De Juventud, de JM Coetzee, p. 53
Aunque el horario de la agencia de la calle Newman es de nueve a cinco, pronto descubre que miran con mala cara a los empleados que dejan las instalaciones a las cinco en punto. Las empleadas con familia a la que atender pueden marchar- se a las cinco sin reproches; de los hombres se espera que trabajen al menos hasta las seis. Cuando hay un trabajo urgente cabe la posibilidad de que tengan que trabajar toda la noche, con una pausa para ir al pub a comer algo. Corno a l no le gustan los pubs, se limita a trabajar sin descanso. Rara vez llega a casa antes de las diez.
Está en Inglaterra, en Londres; tiene trabajo, un trabajo como Dios manda, mejor que la enseñanza, por el que le pagan un sueldo. Ha escapado de Sudáfrica. Todo va bien, ha alcanzado su primer objetivo, debería estar contento. De hecho, a medida que pasan las semanas, se siente más y más abatido. Tiene ataques de pánico, que le cuesta superar. En la oficina no hay nada más que superficies metálicas a la vista. Bajo el destello sin sombra de la iluminación de neón, siente su alma amenazada. El edificio, un bloque de hormigón y cristal desnudos, parece desprender un gas inodoro, incoloro, que se le cuela en la sangre y lo atonta. IBM, podría jurarlo, le está matando, le está convirtiendo en un zombi.
Pero no puede rendirse. Escuela de secundaria Barnet Hill, Rothamsted, IBM: no se atreve a fracasar por tercera vez. Fracasar sería demasiado propio de su padre. El mundo real le ha puesto a prueba por medio de la agencia gris y sin corazón de IBM. Debe endurecerse y resistir.
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