Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LISANDRO

Gastos, disgustos y tiempo perdido, Sánchez Felosio, p. 245
Me permitiré ahora dar un giro por la historia del derecho internacional, no sólo porque los tratadistas de la razón de Estado han preferido casi siempre este terreno, sino también porque ello me permite ilustrar con mayor sencillez y claridad un cambio histórico que importa a nuestro asunto. Por lo poco que yo he podido averiguar, me parece que los helenos, al menos  hasta el final de la guerra del Peloponeso, nunca llegaron a establecer ninguna relación precisa entre la guerra y el derecho. En el patético diálogo entre los atenienses y los melios con que Tucídides da fin al libro V de su Historia de las guerras del Peloponeso aparecen, por el contrario, contrapuestos y discernidos, de una parte, el derecho y la razón y, de la otra, la fuerza y la conveniencia. Tampoco parece que respecto de la guerra se concibiese otra forma de derecho que la engendrada por la victoria de las armas. Así, en el Lisandro de las Vidas paralelas de Plutarco podemos leer en el capítulo XIII lo siguiente: «Lisandro, después de que en consejo fueron condenados a muerte los tres mil atenienses que [los espartanos] habían hecho prisioneros, hizo llamar al general Filoclés y le preguntó qué sentencia pronunciaría contra sí mismo, que tales consejos había dado a sus conciudadanos contra los griegos.  Filoclés, sin mostrar abatimiento, le contestó con desdén que era vano acusar por cosas de las que nadie en el mundo podia ser juez competente, y que, como vencedor, procediese sin más a ejecutar con él lo que de haber sido derrotado habría tenido que sufrir. Lavase después, y, vistiéndose un rico manto, se puso al frente de sus conciudadanos para ser llevado a la matanza”. 

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