Canon de cámara oscura, Vila-Matas, p. 128
sólo surgir de la alta poesía, a
la que paradójicamente puede llegarse a través de una prosa sin pretensiones,
es decir, por la vía de un relato realista sobre la vida monótona de unos
ancianos, por ejemplo. Pienso en los viejos de «Catálisis», el cuento de Juan
Benet. Van paseando al atardecer, como todos los días, hacia el colmado de las
afueras, el colmado que marca los
límites del pueblo, y no encuentran ese colmado, entienden que lo han
sobrepasado sin darse cuenta, pero entonces llama su atención que hayan talado,
en época no apropiada, los árboles de la carretera y que haya amenaza de
tormenta. Y aun así siguen caminando y hasta siguen andando cuando cae un rayo
a lo lejos. Y luego uno más cerca y, aunque se plantean «volver en dirección
opuesta a la que han traído», todo ha mudado tras el deslumbramiento provocado
por el rayo. De repente, todo a su alrededor está irreconocible y han quedado
inmovilizados, cogidos de la mano y mirando al frente de la carretera.
Es un pasaje que me recuerda aquel
fulgurante juego de miradas, tras un rayo, entre Dante, que ha pasado más allá
del fin del universo y le invade la luz, y Beatriz, que mira al sol. «Mucho es
lícito allí, que prohibido está aquí», piensa Dante. Y de pronto parece haberse
unido un día a otro día, y Dante se pierde de nuevo en los ojos de Beatriz,
absorta en las esferas eternas.

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