No existe ninguna base para aseverar que la persona que encontró los textos aquí presentados se diese cuenta de inmediato de lo que tratan. Aunque el abogado Fritz Engelhardt se presenta como un versado lector de mis libros, sus conocimientos se limitan probablemente a las Historias de Magrebinia, por lo que resulta dudoso que los nombres que aparecen en las páginas encontradas (Schwab, Scherping, Nagel, Witte, etcétera) le hayan permitido adivinar la relación de estos folios con La muerte de mi hermano Abel. Sólo el intento de prólogo del productor cinematográfico Wohlfahrt, que por un descuido no estaba entre las primeras páginas, sino al final de la carpeta, pudo haberle indicado que el azar le había puesto entre las manos la carpeta c de los manuscritos de Aristides Subicz o de Schwab, echada en falta y dada definitivamente por perdida hace ahora ya casi treinta años. (Las carpetas A y B, como se sabe, fueron publicadas en La muerte de mi hermano Abel).
De cualquier modo, tras una
mirada más atenta, se pudo determinar que existían varias incongruencias,
cuando no obvias contradicciones. Llama la atención, a primera vista, que esta
carpeta —la cual, según el propio Aristides, le fuera entregada por la
secretaria de Schwab, la señorita Schmidschelm, tras la muerte de este último—
contenga apuntes de puño y letra de Schwab que, evidentemente, fueron tomados
tras la cremación de su cadáver, que, como se describe en La muerte de mi
hermano Abel, tuvo lugar en el cementerio de Ohlsdorf, en Hamburgo, en 1964.

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