Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 934. ECLIPSE / JOHN BANVILLE

Al principio era una forma. O ni siquiera eso. Un peso, un peso extra; un lastre. Lo sentí el primer día,  en medio del campo. Era como si alguien se hubiera puesto a caminar en silencio a mi lado, o mejor dicho, dentro de mí, alguien que era otra persona, aunque me resultara familiar. Estaba acostumbrado a representar personajes, pero aquello ... , aquello era distinto. Me detuve, atónito, azotado por ese frío infernal que he llegado a conocer tan bien, ese frío paradisíaco. Entonces el aire pareció adensarse levemente, una momentánea oclusión de la luz, como si algo se hubiera interpuesto ante el sol, un muchacho con alas, quizás, un ángel caído. Era abril: pájaros y maleza, el destello plateado de la lluvia, el cielo inmenso, las nubes glaciales en su inmenso avance. Imaginadme allí, alguien que ve fantasmas, a mis cincuenta años, asaltado de pronto en medio del mundo. Estaba asustado, y ya podía estarlo. Imaginaba aquellos pesares; aquellas euforias.

Volví la cabeza y contemplé la casa, y vi una forma que resultó ser mi mujer, de pie junto a la ventana de lo que antaño fue el dormitorio de mi madre. Estaba inmóvil, miraba en dirección a donde yo estaba, aunque no a mí directamente. ¿Qué veía? ¿Qué estaba viendo? Por un momento me sentí poca cosa, un accidente en aquella mirada, como si me dieran, por así decir, un golpe de refilón o me lanzaran un beso despectivo. La luz del día que se reflejaba en el cristal hacía que la imagen de la ventana titilara y se moviera; ¿era ella o solo una sombra  con forma de mujer?

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