada en cuentos orales de la provincia irlandesa de Sligo, donde Yeats pasó su infancia, mientras que Alejandro García Reyes se ha encargado de la traducción de La rosa secreta.
Hace veinticinco años que El monarca del tiempo, la tercera novela de Javier Marías (Madrid, 1951), no se encontraba en las librerías. "Un cuarto de siglo de condena para cualquier delito literario es condena suficiente", asegura sonriente el escritor para justificar la reedición de una novela que se publicó en la editorial Alfaguara, cuando el autor tenía 27 años. "Hasta ahora no la había querido reeditar nunca", añade, y no porque odiara el libro, sino porque nunca ha estado muy convencido de recuperarla cada vez que alguna editorial se lo pedía.
El monarca del tiempo está dividida en cinco partes muy distintas: un ensayo, tres cuentos y una pieza teatral. "En su día la presenté como novela y desde entonces así ha permanecido. Pero si lo es o no, dadas sus muy extañas características, es algo que ahora me resulta indiferente". De hecho, en la edición publicada en 1978, en la solapa de El monarca del tiempo se le llamó libro. Lo recuerda la profesora de la Universidad de Venecia, Elide Pitarello, que ahora también repite como prologuista. "Mezclar géneros literarios dentro de una sola narración era la novedad de la década", asegura Pitarello, para la que, en estas breves historias, se fraguan los primeros ejemplos de los muchos personajes "pasivos e irresolutos" de este autor. "Criaturas fantasmales que, con febril imaginación, irán atendiendo a lo incógnito a través de esas alternativas a la praxis racional llamadas, por ejemplo, 'presentimiento de desastre' en Corazón tan blanco o 'encantamiento' en Mañana en la batalla piensa en mí".
"Si en su momento El monarca del tiempo pudo parecer el refinado divertissement de un joven novelista que -en la opinión de algunos- no parecía español, hoy produce vértigo comprobar que el nihilismo de las más célebres novelas de Marías no es un fruto de la madurez", añade en el prólogo Pitarello.
En estos cinco lustros, Marías ha reeditado algunas de sus partes como textos autónomos, dos de ellas como cuentos y una como ensayo. Pero en todo este tiempo han sido muchos los que le han pedido la novela o le han preguntado cómo reencontrarla: "Como no sea en una librería de viejo", respondía invariablemente a unos y otros, a los que no duda en calificar de coleccionistas.
De hecho, los escasos ejemplares de la novela que pululan por ahí, de esa primera edición, pueden venderse a precios "desorbitados" que, en algunos casos, rondan los 200 euros. La decisión última para volver a publicar la obra, prácticamente tal como fue concebida, tiene mucho que ver con el espíritu de coleccionista del propio autor, capaz de recorrer incansable catálogos y librerías "en busca de la última tontería que se le ocurriera escribir a Conrad, Isak Dinesen o Nabokov, por mencionar sólo a unos pocos con los que no me cabe comparación".
"Al coleccionista", concluye el autor de Los dominios del lobo, "llega un momento en que la calidad de una obra huidiza o rara le trae sin cuidado. Tan sólo quiere tenerla en su biblioteca".
La tirada de El monarca del tiempo, séptimo volumen editado por Reino de Redonda, es "tan modesta" -alrededor de 3.000 copias- como lo fue en la primera edición. Una tirada parecida, por otra parte, a la que tienen la mayor parte de los títulos publicados por esta editorial, que se llama Reino de Redonda porque ese fue el nombre que Cristóbal Colón eligió para una pequeña isla de las Antillas que fue morada de monstruos y escondite de contrabandistas.
De los libros, de pastas duras y colores sobrios de esta colección, se han suprimido en las ultimas ediciones las ilustraciones de color por razones económicas. "Ésta no es una editorial convencional", aclara el autor de Negra espalda del tiempo. Se trata, cuenta, de un sello modesto creado para mantener viva la memoria de algunos de sus antecesores literarios y para publicar lo que él quiera con un lema que rinde homenaje a Ovidio: ride si sapis, que quiere decir ríe si sabes.
Pese a que recibe cartas de gente que le pide empleo, los libros se cocinan entre el propio autor y Carmen López, encargada de la edición.
Javier Marías asegura que siempre ha sido muy cuidadoso como traductor. Durante los años que vivió en Oxford, intimó con un viejo profesor que a su vez había conocido a William Butler Yeats [Dublín, 1865-Roquebrune-Cap-Martin (Francia) 1939] . En esa época realizó la traducción de los relatos incluidos en El crepúsculo celta, publicados con La rosa secreta por la editorial Alfaguara, en los años ochenta. Marías ha decidido recuperar ahora esos textos sin apenas retoques para la editorial Reino de Redonda, y así contribuir a que se conozca mejor la faceta como prosista del poeta que ganó el Premio Nobel. La voluntad de los herederos del poeta, que militó en las filas del independentismo irlandés, era que ambos libros se publicaran conjuntamente.
La activa vida de los muertos, los bosques, espesos y silenciosos, habitados por duendes, musas, caballeros y juglares transitan por los dos libros. El crepúsculo celta es más un conjunto de episodios que un libro de relatos. "Muchos proceden de historias o leyendas que Yeats escuchó en la provincia de Sligo, donde pasó su infancia", recuerda Marías.
Junto a la innegable calidad de los textos, el traductor destaca como "muy interesantes" algunas de las reflexiones que el poeta incluye en algunos de los relatos. Cita, como ejemplo, una frase de uno de los cuentos de El crepúsculo celta en la que Yeats duda sobre la percepción última que tenemos de las personas: "Uno de los grandes problemas de la vida es que no podemos tener ninguna emoción pura. Siempre hay en nuestro enemigo algo que nos gusta y en nuestro amor algo que nos desagrada. Es este enredo químico lo que nos hace viejos y nos arruga la frente y hace más profundos los surcos de nuestros ojos".
El crepúsculo celta y La rosa secreta fueron escritos en los años en que William Butler Yeats "decidió su estética, su moral de vida, sus convicciones religiosas y políticas", cuenta en el prólogo el escritor Juan Villoro, quien califica al Yeats de estos dos libros "como un adelantado de los años sesenta" que opta por una literatura de claroscuros.
Villoro deja constancia en el prólogo de la peculiar vida amorosa del poeta -casi septuagenario se sometió a una operación para recuperar el vigor sexual-, de sus veleidades esotéricas -perteneció a la secta La búsqueda del amanecer dorado- y fue un acérrimo partidario de las rebeldías elegantes. Hijo de un filósofo y pintor, Yeats creció a la sombra de su madre "que amaba a Irlanda en la misma medida que odiaba todo lo inglés". En la lápida colocada en su tumba puede leerse el siguiente epitafio: "Jinete, echa una mirada sobre la vida, sobre la muerte y sigue adelante".
Salvo algunos ejemplares en las librerías de viejo, eran piezas que no se podían encontrar. El monarca del tiempo, la tercera novela de Javier Marías, escrita cuando tenía 27 años, y los más de cincuenta relatos de William Butler Yeats, reunidos en El crepúsculo celta y La rosa secreta, acaban de ser reeditados por la editorial Reino de Redonda, sello de literatura fantástica creado por el autor de Corazón tan blanco. Además de su trabajo como autor y editor, Javier Marías ha traducido El crepúsculo celta, una colección de relatos basada en cuentos orales de la provincia irlandesa de Sligo, donde Yeats pasó su infancia, mientras que Alejandro García Reyes se ha encargado de la traducción de La rosa secreta.
Hace veinticinco años que El monarca del tiempo, la tercera novela de Javier Marías (Madrid, 1951), no se encontraba en las librerías. "Un cuarto de siglo de condena para cualquier delito literario es condena suficiente", asegura sonriente el escritor para justificar la reedición de una novela que se publicó en la editorial Alfaguara, cuando el autor tenía 27 años. "Hasta ahora no la había querido reeditar nunca", añade, y no porque odiara el libro, sino porque nunca ha estado muy convencido de recuperarla cada vez que alguna editorial se lo pedía.
El monarca del tiempo está dividida en cinco partes muy distintas: un ensayo, tres cuentos y una pieza teatral. "En su día la presenté como novela y desde entonces así ha permanecido. Pero si lo es o no, dadas sus muy extañas características, es algo que ahora me resulta indiferente". De hecho, en la edición publicada en 1978, en la solapa de El monarca del tiempo se le llamó libro. Lo recuerda la profesora de la Universidad de Venecia, Elide Pitarello, que ahora también repite como prologuista. "Mezclar géneros literarios dentro de una sola narración era la novedad de la década", asegura Pitarello, para la que, en estas breves historias, se fraguan los primeros ejemplos de los muchos personajes "pasivos e irresolutos" de este autor. "Criaturas fantasmales que, con febril imaginación, irán atendiendo a lo incógnito a través de esas alternativas a la praxis racional llamadas, por ejemplo, 'presentimiento de desastre' en Corazón tan blanco o 'encantamiento' en Mañana en la batalla piensa en mí".
"Si en su momento El monarca del tiempo pudo parecer el refinado divertissement de un joven novelista que -en la opinión de algunos- no parecía español, hoy produce vértigo comprobar que el nihilismo de las más célebres novelas de Marías no es un fruto de la madurez", añade en el prólogo Pitarello.
En estos cinco lustros, Marías ha reeditado algunas de sus partes como textos autónomos, dos de ellas como cuentos y una como ensayo. Pero en todo este tiempo han sido muchos los que le han pedido la novela o le han preguntado cómo reencontrarla: "Como no sea en una librería de viejo", respondía invariablemente a unos y otros, a los que no duda en calificar de coleccionistas.
De hecho, los escasos ejemplares de la novela que pululan por ahí, de esa primera edición, pueden venderse a precios "desorbitados" que, en algunos casos, rondan los 200 euros. La decisión última para volver a publicar la obra, prácticamente tal como fue concebida, tiene mucho que ver con el espíritu de coleccionista del propio autor, capaz de recorrer incansable catálogos y librerías "en busca de la última tontería que se le ocurriera escribir a Conrad, Isak Dinesen o Nabokov, por mencionar sólo a unos pocos con los que no me cabe comparación".
"Al coleccionista", concluye el autor de Los dominios del lobo, "llega un momento en que la calidad de una obra huidiza o rara le trae sin cuidado. Tan sólo quiere tenerla en su biblioteca".
La tirada de El monarca del tiempo, séptimo volumen editado por Reino de Redonda, es "tan modesta" -alrededor de 3.000 copias- como lo fue en la primera edición. Una tirada parecida, por otra parte, a la que tienen la mayor parte de los títulos publicados por esta editorial, que se llama Reino de Redonda porque ese fue el nombre que Cristóbal Colón eligió para una pequeña isla de las Antillas que fue morada de monstruos y escondite de contrabandistas.
De los libros, de pastas duras y colores sobrios de esta colección, se han suprimido en las ultimas ediciones las ilustraciones de color por razones económicas. "Ésta no es una editorial convencional", aclara el autor de Negra espalda del tiempo. Se trata, cuenta, de un sello modesto creado para mantener viva la memoria de algunos de sus antecesores literarios y para publicar lo que él quiera con un lema que rinde homenaje a Ovidio: ride si sapis, que quiere decir ríe si sabes.
Pese a que recibe cartas de gente que le pide empleo, los libros se cocinan entre el propio autor y Carmen López, encargada de la edición.
Javier Marías asegura que siempre ha sido muy cuidadoso como traductor. Durante los años que vivió en Oxford, intimó con un viejo profesor que a su vez había conocido a William Butler Yeats [Dublín, 1865-Roquebrune-Cap-Martin (Francia) 1939] . En esa época realizó la traducción de los relatos incluidos en El crepúsculo celta, publicados con La rosa secreta por la editorial Alfaguara, en los años ochenta. Marías ha decidido recuperar ahora esos textos sin apenas retoques para la editorial Reino de Redonda, y así contribuir a que se conozca mejor la faceta como prosista del poeta que ganó el Premio Nobel. La voluntad de los herederos del poeta, que militó en las filas del independentismo irlandés, era que ambos libros se publicaran conjuntamente.
La activa vida de los muertos, los bosques, espesos y silenciosos, habitados por duendes, musas, caballeros y juglares transitan por los dos libros. El crepúsculo celta es más un conjunto de episodios que un libro de relatos. "Muchos proceden de historias o leyendas que Yeats escuchó en la provincia de Sligo, donde pasó su infancia", recuerda Marías.
Junto a la innegable calidad de los textos, el traductor destaca como "muy interesantes" algunas de las reflexiones que el poeta incluye en algunos de los relatos. Cita, como ejemplo, una frase de uno de los cuentos de El crepúsculo celta en la que Yeats duda sobre la percepción última que tenemos de las personas: "Uno de los grandes problemas de la vida es que no podemos tener ninguna emoción pura. Siempre hay en nuestro enemigo algo que nos gusta y en nuestro amor algo que nos desagrada. Es este enredo químico lo que nos hace viejos y nos arruga la frente y hace más profundos los surcos de nuestros ojos".
El crepúsculo celta y La rosa secreta fueron escritos en los años en que William Butler Yeats "decidió su estética, su moral de vida, sus convicciones religiosas y políticas", cuenta en el prólogo el escritor Juan Villoro, quien califica al Yeats de estos dos libros "como un adelantado de los años sesenta" que opta por una literatura de claroscuros.
Villoro deja constancia en el prólogo de la peculiar vida amorosa del poeta -casi septuagenario se sometió a una operación para recuperar el vigor sexual-, de sus veleidades esotéricas -perteneció a la secta La búsqueda del amanecer dorado- y fue un acérrimo partidario de las rebeldías elegantes. Hijo de un filósofo y pintor, Yeats creció a la sombra de su madre "que amaba a Irlanda en la misma medida que odiaba todo lo inglés". En la lápida colocada en su tumba puede leerse el siguiente epitafio: "Jinete, echa una mirada sobre la vida, sobre la muerte y sigue adelante".
El escritor Javier Marías galardonado con el Premio Salambó
Javier Marías (Madrid, 1951) recogió el Premio Salambó con "satisfacción, pero también con tristeza por la muerte de Terenci Moix, uno de los escritores más queridos en esta ciudad. Pienso que Terenci no era muy de Cataluña, pero sí muy de Barcelona", dijo el novelista, que ahora se encuentra enfrascado en la continuación de Fiebre y lanza. "Aunque tampoco ayuda a escribir ficción la situación actual, con una guerra frívola en la que España se ve involucrada por un Gobierno indecente".
El escritor no quiso avanzar nada sobre el camino que tomará en la parte final de Fiebre y lanza, las investigaciones de Jacques Deza (el protagonista de la novela) sobre el asesinato del dirigente del POUM Andrés Nin. "Sigo sin tener clara la estructura que tendrá la segunda parte. Si tuviera pensado de antemano el cuerpo de mis novelas, probablemente no las escribiría, me aburriría. Sé dónde quiero llegar, pero no el camino a tomar. Escribir para mí es inventar, descubrir y averiguar", dijo el autor, que aún continúa sin leer las críticas que aparecieron tras la publicación de Tu rostro mañana. "Estoy tentado de no hacer el segundo volumen por si descalabro todo el proyecto", bromeó Marías.
El jurado de esta segunda edición del Premio Salambó estuvo compuesto por Luisa Castro, Javier Cercas (ganador de la primera edición por Soldados de Salamina), Jorge Edwards, Espido Freire, Javier García Sánchez, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Carmen Posadas, Juan Manuel de Prada, Benjamín Prado, Soledad Puértolas, Félix Romeo y Antonio Soler. "Que el jurado sean escritores hace mucho más halagador el premio. Sé que los novelistas somos lectores muy exigentes con tendencia a ver los fallos y las artimañas de los libros. Además, recibir el premio de unos colegas me estimula a hacer el segundo volumen". El jurado acordó otorgar el premio a Javier Marías por la "ambición" de esta novela, que gira alrededor de las palabras dichas y las calladas, sobre las conexiones del recuerdo y el olvido, sobre la dicotomía entre la ficción y la realidad. "Siempre hay zonas de sombras en todos nosotros y el narrador es un personaje que tampoco tiene por qué decir siempre la verdad", contestó ayer Marías sobre el papel de la voz del narrador en su novela.
El premio, sin dotación económica, lo creó en 2001 un grupo de escritores que se reúnen en el café Salambó del barrio barcelonés de Gràcia, cuenta con el patrocinio de la Fnac y con la colaboración del Ayuntamiento de Barcelona. La finalidad del Salambó es reconocer las mejores novelas publicadas durante el año anterior a juicio de los propios narradores. El jurado seleccionó entre las obras finalistas las de Enrique Vila-Matas, Juan José Millás, Almudena Grandes, Nuria Amat y Felipe Benítez Reyes. "No conozco el resto de las obras finalistas porque, cuando uno escribe, tiene poco tiempo para leer. Reconozco que llevo un retraso considerable en lecturas contemporáneas", dijo Marías, que también fue muy crítico con los premios literarios para obras inéditas. "No me presento a los premios, lo hice una vez y no lo haré más. Tengo la sensación de que muchos de esos galardones a originales, yo los llamaría concursos, los ganan en demasiadas ocasiones autores ya conocidos", explicó el autor de Negra espalda del tiempo, que mantuvo también ayer un encuentro con los lectores.
El escritor no quiso avanzar nada sobre el camino que tomará en la parte final de Fiebre y lanza, las investigaciones de Jacques Deza (el protagonista de la novela) sobre el asesinato del dirigente del POUM Andrés Nin. "Sigo sin tener clara la estructura que tendrá la segunda parte. Si tuviera pensado de antemano el cuerpo de mis novelas, probablemente no las escribiría, me aburriría. Sé dónde quiero llegar, pero no el camino a tomar. Escribir para mí es inventar, descubrir y averiguar", dijo el autor, que aún continúa sin leer las críticas que aparecieron tras la publicación de Tu rostro mañana. "Estoy tentado de no hacer el segundo volumen por si descalabro todo el proyecto", bromeó Marías.
El jurado de esta segunda edición del Premio Salambó estuvo compuesto por Luisa Castro, Javier Cercas (ganador de la primera edición por Soldados de Salamina), Jorge Edwards, Espido Freire, Javier García Sánchez, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Carmen Posadas, Juan Manuel de Prada, Benjamín Prado, Soledad Puértolas, Félix Romeo y Antonio Soler. "Que el jurado sean escritores hace mucho más halagador el premio. Sé que los novelistas somos lectores muy exigentes con tendencia a ver los fallos y las artimañas de los libros. Además, recibir el premio de unos colegas me estimula a hacer el segundo volumen". El jurado acordó otorgar el premio a Javier Marías por la "ambición" de esta novela, que gira alrededor de las palabras dichas y las calladas, sobre las conexiones del recuerdo y el olvido, sobre la dicotomía entre la ficción y la realidad. "Siempre hay zonas de sombras en todos nosotros y el narrador es un personaje que tampoco tiene por qué decir siempre la verdad", contestó ayer Marías sobre el papel de la voz del narrador en su novela.
El premio, sin dotación económica, lo creó en 2001 un grupo de escritores que se reúnen en el café Salambó del barrio barcelonés de Gràcia, cuenta con el patrocinio de la Fnac y con la colaboración del Ayuntamiento de Barcelona. La finalidad del Salambó es reconocer las mejores novelas publicadas durante el año anterior a juicio de los propios narradores. El jurado seleccionó entre las obras finalistas las de Enrique Vila-Matas, Juan José Millás, Almudena Grandes, Nuria Amat y Felipe Benítez Reyes. "No conozco el resto de las obras finalistas porque, cuando uno escribe, tiene poco tiempo para leer. Reconozco que llevo un retraso considerable en lecturas contemporáneas", dijo Marías, que también fue muy crítico con los premios literarios para obras inéditas. "No me presento a los premios, lo hice una vez y no lo haré más. Tengo la sensación de que muchos de esos galardones a originales, yo los llamaría concursos, los ganan en demasiadas ocasiones autores ya conocidos", explicó el autor de Negra espalda del tiempo, que mantuvo también ayer un encuentro con los lectores.
'El mal de Montano' es considerada la mejor novela de 2002
'El mal de Montano' es considerada la mejor novela de 2002.
Los críticos españoles reconocieron ayer que no les ha sido fácil elegir las mejores obras de 2002: había muchas y buenas. Finalmente, un jurado de 19 miembros de la Asociación Española de Críticos Literarios eligió El mal de Montano, de Enrique Vila-Matas, como la mejor novela escrita en castellano, y Santa deriva, de Vicente Gallego, en la categoría de poesía. En literatura vasca se galardonó a Pello Lizarralde y a Juan Kruz Igerabide Sarasola; en catalán, a Ferran Torrent y Màrius Sampere, y en gallego, a Carlos Casares, a título póstumo, y a Xavier Seoane. Entre los candidatos a conseguir el premio de prosa castellana se encontraban Gabriel García Márquez, Javier Marías y Luis Mateo Díez.
"El 2002 ha sido un año bueno en la prosa narrativa en castellano. En la mente de todos están los libros de Javier Marías, Luis Mateo Díez, José María Merino, Luis Landero, Francisco Javier Ávila, Gabriel García Márquez...", enumeró ayer el crítico Fernando Valls. Y entre ellos se encontraba Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), a quien un jurado de 19 miembros de la Asociación de Críticos Literarios, presidido por Miguel García-Posada, otorgó ayer en Madrid el Premio de la Crítica a la mejor obra en prosa escrita en castellano en 2002 por su novela El mal de Montano (Anagrama), que ya obtuvo el Premio Herralde. "El jurado del premio, que no tiene remuneración, ha tenido en cuenta la calidad indiscutible del libro y que Vila-Matas es un escritor heterodoxo, con voz propia", afirmó Valls. "Es un libro que no hay que leerlo de una manera típica, porque no tiene una estructura tradicional, ni unos personajes con una psicología tradicional. La gracia y el interés del libro están en que pone en cuestión el realismo. Hay una interesante reflexión metaliteraria sobre lo que ha significado el realismo en la literatura española", continuó Valls. "El protagonista de la novela tiene algo de Don Quijote. Viaja a las Azores y se encuentra con aventuras distintas que va resolviendo", dijo, "y el título, El mal de Montano, hace referencia al mal de la literatura de un individuo que está enfermo por lo literario y que vive la vida como si fuera literatura".
Vila-Matas ha terminado su nueva novela, autobiográfica 'París no acaba nunca'
"Agradezco al jurado, sean quienes sean los críticos que lo integran, el premio. Me alegro por mí y por mis lectores", afirmó ayer Enrique Vila-Matas. El escritor, identificado con el protagonista de El mal de Montano, explicó: "Un amigo me hizo la extraña acusación de que sólo sé hablar de literatura. Puede ser que tuviera razón o puede que no, pero, en cualquier caso, decidí inventarme este personaje para liberarme de esa posible enfermedad".
Es una terapia que le da buenos resultados, como, por ejemplo, cuando escribió Suicidios ejemplares. "Tenía entonces muchas obsesiones y visiones negras y me libré de ellas con ese libro. ¿Estoy enfermo de literatura? Después de El mal de Montano ya estoy olvidándome de todo eso".
Se ha olvidado tanto que anteayer acabó su nueva novela. "Parece que la haya escrito muy deprisa [El mal de Montano apareció a finales de noviembre de 2002], pero no es cierto. Es un libro muy trabajado, en el que pensaba desde hace mucho tiempo y que he reescrito varias veces". Se titula París no se acaba nunca, como el último capítulo de París era una fiesta, de Ernest Hemingway, y en ella relata los dos años que pasó en París, entre 1974 y 1976. "Quería imitar a Hemingway, sólo que él allí fue pobre y feliz y yo todo lo contrario, pobre e infeliz".
"Me trato con mucha ironía, tanto a mí mismo como a la juventud de aquella época", añadió. Sobre si son memorias o novela, Vila-Matas lo dejó muy claro: "No mezclo realidad y ficción. La literatura siempre es invención, lo otro sería una monstruosidad".
Los críticos españoles reconocieron ayer que no les ha sido fácil elegir las mejores obras de 2002: había muchas y buenas. Finalmente, un jurado de 19 miembros de la Asociación Española de Críticos Literarios eligió El mal de Montano, de Enrique Vila-Matas, como la mejor novela escrita en castellano, y Santa deriva, de Vicente Gallego, en la categoría de poesía. En literatura vasca se galardonó a Pello Lizarralde y a Juan Kruz Igerabide Sarasola; en catalán, a Ferran Torrent y Màrius Sampere, y en gallego, a Carlos Casares, a título póstumo, y a Xavier Seoane. Entre los candidatos a conseguir el premio de prosa castellana se encontraban Gabriel García Márquez, Javier Marías y Luis Mateo Díez.
"El 2002 ha sido un año bueno en la prosa narrativa en castellano. En la mente de todos están los libros de Javier Marías, Luis Mateo Díez, José María Merino, Luis Landero, Francisco Javier Ávila, Gabriel García Márquez...", enumeró ayer el crítico Fernando Valls. Y entre ellos se encontraba Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), a quien un jurado de 19 miembros de la Asociación de Críticos Literarios, presidido por Miguel García-Posada, otorgó ayer en Madrid el Premio de la Crítica a la mejor obra en prosa escrita en castellano en 2002 por su novela El mal de Montano (Anagrama), que ya obtuvo el Premio Herralde. "El jurado del premio, que no tiene remuneración, ha tenido en cuenta la calidad indiscutible del libro y que Vila-Matas es un escritor heterodoxo, con voz propia", afirmó Valls. "Es un libro que no hay que leerlo de una manera típica, porque no tiene una estructura tradicional, ni unos personajes con una psicología tradicional. La gracia y el interés del libro están en que pone en cuestión el realismo. Hay una interesante reflexión metaliteraria sobre lo que ha significado el realismo en la literatura española", continuó Valls. "El protagonista de la novela tiene algo de Don Quijote. Viaja a las Azores y se encuentra con aventuras distintas que va resolviendo", dijo, "y el título, El mal de Montano, hace referencia al mal de la literatura de un individuo que está enfermo por lo literario y que vive la vida como si fuera literatura".
Vila-Matas ha terminado su nueva novela, autobiográfica 'París no acaba nunca'
"Agradezco al jurado, sean quienes sean los críticos que lo integran, el premio. Me alegro por mí y por mis lectores", afirmó ayer Enrique Vila-Matas. El escritor, identificado con el protagonista de El mal de Montano, explicó: "Un amigo me hizo la extraña acusación de que sólo sé hablar de literatura. Puede ser que tuviera razón o puede que no, pero, en cualquier caso, decidí inventarme este personaje para liberarme de esa posible enfermedad".
Es una terapia que le da buenos resultados, como, por ejemplo, cuando escribió Suicidios ejemplares. "Tenía entonces muchas obsesiones y visiones negras y me libré de ellas con ese libro. ¿Estoy enfermo de literatura? Después de El mal de Montano ya estoy olvidándome de todo eso".
Se ha olvidado tanto que anteayer acabó su nueva novela. "Parece que la haya escrito muy deprisa [El mal de Montano apareció a finales de noviembre de 2002], pero no es cierto. Es un libro muy trabajado, en el que pensaba desde hace mucho tiempo y que he reescrito varias veces". Se titula París no se acaba nunca, como el último capítulo de París era una fiesta, de Ernest Hemingway, y en ella relata los dos años que pasó en París, entre 1974 y 1976. "Quería imitar a Hemingway, sólo que él allí fue pobre y feliz y yo todo lo contrario, pobre e infeliz".
"Me trato con mucha ironía, tanto a mí mismo como a la juventud de aquella época", añadió. Sobre si son memorias o novela, Vila-Matas lo dejó muy claro: "No mezclo realidad y ficción. La literatura siempre es invención, lo otro sería una monstruosidad".
A CORUÑA EL 16 Y COMPOSTELA EL 17
El Xornal de Galicia publicaba ayer una noticias sobre la cultura, el conselleiro, Alfredo Brañas y las estrellas. Entresacamos dos párrafos para poner en medio dos fotos; una del emotivo acto ante Curros en AC -donde ni Himno ni nada-, y otra de la gran SDC: pasen y vean:
A reivindicación de persoeiros galeguistas falecidos por parte dos partidos políticos e institucións actuais viviu onte un novo capítulo. Á xa prevista identificación do PSOE co ideario galeguista do seu ex deputado Ramón Piñeiro engadiuse a homenaxe realizada no Panteón de Galegos Ilustres a Alfredo Brañas co gallo do 150 aniversario do seu nacemento e no que participou o conselleiro de Cultura, Roberto Varela.
[...]
O conselleiro tamén lembrou que foi alí mesmo, ante os Galegos Ilustres, onde Feijóo lles pediu tras a súa victoria electoral que “alumeen dende o firmamento o noso proceder no novo Executivo”.
A reivindicación de persoeiros galeguistas falecidos por parte dos partidos políticos e institucións actuais viviu onte un novo capítulo. Á xa prevista identificación do PSOE co ideario galeguista do seu ex deputado Ramón Piñeiro engadiuse a homenaxe realizada no Panteón de Galegos Ilustres a Alfredo Brañas co gallo do 150 aniversario do seu nacemento e no que participou o conselleiro de Cultura, Roberto Varela.
[...]
O conselleiro tamén lembrou que foi alí mesmo, ante os Galegos Ilustres, onde Feijóo lles pediu tras a súa victoria electoral que “alumeen dende o firmamento o noso proceder no novo Executivo”.
LA EDAD DE LA INOCENCIA
Es UNA MARAVILLA, Y la narradora es la viuda de Paul Newman; y es la prueba de que el cine es una de las artes figurativas.
FRASE DE LA SEMANA
Cuando yo era joven podía acordarme de cualquier cosa,
hubiese o no acontecido; pero ahora mis facultades están en decadencia y dentro de muy poco sólo seré capaz de acordarme de las cosas que nunca sucedieron.
MT
hubiese o no acontecido; pero ahora mis facultades están en decadencia y dentro de muy poco sólo seré capaz de acordarme de las cosas que nunca sucedieron.
MT
BENETIANA ¿Se bebió la botella?
Se podría decir que me ocurrió lo mismo que a Benet cuando, según cierta leyenda, envió a William Faulkner un ejemplar de su última novela. Se dice por ahí que algún tiempo después el ingeniero voló a Estados Unidos resuelto a conocer personalmente a su admirado escritor. Llegó entonces al aeropuerto, alquiló un coche y se dirigió a la casa del creador del condado de Yoknapatawpha. En el camino se detuvo a comprar una botella de bourbon a modo de obsequio. Después condujo hasta el hogar donde ya debía de consumirse Faulkner. Cuenta la tradición oral que Benet pasó más de una hora en el interior del coche, acaso observando la botella sobre el salpicadero, quizá con la mirada en la fachada del edificio.
En el Babelia de El País de hoy, lo cuenta Colomer
En el Babelia de El País de hoy, lo cuenta Colomer
BENETIANA. Muchos años después
sigue vigente lo dicho por Villanueva:
"La tanta veces apuntada, y por él mismo reconocida, influencia de Faulkner en Benet, perceptible desde su primera novela, tiene en La otra casa de Mazón documentación clara. Si Macerta y Región pueden equipararse a Jefferson y el condado de Y, si el aventurero abuelo Benzal de “Baalbec, una mancha” que vino a construir un ferrocarril en Región para acabar arraigando allí y constituir la primera generación de colonos, parece correlato del coronel William Clark Falkner, el bisabuelo del novelista, que añadió una u a su apellido, constructor asimismo de un ferrocarril que dio origen al condado y fue trasmutado novelescamente en la figura del coronel John Sartoris, y los grajos que aparecen obsesivamente a lo largo de Un viaje de invierno recuerdan a los zopilotes que aportan con cada una de sus apariciones un incremento del climax trágico de Mientras agonizo, no es preciso acudir a ejemplos tan oblicuos como éstos después de encontrar en Réquiem por una monja (19851) del norteamericano la estructura mixta dramático-narrativa de La otra casa desazón […]
JB no ha querido, sin embargo, asimilar un aspecto más profundo de la obra faulkneriana. Pere Gimferrer, al reseñar Volverás a Región (El Ciervo, n.179), hacía notar que la dificultad de la obra benetiana no podía ser superada por el esfuerzo del lector, como ocurría con la de WF. En aquel caso concreto, el de su primera novela, esa peculiaridad tenía su explicación “porque el tema de la novela –argumentaba PG- es precisamente la degradación y aniquilación del mundo que narra. En la destrucción final todas las posibilidades vienen a tener idéntico valor. Pero las siguientes novelas de JB, lejos de ofrecer al lector mayores posibilidades de lectura creativa, se las disminuyen por un acrecentamiento de la dificultad y una banalización del tema. Sin esperanza de lograr, si bien trabajosamente, la recomposición del caos y de percibir, en suma, unos contenidos poéticos y humanos como los de la obra de WF, cabe preguntarse qué puede mover al lector. ¿La “música de las palabras”solamente? Por todo ello, no sería extraño pensar que la obra de JB es el más destacado caso de la hora de un lector quizás inexistente."
Párrafos finales de "La novela de Juan Benet" Darío Villanueva
"La tanta veces apuntada, y por él mismo reconocida, influencia de Faulkner en Benet, perceptible desde su primera novela, tiene en La otra casa de Mazón documentación clara. Si Macerta y Región pueden equipararse a Jefferson y el condado de Y, si el aventurero abuelo Benzal de “Baalbec, una mancha” que vino a construir un ferrocarril en Región para acabar arraigando allí y constituir la primera generación de colonos, parece correlato del coronel William Clark Falkner, el bisabuelo del novelista, que añadió una u a su apellido, constructor asimismo de un ferrocarril que dio origen al condado y fue trasmutado novelescamente en la figura del coronel John Sartoris, y los grajos que aparecen obsesivamente a lo largo de Un viaje de invierno recuerdan a los zopilotes que aportan con cada una de sus apariciones un incremento del climax trágico de Mientras agonizo, no es preciso acudir a ejemplos tan oblicuos como éstos después de encontrar en Réquiem por una monja (19851) del norteamericano la estructura mixta dramático-narrativa de La otra casa desazón […]
JB no ha querido, sin embargo, asimilar un aspecto más profundo de la obra faulkneriana. Pere Gimferrer, al reseñar Volverás a Región (El Ciervo, n.179), hacía notar que la dificultad de la obra benetiana no podía ser superada por el esfuerzo del lector, como ocurría con la de WF. En aquel caso concreto, el de su primera novela, esa peculiaridad tenía su explicación “porque el tema de la novela –argumentaba PG- es precisamente la degradación y aniquilación del mundo que narra. En la destrucción final todas las posibilidades vienen a tener idéntico valor. Pero las siguientes novelas de JB, lejos de ofrecer al lector mayores posibilidades de lectura creativa, se las disminuyen por un acrecentamiento de la dificultad y una banalización del tema. Sin esperanza de lograr, si bien trabajosamente, la recomposición del caos y de percibir, en suma, unos contenidos poéticos y humanos como los de la obra de WF, cabe preguntarse qué puede mover al lector. ¿La “música de las palabras”solamente? Por todo ello, no sería extraño pensar que la obra de JB es el más destacado caso de la hora de un lector quizás inexistente."
Párrafos finales de "La novela de Juan Benet" Darío Villanueva
INCIPI 123. LA ISLA DEL DOCTOR MOREAU / HG WELLS
El 1 de febrero de 1887 se perdió la nave Lady Vain al entrar en colisión con un pecio, aproximadamente a 1 ° de latitud Sur y 107° de longitud Oeste.
El 5 de enero de 1888 –o sea, once meses y cuatro días después- mi tío Edward Prendick, un singular caballero que, sin duda alguna, había embarcado en El Callao como pasajero en la Lady Vain, y a quien se había considerado ahogado en el naufragio, era recogido a 5° 3' de latitud sur y 101 ° de longitud oeste de una pequeña lancha cuyo nombre aparecía ilegible, pero que se suponía haber pertenecido a la desaparecida goleta Ipecacuanha. Mi tío dio tales explicaciones de3 lo que le había sucedido, que se lo creyó demente. Mas tarde alegó que se le habían borrado todos los recuerdos desde el momento en que abandonó el Lady Vain.Su caso fue discutido entre los psicólogos de la época como muestra curiosa de la pérdida de memoria resultante de un sobreesfuerzo fisico o mental. El relato que aparece a continuación fue hallado entre sus papeles por el abajo firmante, su sobrino y heredero, sin ninguna nota que indicara expresamente el deseo de su publicación.
El 5 de enero de 1888 –o sea, once meses y cuatro días después- mi tío Edward Prendick, un singular caballero que, sin duda alguna, había embarcado en El Callao como pasajero en la Lady Vain, y a quien se había considerado ahogado en el naufragio, era recogido a 5° 3' de latitud sur y 101 ° de longitud oeste de una pequeña lancha cuyo nombre aparecía ilegible, pero que se suponía haber pertenecido a la desaparecida goleta Ipecacuanha. Mi tío dio tales explicaciones de3 lo que le había sucedido, que se lo creyó demente. Mas tarde alegó que se le habían borrado todos los recuerdos desde el momento en que abandonó el Lady Vain.Su caso fue discutido entre los psicólogos de la época como muestra curiosa de la pérdida de memoria resultante de un sobreesfuerzo fisico o mental. El relato que aparece a continuación fue hallado entre sus papeles por el abajo firmante, su sobrino y heredero, sin ninguna nota que indicara expresamente el deseo de su publicación.
INCPIT 122. LA SENTENCIA DE MUERTE / MAURICE BLANCHOT
Estos sucesos me ocurrieron en 1938. Siento, al hablar de ellos, una
enorme desazón. Varias veces ya, he intentado darles una forma
escrita. Si he escrito libros, fue porque esperaba mediante los
libros, terminar con todo aquello. Si he escrito novelas, las novelas
surgieron cuando las palabras empezaban a retroceder ante la verdad.
Yo no le tengo miedo a la verdad. No temo confesar un secreto. Sin
embargo las palabras, hasta ahora, han sido más débiles y más cautas
de lo que me hubiera gustado. Esta cautela, lo sé, es una
advertencia. Sería más noble dejar a la verdad en paz. Le sería
extraordinariamente útil a la verdad, el permanecer oculta. Pero,
ahora, espero acabar pronto. Acabar, esto también es noble e
importante.
Debo decir, sin embargo, que una vez conseguí dar forma a
estos sucesos. Fue en 1940, durante las ultimas semanas de julio o
las primeras de agosto. En la ociosidad que me imponía el estupor,
escribí esta historia. Una vez escrita, la releí, y acto seguido
destruí el manuscrito. Hoy, ni siquiera puedo recordar su extensión.
Escribiré literalmente, con la seguridad de que este relato
sólo me concierne a mí. A decir verdad, podría resumirse en dos
palabras. Esto es lo que lo hace tan espantoso. Hay dos palabras que
puedo decir, y a estas palabras me he resistido durante nueve
enorme desazón. Varias veces ya, he intentado darles una forma
escrita. Si he escrito libros, fue porque esperaba mediante los
libros, terminar con todo aquello. Si he escrito novelas, las novelas
surgieron cuando las palabras empezaban a retroceder ante la verdad.
Yo no le tengo miedo a la verdad. No temo confesar un secreto. Sin
embargo las palabras, hasta ahora, han sido más débiles y más cautas
de lo que me hubiera gustado. Esta cautela, lo sé, es una
advertencia. Sería más noble dejar a la verdad en paz. Le sería
extraordinariamente útil a la verdad, el permanecer oculta. Pero,
ahora, espero acabar pronto. Acabar, esto también es noble e
importante.
Debo decir, sin embargo, que una vez conseguí dar forma a
estos sucesos. Fue en 1940, durante las ultimas semanas de julio o
las primeras de agosto. En la ociosidad que me imponía el estupor,
escribí esta historia. Una vez escrita, la releí, y acto seguido
destruí el manuscrito. Hoy, ni siquiera puedo recordar su extensión.
Escribiré literalmente, con la seguridad de que este relato
sólo me concierne a mí. A decir verdad, podría resumirse en dos
palabras. Esto es lo que lo hace tan espantoso. Hay dos palabras que
puedo decir, y a estas palabras me he resistido durante nueve
INCIPIT 121. EL PASEO / ROBERT WALSER
Declaro que una hermosa mañana, ya no sé exactamente a qué hora, como me vino en gana dar un paseo, me planté el sombrero en la cabeza, abandoné el cuarto de los escritos o de los espíritus, y bajé la escalera para salir a buen paso a la calle. Podría añadir que en la escalera me encontré a una muje que parecía española, peruana o criolla. Mostraba cierta pálida y marchita majestad. Sin embargo, he de prohibirme del modo más estricto detenerme aunque no sean más que dos segundos con esta brasileña o lo que fuere; porque no puedo desperdiciar ni espacio ni tiempo. Hasta donde puedo acordarme hoy, cuando escribo todo esto, me encontraba, al salir a la calle abierta, luminosa y alegre, en un estado de ánimo romántico-extravagante, que me satisfacía profundamente. El mundo matinal que se extendía ante mis ojos me parecía tan bello como si lo viera por primera vez. Todo lo que veía me daba la agradable impresión de cordialidad, bondad y juventud. Olvidé con rapidez que arriba en mi
INCIPIT 120. LA VERDAD SOBRE MI MUJER / GEORGES SIMENON
¿No ocurre a veces que un mosquito apenas perceptible agita más la superficie de una charca que la caída de un guijarro grande? Así sucedió aquel domingo en La Châtaigneraie. Para los Donge, otros domingos fueron en cierto modo históricos, como el domingo de la tormenta, cuando el haya se desplomó «tres minutos después de que pasara mamá», o el domingo de la gran pelea, la que tuvo a ambos matrimonios varios meses sin dirigirse la palabra.
Aquel domingo, por el contrario, el que podría denominarse el domingo del gran drama, se desarrolló con la limpidez y la calma con que discurre un arroyo en un llano. François se despertó sobre las seis, como acostumbraba hacer siempre que estaba en el campo. Su mujer no lo oyó abandonar la habitación de puntillas o, si lo oyó, ni pestañeó.
Era un 20 de agosto y ya había amanecido. El cielo se había teñido de un azul pálido de acuarela. La hierba humedecida exhalaba una grata fragancia. En el baño, François se alisó el pelo con el peine, bajó en pijama y zapatillas y entró en la cocina, donde Clo
Aquel domingo, por el contrario, el que podría denominarse el domingo del gran drama, se desarrolló con la limpidez y la calma con que discurre un arroyo en un llano. François se despertó sobre las seis, como acostumbraba hacer siempre que estaba en el campo. Su mujer no lo oyó abandonar la habitación de puntillas o, si lo oyó, ni pestañeó.
Era un 20 de agosto y ya había amanecido. El cielo se había teñido de un azul pálido de acuarela. La hierba humedecida exhalaba una grata fragancia. En el baño, François se alisó el pelo con el peine, bajó en pijama y zapatillas y entró en la cocina, donde Clo
INCIPIT 119. CAMPO DE AMAPOLAS BLANCAS / GONZALO HIDALGO BAYAL
Siempre me ha llamado la atención que las
novelas escritas en primera persona desarrollen
una lujosa y pormenorizada descripción de los
gestos remotos. No alcanza mi entendimiento a
comprender que alguien que escribe algunos
años después de los hechos, tanto da que sean
cinco o diez como cuarenta, recuerde con tan
minuciosa exactitud cómo su interlocutor movió
la mano, miró hacia la ventana, se rascó la nariz
o se arregló el cabello (todos los resortes, toda la
imaginería facial de Lee Strasberg y el Actor’s
Studio) en el momento justo de una pausa en
una frase tantas veces anodina. A propósito de
esto, en alguna ocasión he intentado recordar
conversaciones mantenidas con amigos, o vecinos,
o simplemente conocidos, con el solo objetivo
de recobrar los signos de la retórica corporal.
Nunca lo he conseguido. Recupero una idea
general del tema de conversación, las líneas grue-
13
novelas escritas en primera persona desarrollen
una lujosa y pormenorizada descripción de los
gestos remotos. No alcanza mi entendimiento a
comprender que alguien que escribe algunos
años después de los hechos, tanto da que sean
cinco o diez como cuarenta, recuerde con tan
minuciosa exactitud cómo su interlocutor movió
la mano, miró hacia la ventana, se rascó la nariz
o se arregló el cabello (todos los resortes, toda la
imaginería facial de Lee Strasberg y el Actor’s
Studio) en el momento justo de una pausa en
una frase tantas veces anodina. A propósito de
esto, en alguna ocasión he intentado recordar
conversaciones mantenidas con amigos, o vecinos,
o simplemente conocidos, con el solo objetivo
de recobrar los signos de la retórica corporal.
Nunca lo he conseguido. Recupero una idea
general del tema de conversación, las líneas grue-
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INCIPIT 118. EL LEMUR / BENJAMIN BLACK
1. Invernaderos
El investigador que había contratado resultó ser un hombre joven, muy alto y muy flaco, con una cabeza demasiado pequeña para el físico que gastaba, y una nuez de Adán del tamaño de una pelota de golf. Llevaba unas gafas con montura al aire cuyas lentes eran poco menos que invisibles, dando el brillo del vidrio un lustre adicional a sus ojos grandes, redondos, ligeramente saltones, negros. De la barbilla le brotaba un espolón de barba rubia, y tenía la frente despejada y abovedada, llena aún de rastros de acné. Tenía las manos esbeltas y pálidas, nacaradas, los dedos largos y finos: manos de chica, o al menos las manos que una chica debiera tener. Pese a estar sentado, el tiro de los pantalones vaqueros, muy abolsados, le caía casi hasta las rodillas. En la camiseta, no demasiado limpia, ostentaba una leyenda: «La vida es un asco y al final te mueres». Parecía que tuviera diecisiete años, aunque debía de tener, calculó John Glass, más bien veintimuchos. Con el cuello largo, la cabeza pequeña, los ojos grandes y relucientes, le notó un acusado parecido con uno de los roedores más exóticos, aunque por el momento Glass no acertó a precisar cuál podía ser.
Se llamaba Dylan Riley. Naturalmente, pensó Glass: tenía que ser un Dylan.
El investigador que había contratado resultó ser un hombre joven, muy alto y muy flaco, con una cabeza demasiado pequeña para el físico que gastaba, y una nuez de Adán del tamaño de una pelota de golf. Llevaba unas gafas con montura al aire cuyas lentes eran poco menos que invisibles, dando el brillo del vidrio un lustre adicional a sus ojos grandes, redondos, ligeramente saltones, negros. De la barbilla le brotaba un espolón de barba rubia, y tenía la frente despejada y abovedada, llena aún de rastros de acné. Tenía las manos esbeltas y pálidas, nacaradas, los dedos largos y finos: manos de chica, o al menos las manos que una chica debiera tener. Pese a estar sentado, el tiro de los pantalones vaqueros, muy abolsados, le caía casi hasta las rodillas. En la camiseta, no demasiado limpia, ostentaba una leyenda: «La vida es un asco y al final te mueres». Parecía que tuviera diecisiete años, aunque debía de tener, calculó John Glass, más bien veintimuchos. Con el cuello largo, la cabeza pequeña, los ojos grandes y relucientes, le notó un acusado parecido con uno de los roedores más exóticos, aunque por el momento Glass no acertó a precisar cuál podía ser.
Se llamaba Dylan Riley. Naturalmente, pensó Glass: tenía que ser un Dylan.
INCIPT 117. LAS HERMANAS GRIMES / RICHARD YATES
Ninguna de las hermanas Grimes estaba destinada
a ser feliz, y al echar una mirada retrospectiva siempre da la
impresión de que los problemas comenzaron con el divorcio
de sus padres. Ocurrió en 1930, cuando Sarah tenía
nueve años y Emily cinco. Su madre, que quería que la llamaran
«Pookie», las llevó de Nueva York a una casa alquilada
en Tenafly, Nueva Jersey, donde creía que las escuelas
serían mejores y donde esperaba hacer carrera como vendedora
de propiedades en barrios residenciales. No resultó
—pocos de sus planes para independizarse resultaban— y
se fueron de Tenafly después de dos años, que a las niñas
les parecieron memorables.
—¿Tu papá no viene nunca a tu casa? —les preguntaban
otros niños, y Sarah siempre tomaba la iniciativa
para responder, explicando lo que era un divorcio.
—¿No lo veis nunca?
—Claro que lo vemos.
—¿Dónde vive?
—En la ciudad de Nueva York.
—¿Qué hace?
—Escribe los titulares. Escribe los titulares para el
Sun de Nueva York —la manera en que lo decía no dejaba
duda de que el interlocutor debía sentirse impresionado.
Cualquiera podía ser un reportero barato e irresponsable o
un redactor aburrido. El hombre que escribía los titulares
era algo muy distinto. El hombre que tenía la comprensión
suficiente para ver más allá de las complejidades de las
noticias diarias y escoger los puntos fundamentales para
resumirlo todo en unas pocas palabras elegidas, compues
a ser feliz, y al echar una mirada retrospectiva siempre da la
impresión de que los problemas comenzaron con el divorcio
de sus padres. Ocurrió en 1930, cuando Sarah tenía
nueve años y Emily cinco. Su madre, que quería que la llamaran
«Pookie», las llevó de Nueva York a una casa alquilada
en Tenafly, Nueva Jersey, donde creía que las escuelas
serían mejores y donde esperaba hacer carrera como vendedora
de propiedades en barrios residenciales. No resultó
—pocos de sus planes para independizarse resultaban— y
se fueron de Tenafly después de dos años, que a las niñas
les parecieron memorables.
—¿Tu papá no viene nunca a tu casa? —les preguntaban
otros niños, y Sarah siempre tomaba la iniciativa
para responder, explicando lo que era un divorcio.
—¿No lo veis nunca?
—Claro que lo vemos.
—¿Dónde vive?
—En la ciudad de Nueva York.
—¿Qué hace?
—Escribe los titulares. Escribe los titulares para el
Sun de Nueva York —la manera en que lo decía no dejaba
duda de que el interlocutor debía sentirse impresionado.
Cualquiera podía ser un reportero barato e irresponsable o
un redactor aburrido. El hombre que escribía los titulares
era algo muy distinto. El hombre que tenía la comprensión
suficiente para ver más allá de las complejidades de las
noticias diarias y escoger los puntos fundamentales para
resumirlo todo en unas pocas palabras elegidas, compues
FRASE DE LA SEMANA
Olaf (sobre lo que rodillas fueron)
repite sin cesar
"hay cierta mierda que no voy a tragar"
e e cummings
repite sin cesar
"hay cierta mierda que no voy a tragar"
e e cummings
INCIPIT 116/ INDIGNACION / PHILIP ROTH
El 25 de junio de 1950, unos dos meses y medio después de
que las bien adiestradas divisiones de Corea del Norte, armadas
por los soviéticos y los chinos comunistas, penetraran en
Corea del Sur cruzando el paralelo 38 y se iniciaran los sufrimientos
de la guerra de Corea, ingresé en Robert Treat, una
pequeña universidad en el centro de Newark bautizada en
honor al fundador de la ciudad en el siglo xvii. Era el primer
miembro de nuestra familia que trataba de tener una educación
superior. Ninguno de mis primos había llegado más allá
del instituto, y ni mi padre ni sus tres hermanos habían finalizado
la escuela primaria. «Trabajo para ganarme la vida desde
que cumplí los diez años», me dijo mi padre. Era un carnicero
de barrio para quien repartía los pedidos con mi bicicleta
durante los años de instituto, excepto en la temporada de
béisbol y las tardes en que debía asistir a los encuentros entre
centros docentes como miembro del equipo de debate. Casi
desde el día en que abandoné la carnicería, donde había trabajado
para él semanas de sesenta horas entre la época en que
me gradué en el instituto en enero y el inicio de la universidad
en septiembre, casi desde el día en que comencé las clases
en Robert Treat, a mi padre empezó a aterrarle la posibilidad
de mi muerte. Tal vez su miedo tuviera algo que ver con la
guerra, en la que las fuerzas armadas de Estados Unidos, bajo
los auspicios de las Naciones Unidas, habían intervenido de
inmediato para ayudar al ejército surcoreano, mal adiestrado y
con un equipamiento insuficiente; tal vez tuviera algo que
ver con el elevado número de bajas que nuestras fuerzas estaban
sufriendo bajo el fuego comunista y su miedo a que, si
el conflicto se prolongaba tanto como en la segunda guerra
que las bien adiestradas divisiones de Corea del Norte, armadas
por los soviéticos y los chinos comunistas, penetraran en
Corea del Sur cruzando el paralelo 38 y se iniciaran los sufrimientos
de la guerra de Corea, ingresé en Robert Treat, una
pequeña universidad en el centro de Newark bautizada en
honor al fundador de la ciudad en el siglo xvii. Era el primer
miembro de nuestra familia que trataba de tener una educación
superior. Ninguno de mis primos había llegado más allá
del instituto, y ni mi padre ni sus tres hermanos habían finalizado
la escuela primaria. «Trabajo para ganarme la vida desde
que cumplí los diez años», me dijo mi padre. Era un carnicero
de barrio para quien repartía los pedidos con mi bicicleta
durante los años de instituto, excepto en la temporada de
béisbol y las tardes en que debía asistir a los encuentros entre
centros docentes como miembro del equipo de debate. Casi
desde el día en que abandoné la carnicería, donde había trabajado
para él semanas de sesenta horas entre la época en que
me gradué en el instituto en enero y el inicio de la universidad
en septiembre, casi desde el día en que comencé las clases
en Robert Treat, a mi padre empezó a aterrarle la posibilidad
de mi muerte. Tal vez su miedo tuviera algo que ver con la
guerra, en la que las fuerzas armadas de Estados Unidos, bajo
los auspicios de las Naciones Unidas, habían intervenido de
inmediato para ayudar al ejército surcoreano, mal adiestrado y
con un equipamiento insuficiente; tal vez tuviera algo que
ver con el elevado número de bajas que nuestras fuerzas estaban
sufriendo bajo el fuego comunista y su miedo a que, si
el conflicto se prolongaba tanto como en la segunda guerra
INCIPIT 115. YA SOLO HABLA DE AMOR / RAY LORIGA
«Se ha vuelto loco», dijo su portera al verle salir,
cabizbajo y ensimismado, con la apariencia esquiva y
el caminar acelerado de un hombre que ha contraído
deudas imposibles de pagar. «Está siempre solo», añadió
con enorme disgusto la dichosa portera, para después
forzar una pausa que presagiaba un juicio definitivo,
«... y sin embargo, a veces se le ve estúpidamente
contento, y además, ya sólo habla de amor».
La vecina, siempre hay alguna vecina, asintió
con la cabeza, aunque no tenía el menor interés en el
asunto.
A él, por otro lado, no podía preocuparle menos
la opinión de su portera, estaba ya pensando en
comprarse un traje nuevo. Un traje elegante y oscuro.
Estaba muerto por fuera y por dentro pero su vanidad
seguía casi intacta. ¿No caen así los soldados? Llevaba
demasiados años condenado a los mismos cuatro trajes
y si su aspecto no era mejor, la culpa la tenía sin
duda su tristísimo ropero. Esa misma tarde pensaba
llevar a una mujer muy hermosa a una fiesta muy alegre
en la Embajada suiza, y sus trajes no estaban a la
altura de las circunstancias. Todas las mujeres a las
que alguna vez había querido vestían, en cambio, de
maravilla y daba gusto verlas.
cabizbajo y ensimismado, con la apariencia esquiva y
el caminar acelerado de un hombre que ha contraído
deudas imposibles de pagar. «Está siempre solo», añadió
con enorme disgusto la dichosa portera, para después
forzar una pausa que presagiaba un juicio definitivo,
«... y sin embargo, a veces se le ve estúpidamente
contento, y además, ya sólo habla de amor».
La vecina, siempre hay alguna vecina, asintió
con la cabeza, aunque no tenía el menor interés en el
asunto.
A él, por otro lado, no podía preocuparle menos
la opinión de su portera, estaba ya pensando en
comprarse un traje nuevo. Un traje elegante y oscuro.
Estaba muerto por fuera y por dentro pero su vanidad
seguía casi intacta. ¿No caen así los soldados? Llevaba
demasiados años condenado a los mismos cuatro trajes
y si su aspecto no era mejor, la culpa la tenía sin
duda su tristísimo ropero. Esa misma tarde pensaba
llevar a una mujer muy hermosa a una fiesta muy alegre
en la Embajada suiza, y sus trajes no estaban a la
altura de las circunstancias. Todas las mujeres a las
que alguna vez había querido vestían, en cambio, de
maravilla y daba gusto verlas.
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