Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 862. MIENTRAS NO CAMBIEN LOS DIOSES / SANCHEZ FERLOSIO

El desprestigio popular del espacio era completamente normal. Cuando las informaciones televisivas pretendían demostrar documentalmente que unos hombres habían arribado a la luna, la obligatoria obediencia al testimonio gráfico –más autoritario que una imposición dogmática- forzaba, por una parte, a los espectadores al acatamiento, mientras, por otra, el contenido mismo de ese testimonio les infundía el oscuro sentimiento de que, contra lo pretendido, nadie de este mundo había alcanzado de verdad la luna. Era un sentimiento que respondía, por lo demás, a una verdad de Pero Grullo: la luna es inhumana, y los hombres pueden alcanzarla tan sólo en la misma medida en  la que se mantengan apartados de ella. En efecto, el descomunal conjunto de las prótesis absolutamente indispensables -botas lastradas, trajes especialísimos, bombonas de oxígeno, escafandras, etc.-, neutralizando el medio lunar y trasladando o reproduciendo el terrestre, les permitían entrar en contacto con la luna justamente merced a su capacidad para mantenerlos apartados de ella. Si te pones un guante de goma y luego metes la mano en sosa cáustica, no puedes decir que has tocado sosa cáustica -no otra es la verdad de Pedro Grullo a que me refería. 

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