Bad hombre, Pola Oloixarac, p. 126
La vulva nace libre, pero en
todas partes se encuentra encadenada. Nicole lideraría la revolución de los
yonís libertos, y la sedición había empezado. Tenía lugar, de hecho, todas las
tardes en su estudio de Mission en San Francisco. La práctica comunal del
orgasmo femenino se planteaba como una nueva forma de yoga auténticamente
feminista, que comenzaba con un ejercicio de respiración conjunta para aflojar
los tejidos. La cadera, el psoas, las lumbares. Cada mujer tenía un almohadón
especial, su nook, su nido. Luego se abrían paso los participantes del primer
anillo, totalmente vestidos, que se ubicaban de rodillas junto a cada mujer,
desnuda de la cintura para abajo sobre su nook.
Sonaba un gong, y los hombres
empezaban a masturbar a las mujeres con la técnica patentada por Nicole. En el
nivel 1, eran instruidos para no mirar a las mujeres mientras las masturbaban;
pero, previo consentimiento, algunos pasaban una pierna por sobre el abdomen de
la mujer para poder concentrarse totalmente en la vagina y el clítoris
("somos una compañía totalmente yonicéntrica", explicaba Nicole). Las
mujeres gemían, se excitaban y alcanzaban el clímax en estos espacios
comunales, y los masturbadores podían ascender de categoría según su grado de
expertise, como en karate.
Pero no era una compañía pensada
solo para las mujeres, y ahí radicaba la fuerza de su plan de negocios. En San
Francisco, por la influencia que la economía de la tecnología tenía sobre la
ciudad, la cantidad de hombres sobrepasaba con creces a la de mujeres; gracias
a Nicole, la vasta mayoría de hombres que habitaban en la ciudad podrían
abandonar sus inseguridades, los atavismos de una existencia sombría de sudor,
código y testosterona, y proceder a convertirse en los Dadores de Placer y
Maestros del Sexo Vaginal que siempre habían soñado ser.
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