Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

AGUSTIN DE HIPONA


La invención de todas las cosas, Jorge Volpi, p. 214

 Agustín de Hipona se presenta como un gran pecador: aunque su madre es una devota cristiana, ha llevado una vida licenciosa y ha coqueteado con el maniqueísmo, la filosofía neoplatónica e incluso con los donatistas, otra de las herejías de la época. Al mismo tiempo, vive asediado por una urgente pulsión sexual que, al igual que Orígenes, identifica con el demonio, y dedica el resto de su vida a tratar de domeñarla. Durante años Agustín mantiene una relación con una amante mayor que él, de quien nace su hijo Adeodato, aunque al cabo la repudia para casarse con una niña de once años de una familia pudiente. Es entonces cuando Ambrosio de Milán lo convence de renunciar a los placeres de la carne.

No mucho después inicia la escritura de sus Confesiones (398): si antes ya otras figuras han escrito en primera persona, como Ovidio en sus Tristia ( escrito después de su exilio en el año 8), nadie se ha ocupado tanto de explorarse -y exhibirse- a sí mismo. Desde entonces, el yo occidental queda ligado a la culpa y el pecado. Las Confesiones ponen en escena la batalla interior que Agustín libra entre lo que es, un hombre concupiscente, lleno de deseos, y lo que aspira a ser, una criatura casta y pura. En su voluntad de narrar su abandono de la sensualidad, expresa una obvia nostalgia hacia el mundo pecaminoso que ha dejado atrás. Maestro de retórica, mantiene esa misma ambigüedad hacia las escrituras bíblicas, que encuentra menos elegantes que los clásicos griegos y latinos. Todo en las Confesiones se halla imbuido de ese maniqueísmo del que jamás se desprendió: así como divide a la humanidad entre pecadores y virtuosos, él se dibuja como un ser dual, escindido entre dos fuerzas igual de poderosas.


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