HENRY JAMES. Una apreciación (1905)
La facultad crítica vacila ante la magnitud de la obra de Mr. HJ. Sus libros están en mis estantes en un lugar cuya accesibilidad proclama el hábito de comunión frecuente. Pero, no todos. No hay edición alguna de “Obras completas” como muchas de las que vemos en el mercado en honor de nuestros maestros. […]
No sé en qué clase de tinta moja su pluma Mr. HJ; por cierto que últimamente he oído que dicta. Pero sé que su mente está impregnada de las aguas que manan de la fuente de la juventud intelectual. El hecho, un privilegio, un milagro, como se quiera llamar, no queda del todo oculto a los más ruines de nosotros, que leemos apresuradamente. Para quienes tienen la gracia de guardar calma es manifiesto. Tras unos veinte años de relación atenta con la obra de Mr.HJ se alcanza la convicción absoluta de que, al margen todo sentimiento personal, aporta a la existencia artística de uno un sentido de felicidad. […]
Cuando el último acueducto se haya deshecho en pedazos, cuando se haya rendido al suelo la postrera de las naves aéreas y se haya marchitado sobre la Tierra moribunda la más duradera de las briznas de hierba, el hombre, indomable por su entreno en la resistencia a la miseria y al dolor, contrataré esa indisminuida luz de sus ojos contra el débil fulgor del Sol. La facultad artística, de la que cada uno de nosotros posee un minúsculo grano, puede hallar su voz en algún individuo de este grupo postrero, dotado de poder de expresión y valor suficientes para, conforme a su carácter, interpretar en términos artísticos la experiencia última de la humanidad. No quiero decir con ello que trate de aligerar los últimos instantes de la misma con un ingenioso relato. Sería esperar demasiado… de la humanidad. […]
Quizás las victorias no sean tan estériles como puedan parecerlo desde un punto de vista puramente estratégico y utilitario. Mr. HJ parece sustentar esta opinión. Nadie mejor que él ha reflejado la tenacidad de ánimo no ha sabido tender la túnica de honor espiritual sobre la exhausta forma del vencedor en una pugna inútil. Y el honro es siempre bien ganado; porque las luchas que Mr. HJ describe con perspicacia tan sutil como directa, aunque personales y desesperadas en su silencio, no son menos heroicas (en sentido moderno) por la ausencia de santoiseñas en grito, batir de armas y clamor de trompetas. Son aventuras en las que sólo las almas selectas vense jamás envueltas. Y Mr.HJ las registra, con impertérrita e insistente fidelidad a las péripéties del combate y a los sentimientos de los contendientes. […]
En uno de sus estudios críticos, publicado hará unos quince años, Mr. HJ reclama para el novelista el rango del historiador, como para sí mismo y ante su auditorio. No creo que tal reivindicación pueda ser contestada, y sí que esta posición suya es inexpugnable. La ficción es historia, historia humana, o no es nada. Pero es también algo más; asienta sobre terreno más sólido por basarse en la realidad de las formas y en las observaciones de fenómenos sociales, mientras que la historia se basa en documentos y en la lectura de letra impresa, cuando no manuscrita y ofrecida luego en impresión de segunda mano. Con todo, ignorémoslo. Un historiador puede ser también un artista; y un novelista, historiador, conservador, celador, expositor de la experiencia humana. Como cuadra a un hombre de su linaje y tradición. Mr.HJ es el historiador de las conciencias refinadas. […]
Con todo, en la veracidad de su arte se hace siempre sentir; está ahí, envuelve la escena, se cierne en todo instante sobre ella. Resulta visible, tangible, en los conflictos, en la pugna que sostienen las conciencias más claras, en el sofisma de sus errores. Porque una conciencia buena es naturalmente virtuosa. Lo que resulta propio en ella es precisamente su bondad, el prevalerte sentido de la rectitud intangible, pero presente. Y se hace más visible en su triunfo último, en su abandono de lo milagroso a través de un vigoroso acto de renuncia. Vigoroso, no violento; la distinción es enorme, manifiesta como la que media entre sustancia y espejismo.[ …]
Puede que el único deseo verdadero de la Humanidad, revelado así a la luz de sus horas de ocio, sea el alcanzar el reposo. Esto no se logra con las novelas de Mr.HJ. Sus libros terminan como lo hace un episodio de la vida. Queda uno con la sensación que ésta continúa; hasta la sutil presencia de los muertos es sentida en ese silencio que cae sobre las creaciones de los artistas cuando la última palabra ha sido leída. Es eminentemente satisfactoria, pero no final. Mr.HJ, gran artista e historiador fiel, jamás intenta lo imposible.
MR.JC
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