Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ENRIQUE RUANO


Aguirre el magnífico, Manuel Vicent, p. 36
El duque de Alba no quería hablar del asunto, pero de pronto se levantó de la cama turca, se acercó a la biblioteca, cogió el retrato de Enrique Ruano y pasó la yema del dedo índice delicadamente por el marco de plata y luego la demoró sobre la frente bajo el flequillo de su joven amigo. “Buenos días, tristeza -exclamó el duque y añadió-: Fui su confesor y director espiritual, pese a que ya en ese tiempo me había decidido a dejar el ministerio eclesiástico y el padre Martín Patino me estaba arreglando los papeles con el Vaticano para volver al laicado. Enrique murió cinco días después de hacerse esta foto que le pedían para el servicio militar obligatorio. Tenía veintiún años. Un chico idealista, un dandi, muy atractivo, como veis. Algunos envidiosos decían que era un exhibicionista. No es así. Enrique estudiaba Derecho y pertenecía al Frente de Liberación Nacional, en el que también yo participé. Tres policías de la Brigada Social lo arrojaron por la ventana de un séptimo piso de la calle General Mola, el20 de  enero de 1969. Fue un asesinato. Tres días antes de su muerte, la tarde en que lo apresaron en la plaza de castilla; había estado conmigo: acababa de salir del piso de soltero que yo tenía en la plaza de María Guerrero, en El Viso. Lo detuvieron junto con su novia Lola, una chica estupenda que después se casó con Javier Sauquillo, al que asesinaron en el despacho de abogados en Atocha y a ella le dieron un balazo en la mandíbula”. El duque dio una honda calada de Winston, que le llegó más abajo del diafragma, y luego quedó callado con el retrato en las manos.
Fue una caída muy sonada en el ambiente de la clandestinidad. Se contaba que a la novia de Ruano la interrogaron en los sótanos de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol. Los esbirros se sabían por completo la vida de los dos. A ella la pasearon por todo Madrid para que confesara de dónde eran las llaves que llevaba en el bolsillo, un piso donde guardaban ciertas evidencias, panfletos y un ciclostil. La chica resistió la tortura hasta dar tiempo a que escaparan otros amigos. Se comportó como una heroína. Finalmente ya no pudo aguantar. Después de torturarlo, a Enrique Ruano lo llevaron a ese piso de General Mola. A las tres de la tarde su madre aún logró verlo salir esposado de la Dirección General de Seguridad hacia el registro, se abrazó a él Y al ver que no llevaba cazadora le dijo: “Vas a coger frío”. A las seis la llamó la policía y le dijo: “Su hijo se ha suicidado”.

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