Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

HOMBRES

De El festín del amor de Charles Baxter, p.40-41
Amar a los hombres siempre me pareció un reto. Al  principio pensaba que debía hacerlo, que no había alternativa. Pensaba que era imposible amarlos en general; no debería decir esto. Pero, en fin, míralos. Si eres un hombre es probable que  no comprendas cómo son. Es sorprendente que una mujer pueda estar casada con uno de ellos. Casi todos los que conozco son autoritarios, o pasivos y obsesivos, y cuando pasan de los veinticinco años, más o menos, dejan de ser guapos. A los que son de buen ver les contrata la industria fotogénica. En la mayoría de los casos que conozco, la belleza no figura en el número que interpretan. Así que hay que tacharla inmediatamente de la lista de culpables. Y queda su conducta.
Se enfurruñan, muchísimos hombres. Los que yo conozco son rencorosos y se ponen violentos casi por gusto. ¿Se ha fijado? Pregunte por ahí. Como sexo, siempre están –usted también- tramando algo, o por lo menos parece que traman, porque nunca se sabe lo que están pensando. Lo se por experiencia. Se pasan los días sentados y rumian. Después de rumiar, el potencial de fuego. Bueno, ya sé que estoy generalizando, pero me da igual, porque es  mi modo de verlo y no necesito demostrarlo, lo cual es emocionante.

Diré que una de las cosas que me gustan de los hombres es que normalmente saben cómo funcionan los pequeños chismes. Son buenos arreglando esto y aquello. Pero esa habilidad no conduce a la pasión sino sólo a un empleo retribuido. Claro que aquí sólo estoy hablando del historial de los hombres que he llegado a conocer en mi corta vida. Pero una muestra es una muestra, y le estoy describiendo a usted lo que he observado. Te atrapan con menudencias. Tienen su pequeño repertorio de mañas. 

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