Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL EXILIO

La familia de mi padre, Lolita Bosch, p. 232
Huyendo con mi padre de aquel mundo oscurantista y prejuicioso en el que él creció. Yo sólo nací. Y ahora, juntos, nos alejábamos corriendo del millón y medio de muertos de la guerra civil que todavía se discuten. De los cincuenta mil asesinados en los dias inmediatamente posteriores al golpe de Estado franquista. De las vejaciones contra las mujeres republicanas, la ley marcial, la prohibición de reunión, de expresión, de oponernos. Huyendo de la brutalidad policial, la tortura, la reclusión, la censura, los niños perdidos del franquismo, los archivos requisados de cartas personales y recuerdos, las bibliotecas secuestradas que todavía hoy no han podido recuperar sus legítimos propietarios, los miles de presos y perseguidos a los que nadie les ha pedido disculpas, las fosas comunes olvidadas. La guerra y todos sus muertos. Lejos del  mundo opresivo que se instauró luego y que yo recuerdo, sobre todo, porque me lo contó mi padre. Lejos del primer medio millón de personas exiliadas en Francia, en Argentina, en México, lejos de la generosidad chilena, venezolana, rusa, de Francesc Trabal, de Pere Calders y su L'ombra de l'atzavara, de Leon Felipe, de la Pasionaria. De aquel país en el que creció mi  padre y del que se habían ido Luis Cernuda, Max Aub, Luis Buñuel, Pablo Picasso, María Zambrano, Tísner, Adolfo Sánchez  y Vázquez y Ramón J. Sender, que dijo: “España se  va de España” Un lugar letárgico en el que tuvieron que quedarse muchos, callados y retorcidos en un exilio interior similar a un caracol. Se quedó María Moliner e hizo su  diccionario imprescindible. Se quedó Vicente Aleixandre que a pesar de todo recibió el premio de poesía Francisco Franco en l949.Y se quedó también Miguel Hernández, porque cuando trató de irse fue detenido camino de Portugal y entregado por la policía de Salazar a las autoridades franquistas. Acababa de imprimir en Valencia El hombre acecha y, antes de su edición, una comisión franquista presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas ordenó la destrucción de todas las impresiones.

Se salvaron dos ejemplares y permitieron la reedición del libro en 1981.

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