Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

STENDHAL


Nada que temer, Julian Barnes, p. 268

Aquí yacen algunos de mis muertos; la mayoría, como son escritores, en la sección inferior y, por ende, la más barata. Stendhal fue sepultado aquí treinta años después de haber sufrido «unas violentas palpitaciones» delante de Santa Croce, y de sentir que «la fuente de la vida se secó en mi interior y caminé con un miedo constante de caerme al suelo». ¿Queremos morir no sólo a nuestro estilo sino también tal como esperábamos? Stendhal disfrutó de esta fortuna. Tras sufrir el primer ataque, escribió: «Creo que no hay nada ridículo en desplomarte muerto en la calle, siempre que no lo hagas a propósito.» El 22 de marzo de 1842, después de cenar en el Ministerio de Asuntos Exteriores,encontró el fin no ridículo que buscaba en la acera de la rue Neuve-des-Capucines. Le enterraron como «Arrigo Beyle, milanés», una reprimenda a los franceses que no le leyeron y un homenaje a la ciudad donde el olor a boñiga de caballo le había conmovido hasta las lágrimas. Y como era un hombre al que la muerte no pilló desprevenido (hizo veintiún testamentos), compuso su propio epitafio: Scrisse. Amo. Visse. Escribió. Amó. Vivió.


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