Bad hombre, Pola Oloixarac, p. 97
“Te digo mas: el precursor de la nueva
justicia feminista es nada menos que Jorge Luis Borges. Se trata de Emma Zunz, un cuento que Borges dedica a una mujer, Cecilia Ingenieros, que le dio el ar-
gumento: una venganza que es un crimen perfecto. Zunz, el padre de Emma, había
sufrido injustamente el oprobio y la prisión, condenado por un crimen que no
cometió. Antes de morir en el exilio, el padre le jura a Emma que el ladrón era
Loewenthal, el jefe de la fábrica donde trabajaba. En estricta soledad, ella
diseña un plan para vengar al padre. Desciende a los lupanares del Bajo, se
acuesta con un marinero sueco o finlandes, alguien que le desagrada, para que
la pureza del horror no sea mitigada’ (en Borges, el sexo siempre implica el
horror). Los jugos del sexo y el asco quedan dentro de ella, que acude al
despacho de Loewenthal con un pretexto. Cuando el viejo sale a traerle un vaso
de agua, Emma extrae el revólver del cajón y le pega dos tiros. Ya muerto,
desordena el escritorio, le desabrocha el pantalón. Llama por teléfono: ‘El
señor Loewenthal abusó de mí, lo maté’. El tono, el odio, el ultraje son verdaderos:
solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios”. El
ultraje de Mireya era real; su odio al patriarcado era, mas que nunca, real y
absoluto; solo no eran veraces las circunstancias y uno o dos nombres propios.
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