Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

1961


Aguirre el magnífico, Manuel Vicent, p. 121
Bajo la larga ceniza de la posguerra habían comenzado a avivarse algunos rescoldos. Los universitarios más inquietos ya habían puesto el dedo gordo en la cuneta y habían partido hacia Europa a bordo de un camión cargado de naranjas, de tomates y melones; luego regresaron con la buena nueva de que en París maullaba una gata con jersey negro de cuello alto que se llamaba Juliette Gréco y en las aceras del Barrio Latino los novios se besaban con La ndusea de Sartre en la mano. Por Montparnasse se movía un grupo de pintores españoles que alternaba el oficio de brocha gorda en los andamios con el trabajo de artistas nocturnos; los sábados se los veía con óleos y carpetas bajo el brazo yendo de galería en galería a ofrecer sus cuadros y se alimentaban de sus propios sueños, unos de conocer a Picasso y otros a Santiago Carrillo. El Partido Comunista en el exilio remediaba su hambre a cambio de la filiación en una célula. Unos estudiantes se iban en vacaciones a aprender alemán en las minas del Ruhr, otros optaban por fregar platos en los restaurantes de Londres. Aquí en España, cuando se hablaba de oposición siempre se refería uno a la de notarías o registros, a abogados del Estado o a judicatura, nunca a Franco, que iba cogiendo un pergeño de abuelito pánfilo y no por eso menos cruel y asesino. La aspiración sublime a llegar a alto dignatario del Estado se compartía con visitas rituales a los prostíbulos con olor a permanganato poblados de putas muy maternales, entre cuyos senos les bailaba una medalla de la patrona de su pueblo. De Alemania regresaba Aguirre a Santander o a Madrid de vacaciones envuelto en silogismos escolásticos, brillantes y escurridizos. En casa de sus primos en la calle Costa Rica, durante los insomnios de las noches de verano, vaciaba su teología sobre la cama y los dejaba admirados. Sus primos le decían: «Jesús, vas a llegar a cardenal";. Y él contestaba: " A papa".

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