Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 22. YO, OTRO: CRONICA DEL CAMBIO / IMRE KERTESZ


Mil novecientos noventa y uno, otoño en la fría ribera del Danubio. El incipiente crepúsculo inundaba con el color acre de la manzana verde los palacios de la ribera de Pest, desgastados ya por tanta ostentosa mentira.
Todo duerme profundamente, inmóvil en mi interior. Remuevo mis sentimientos y pensamientos como una carga de alquitrán tibio.
¿Por qué me siento tan perdido? Porque estoy perdido, sin duda.
Todo es falso (por mí, a través de mí: mi existencia lo falsifica).
Si el vacío (mi vacío interior) provoca un sentimiento de culpa, tal vez me permita sacar conclusiones respecto a lo que es el origen. La angustia precedió a la Creación: el horror vacui es un hecho ético.
Ayer, en una sala pública -con ocasión de algo estúpidamente llamado congreso, con el título igualmente estúpido de Coexistencia Húngaro-judía-, un caballero ya mayor se me acercó sin rodeos, con un rostro pastoso y deforme, con manchas considerables de pelo ralo que parecían las zonas raídas de un canapé de felpa: ni uno solo de sus rasgos me resultaba conocido. Para mi asombro, me abrazó sin mediar palabra y se presentó: era un amigo que llevaba treinta y cinco años sin verme. Vivía en el extranjero, dijo. Había oído de mí, leía mis libros. No entendía, dijo, mi "transformación". En aquel entonces no había percibido nada especial en mi persona, señaló, no había dado yo muestra alguna de mis "dotes superiores", por así decirlo. Me disculpé un poco por esta inesperada evolución mía, pero, a decir verdad, sus palabras me conmovieron. Siempre, y ahora no menos, había tendido a considerarme un "cualquiera", que en un sentido, sin embargo, no escatima ningún esfuerzo: en el sentido de mantener ante todo la lucidez. ¿Cuáles han sido mis "dotes superiores"? No obedecer a la única inspiración de este país: a la eterna tentación de los cantos de sirena que invitan al suicidio psíquico, intelectual y, finalmente, físico. Lo cual ya pone de manifiesto cierta vitalidad. No obstante, interpretar este mínimo avance como una victoria sería una enorme imprudencia o, es más, una falta absoluta de previsión. ¿Qué ha cambiado ahora con el "cambio" de régimen? ¿Ha dejado de existir la servidumbre? ¿Me han liberado de mí mismo? Lo único que ocurrió es que me devolvieron la conditio minima , mi libertad personal... Aunque chirriando, se abrió la puerta de la celda en que me tuvieron detenido durante cuarenta años, y quizá esto fuera suficiente para confundirme. No se puede vivir la libertad allí donde hemos vivido nuestra esclavitud. Habría que marcharse a algún sitio, muy lejos de aquí. No lo haré.

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