Contra la España vacía, Sergio del Molino, p 207
Por seguir con el pensamiento de
uno de los ideólogos de la arquitectura contemporánea, Adolf Loos, puede
concluirse que la fiebre del oro cultural ha creado aldeas Potemkin. Para Loos,
la Viena de comienzos del siglo XX era el ejemplo perfecto de aldea Potemkin,
concepto que rescató del reinado de Catalina la Grande de Rusia y de su amante
y valido, el príncipe Potemkin. Preocupado este por la pobre impresión que el
paisaje ruso podría causar en su reina, mandó diseñar unas maquetas de escayola
de pueblos típicos, con su caserío y sus torres encebolladas y coloridas, a lo
San Basilio junto al Kremlin. Dispuestas a los lados del camino y jugando con
las leyes de la perspectiva, daban la impresión de ser pueblos reales en
lontananza, gracias a los cuales Catalina creía que reinaba sobre un país mucho
más rico y poblado. Loos utilizó esta historia para denunciar los excesos decorativos
del modernismo y concluir que, tras las fachadas de la Ringstrasse, no había
nada de valor ni útil para la vida urbana y doméstica. La farfolla culterana
que envuelve tantas Vetustas también hace de ellas aldeas Potemkin.
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