Medusa, Ricardo Menéndez Salmón, p- 150
Hermana de Esteno y Euríale,
Medusa completa la trinidad de las Gorgonas, criaturas ctónicas del arcaico
imaginario griego. Su relato ha conocido múltiples interpretaciones y lecturas,
aunque la más seductora es la propuesta por Ovidio, pues en ella el amor y la
venganza juegan un papel primordial. Según el poeta latino, Medusa era una
hermosa doncella, sacerdotisa del templo de Atenea, que fue violada por
Poseidón, hecho que motivó la furia de la diosa de la sabiduría, quien despojó
a la joven de su belleza y la convirtió en un horrendo monstruo de tal fiereza
que convertía en piedra a todo el que se miraba en sus ojos.
En la obra de Caravaggio, los
ojos de la Medusa se muestran en el momento exacto en que se ve reflejada en el
escudo del matador Perseo y ella misma resulta petrificada, víctima de la trampa
del espejo. Es el instante en que el tiempo se detiene, algo que acaso exprese
de forma íntima el objetivo de todo artista que trabaja con imágenes: no tanto
constatar el fluir del tiempo, cuanto cifrar su solidificación, la conversión
del instante en eternidad, la cancelación del tiempo mediante el paradójico
expediente de su captura.

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