La invención de todas las cosas,
Jorge Volpi, p. 242
Tomás de Aquino emprendió una de
las empresas intelectuales más arriesgadas posibles: unir mythos y logos, es
decir, la ficción cristiana con la razón aristotélica. Si durante siglos la
ortodoxia había asimilado ciertos rasgos de Platón, integrar los argumentos de
su discípulo parecía una tarea más ardua. Extraño compromiso: asumir como
dogmas las verdades reveladas y rellenar sus intersticios con la razón. Uno de
sus primeros empeños consistió en probar, de forma racional, la existencia de Dios.
A diferencia de otros pensadores cristianos que estimaban que se trata de una
verdad evidente, dedicó un esfuerzo inaudito, tanto en la Suma teológica
(1265-1274) como en la Suma contra gentiles (1259-1265), a demostrar la mayor
ficción posible. Las célebres vías tomistas son sutiles juegos de la
inteligencia que hoy suenan como cuentos de Borges:
1. Prueba por el movimiento.
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