Los cordones
La Perra empieza a sangrar. Deja
lamparones rojos en el suelo del metro, en el sofá, motea el suelo de la casa. Empiezan
a seguirla perros de todo el barrio. De otros barrios. Se le extravía la
mirada. Dentro de ella, algo empieza a fermentar. No come. Bebe lo justo para
sostener ese nervio vivo que la llevará, en un par de semanas, a ser otra distinta,
a querer ser otra con otros, a querer ser muchos perros más.
En el blog Amo a mi mascota:
El sangrado de tu perrita durará
un máximo de catorce días. En este tiempo, a pesar de que los machos empezarán a
interesarse por ella, es probable que la perra aún no se muestre dispuesta.
Debajo del texto aparece la
ilustración de una perra con ojos de cachorro inocente y un lazo rojo en la
cabeza.
En el parque, junto al río, un
señor con una furia de años se acerca mucho mucho a la cara de la Humana. Si la
Humana fuese un hombre, la habría agarrado de la pechera. Pero no es. El señor
lleva una chaqueta de cuero cuarteada y un gorro del Atleti lleno de bolitas.
Le dice:
Mirabonita: si mi Mirko - le
huele - el coño -a tu perra -y cruza la calle -y lo pilla un coche -y /.o mata –
la próxima vez que nos veamos no-va-a-ser-agradable-ya-me- entiendes.
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