Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JB


Canon de cámara oscura, Vila-Matas, p. 128

sólo surgir de la alta poesía, a la que paradójicamente puede llegarse a través de una prosa sin pretensiones, es decir, por la vía de un relato realista sobre la vida monótona de unos ancianos, por ejemplo. Pienso en los viejos de «Catálisis», el cuento de Juan Benet. Van paseando al atardecer, como todos los días, hacia el colmado de las afueras, el colmado que  marca los límites del pueblo, y no encuentran ese colmado, entienden que lo han sobrepasado sin darse cuenta, pero entonces llama su atención que hayan talado, en época no apropiada, los árboles de la carretera y que haya amenaza de tormenta. Y aun así siguen caminando y hasta siguen andando cuando cae un rayo a lo lejos. Y luego uno más cerca y, aunque se plantean «volver en dirección opuesta a la que han traído», todo ha mudado tras el deslumbramiento provocado por el rayo. De repente, todo a su alrededor está irreconocible y han quedado inmovilizados, cogidos de la mano y mirando al frente de la carretera.

Es un pasaje que me recuerda aquel fulgurante juego de miradas, tras un rayo, entre Dante, que ha pasado más allá del fin del universo y le invade la luz, y Beatriz, que mira al sol. «Mucho es lícito allí, que prohibido está aquí», piensa Dante. Y de pronto parece haberse unido un día a otro día, y Dante se pierde de nuevo en los ojos de Beatriz, absorta en las esferas eternas.


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