En ninguna persona del grupo la nota era tan clara como en aquella flor del tallo, una flor rarísima, aunque al mismo tiempo de una sintomática o inquietante palidez extrema; una persona que era natural en más aspectos y sobre más cosas, con un mayor sentido de la libertad y una desenvoltura y amplitud de horizontes que ninguno de los otros hubiera soñado nunca. Ellos sabían desenvolverse deliciosamente en los asuntos insignificantes y los cotidianos, mientras que ella, además de compartir este rasgo con ellos, sabía manejar también los importantes y los peculiares, por lo que ella siempre representó para nosotros la viva imagen y prototipo de un interés sentido por la vida, un interés tan mágnanimamente extenso, tan familiar y exquisitamente fijado, como su espléndida y cambiante sensibilidad moral, personal y nerviosa, capaz al mismo tiempo de nobilísimos arranques y de conmovedores abandonos al desaliento, capaz de tales gestos de indiferencia e inconsecuencia, podía manifestar en cualquier momento. Ella perduraría en nuestra memoria como el caso personal, de una curiosidad perennemente activa aunque de alguna manera descuidada, desencantada y sublimentemente prevenida; algo que la convirtió, esbelta, hermosa e intuitiva como era, toda rectitud, moneda encantadoramente lanzada, toda pasos largo y, no obstante, casi deslizantes, y su amplia sonrisa, leve, que expresaba postergación y renuncia, en la musa o sacerdotisa aficionada de la elucubración apresurada.
Descripción de Mary Temple en: Henry James: Notes of a Son and Brother
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