Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MATEMATICOS

Impón tu suerte, Vila-Matas, p. 385
Aquel día brutal
El pasado Día del Libro, justo al llegar a mi lugar en una carpa, me tocó ver cómo una delirante masa de gente trataba de derribar vallas, al parecer solo para tocar el cráneo de un expolítico cántabro, hoy showman del universo mediático. Suprema majadería del instante. Las vallas habían sido canalizadas de tal modo que nadie que no fuera el showman lo tenía fácil para firmar sus libros.
Cerré los ojos y vi que el superventas me preguntaba por el futuro de la literatura. Y de inmediato, me acordé de “las charlas de los matemáticos retirados”. Eran reuniones a las que asistía Ricardo Piglia en Princeton y de las que había hablado en una reciente entrevista con Patricio Pron. Los matemáticos eran tipos brillantes, decía Piglia, extraordinarios conocedores de la literatura occidental, lectores expertos en Joyce y su Finnegans Wtzke, en Robert Musil, en Michel Butor, en Samuel Beckett, en Witold Gombrowicz; tipos fascinados con Hermann Broch, con Amo Schmidt, con Jorge Luis Borges 

Para Piglia no había lectores así en el mundo: “Roberto Calasso, George Steiner y Harold Bloom son diletantes al lado de estos hombres cansados: uno aprendió japonés a los cuarenta años solo para leer a Yasunari Kawabata. Todos ellos saben que ya no se les va a ocurrir nada, pero que aún tienen toda la vida por delante y se dedican a leer. Robert Hollander, el gran especialista en Dante, daba un curso sobre La Divina Comedia en el que se leía un solo canto por semestre: eran seis o siete personas sentadas alrededor de una mesa redonda, y la mayoría eran matemáticos y físicos teóricos; terminaban de leer la Comedia después de cinco o seis años de clases y la empezaban a leer de nuevo. Así será la literatura en el futuro, al menos eso espero ...”.

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