Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA VEJEZ


Nada que temer, Julian Barnes, p. 240

La sabiduría es la virtuosa recompensa de quienes examinan pacientemente el funcionamiento del corazón y el cerebro humanos, procesan la experiencia y adquieren de este modo una comprensión de la vida: ¿no es así? Pues Sherwin Nuland, sabio tanatólogo, tiene algo que decir a este respecto. ¿Prefieres la buena noticia antes o después de la mala? Un táctico juicioso siempre prefiere la buena antes: podrías morirte antes de oír la mala. La buena es que, en efecto, a veces nos volvemos más sabios cuando envejecemos. Y he aquí la mala noticia (más larga). Todos sabemos demasiado bien que nuestro cerebro se desgasta. Por muy frenéticamente que sus partes componentes se renueven, las células del cerebro (como los músculos del corazón) tienen una fecha de caducidad limitada. Por cada decenio de vida después de los cincuenta años, el cerebro pierde el dos por ciento de su peso; también adquiere una tonalidad amarillo-cremosa: «incluso la senilidad tiene un código de color». El área motora de nuestra corteza frontal perderá del veinte al cincuenta por ciento de sus neuronas, el área visual el cincuenta por ciento y la parte física sensorial más o menos el mismo porcentaje. No, esto no es lo malo. Lo malo viene incluido en una parte relativamente buena: la de que las funciones intelectuales superiores del cerebro se ven mucho menos afectadas por esta morbosidad celular generalizada. En efecto, «algunas neuronas corticales » parecen hacerse más abundantes después de la madurez, y hay incluso evidencia de que los ramales filamentosos -las dendritas- de muchas neuronas siguen creciendo en los viejos que no sufren Alzheimer.


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