-DESPIERTA, Panta-dice Pochita-. Ya son las ocho.Panta, Pantita.
-¿Las ocho ya? Caramba, qué sueño
tengo-bosteza Pantita-. ¿Me cosiste mi galón?
-Si, mi teniente-se cuadra
Pochita-. Uy, perdón, mi capitán. Hasta que me acostumbre vas a seguir de
tenientito, amor. Sí, ya, se ve regio. Pero levántate de una vez, ¿tu cita no
es a?
-Las nueve, sí-se jabona
Pantita-. ¿Dónde nos mandarán, Pocha? Pásame la toalla, por favor. ¿Dónde se te
ocurre, chola?
-Aquí, a Lima-contempla el cielo
gris, las azoteas, los autos, los transeúntes Pochita-. Uy, se me hace agua la boca:
Lima, Lima, Lima.
-No sueñes, Lima nunca, qué
esperanza-se mira en el espejo, se anuda la corbata Panta-. Si al menos fuera
una ciudad como Trujillo o Tacna, me sentiría feliz.
-Qué graciosa esta noticia en El
Comercio-hace una mueca Pochita-. En Leticia un tipo se crucificó para anunciar
el fin del mundo. Lo metieron al manicomio pero la gente lo sacó a la fuerza
porque creen que es santo. ¿Leticia es la parte colombiana de la selva, no?
-Qué buen mozo te ves de capitán,
hijito-dispone la mermelada, el pan y la leche sobre la mesa la señora Leonor.
-Ahora es Colombia, antes era
Perú, nos la quitaron -unta de mantequilla una tostada Panta-. Sírveme otro

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