Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA CHICA DEL DORADO OESTE


Los que sueñan el sueño dorado, Joan Didion, p. 243

Me vienen a la memoria los detalles domésticos. A media tarde del 4 de febrero de 197 4, en su dúplex del 2603 de Benvenue Avenue, en Berkeley, Patricia Campbell Hearst, de diecinueve años, estudiante de historia del arte en la Universidad de California en Berkeley y nieta del difunto William Randolph Hearst, se puso un albornoz azul de tela de toalla, calentó una lata de sopa de pollo con fideos y preparó sándwiches de atún para ella y para su novio, Steven Weed; vio Misión imposible y El mago por televisión, fregó los platos y se acababa de sentar a estudiar cuando sonó el timbre de su puerta; fue secuestrada a punta de pistola y durante los cincuenta y siete días siguientes fue retenida con los ojos vendados por tres hombres y cinco mujeres que se hacían llamar el Ejército Simbiótico de Liberación.

Entre el día cincuenta y ocho, que fue cuando aceptó unirse a sus captores y se dejó fotografiar delante de la bandera con la cobra del ESL blandiendo una carabina M-1 de cañón recortado, y el 18 de septiembre de 1975, que fue cuando la detuvieron en San Francisco, Patricia Campbell Hearst participó activamente en los atracos al Hibernia Bank de San Francisco y al Cracker Matinal Bank de las afueras de Sacramento; barrió el Crenshaw Boulevard de Los Ángeles con un subfusil automático para cubrir a un camarada al que habían detenido por robar en una tienda; y participó o bien fue testigo de una serie de robos menos publicitados y de la detonación de varias bombas, a los que más tarde se referiría como «acciones» u «operaciones».

Durante el juicio celebrado en San Francisco por la operación del Hibernia Bank apareció en los juzgados llevando pintauñas de color blanco glaseado y llevó a cabo ante el jurado una demostración de cómo se manipulaba el cerrojo de una M-1 para abrir la recámara. Durante una prueba psiquiátrica que le hicieron mientras estaba bajo custodia, completó la frase «La mayoría de los hombres» con las palabras «son gilipollas». Siete años más tarde estaba viviendo con el guardaespaldas con el que se había casado, su hija pequeña y dos pastores alemanes «encerrada a cal y canto en una casa de estilo español equipada con el mejor sistema de seguridad electrónico del mercado», y se describía como «mayor y más sabia», y les dedicaba su propia versión de los hechos, Todos mis secretos, «A mi madre y mi padre».


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