Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

La Iglesia del ejercicio físico


El movimiento del cuerpo a través del espacio, Lionel Shriver, p. 250

La Iglesia del ejercicio físico proporcionaba claridad. Es decir, establecía un inequívoco conjunto de virtudes -esfuerzo, agotamiento, desprecio del dolor, desafío de los límites percibidos, cualquier distancia más larga que la anterior, cualquier ritmo más rápido- que despejaba toda posible confusión sobre lo que se consideraba un uso productivo del día. También definía el mal: la pereza. Y, más que nada, a propósito del testimonio de Remington sobre los poderes curativos de un mejor ritmo cardiaco para el Parkinson, el insomnio, la diabetes, la demencia senil y la depresión, solo con el ejercicio se podía prevenir la enfermedad, la degeneración y el deterioro mental. Así pues, elevada a la enésima potencia, la Iglesia del ejercicio físico prometía no solo el final de todo envejecimiento y de todos los achaques, sino también su revocación, la vida eterna.

Era el timo más viejo del mundo.

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