Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JULES RENARD

Impón tu suerte, Vila-Matas, p. 100
La inteligencia de Renard

Escribir es una forma de hablar sin que te interrumpan pero es, además, una actividad más complicada incluso de lo que parece porque, como decía Jules Renard, uno tiene que estar todo el rato demostrando su talento a gente que carece de él. La verdad es que, para las citas literarias, Renard siempre ha sido una verdadera mina. Véase esta elegida al azar: “El hombre verdaderamente libre es el que sabe rechazar una invitación a cenar sin dar excusas”. Cuando Dorothy Parker dijo aquello de que cada vez que se le ocurría una frase magnífica sospechaba que Oscar Wilde ya la habría escrito, cometió la ligereza de olvidarse de Jules Renard. “Aunque no habla, se sabe que piensa tonterías”. Esta cita de Renard nos puede servir siempre para desenmascarar a toda esa multitud de ágrafos y otros mudos interesantes que corren por el mundo. “Los editores son muy amables cuando uno no publica en su editorial”. Los estallidos de lucidez que Renard desperdigó a lo largo de su Diario -donde exhibe maestría en el apunte rápido, siempre buscando “la frase que vibra, corta como un alambre demasiado tenso”- fueron a parar grotescamente, a mediados del siglo pasado, a los almanaques y los calendarios de cocina de media Europa. Era un destino más bien lamentable para la prosa de este admirable artista, escritor sobrado de talento (“Cuando me dicen que tengo talento, no hace falta que lo repitan: lo entiendo a la primera” que no esquivaba la mirada crítica sobre sí mismo. Podía ser despiadado con los demás porque él lo era consigo mismo. 

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