Hay una anécdota humorística del presidente estadounidense Calvin Coolidge que sirve para dar nombre a un patrón de comportamiento sexual. Coolidge y su esposa Grace hicieron una visita a una granja experimental que el gobierno norteamericano había puesto en funcionamiento. Los directores de la granja les estaban enseñando por separado las instalaciones: el presidente se había quedado charlando en la puerta mientras la señora Coolidge, acompañada de un funcionario, se había adelantado en la visita. Al llegar al gallinero, vio la actividad sexual de las aves y le preguntó con interés al encargado de esa zona cuántas veces al día montaba el gallo a las gallinas. El funcionario le respondió que decenas de veces, y ella, con picardía, le dijo entonces: «Cuénteselo al señor Coolidge cuando pase por aquí.»
Pocos minutos después, pasó el
presidente por la misma zona, y el encargado, obediente, le contó la
conversación que había tenido con su esposa. Coolidge se quedó pensativo y le
preguntó: «¿Pero el gallo se aparea siempre con la misma gallina?» El
encargado, con vergüenza, le respondió rotundamente que no. «Cada vez es con
una distinta, señor», le explicó. El presidente sonrió satisfecho. «Vaya a
contarle eso a la señora Coolidge, por favor», le pidió.
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