Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SALOME


El amanecer podrido, Juan Benet

Salomé

Elí, Elí, lamma sabacthani. Mateo 15, 4 5-49, XII

Tenía un dolor de muelas atroz.

Se puso un paño caliente en la mejilla y se miraba al espejo con cara demacrada. Abrió la boca tristemente y salió un olor negro, interno, de algo que se pudría allí dentro, y la encía hinchada y negra. Acercó más la cara y vio el paladar movedizo lleno de agüillas. Luego dijo:

-Aaaah ... -Y le dolieron mucho todos los huesos de la cara.

Pero de repente, acercándose más, ya casi con la boca metida en el espejo, vio allá abajo, en el fondo negro de su estómago, dos ojos que le miraban consternados como dos almejas húmedas.

-¿Qué es esto? -se preguntó doliéndole mucho.

Los ojos se asustaron, cambiaron de expresión y cerraron sus párpados lentamente, como avergonzados.

-¿Qué haces ahí? ¿Eres un bicho?

No se atrevía a tocarse la tripa porque temía hacer daño a aquello, fuese lo que fuese. Era una situación muy dolorosa. Los ojos miraban y retrocedían acobardados. Parecían pedir perdón por haber sido descubiertos.

-¿Qué bicho eres tú? ¿Eres la solitaria?

Porque realmente su mirada desde el fondo era la imagen de su soledad perdida entre jugos y gases y paredes húmedas y flácidas.

-Pero di: ¿qué haces ahí? ¿Qué clase de bicho eres?

El de los ojos hizo un esfuerzo hacia lo alto mientras su vergüenza iluminaba de rojo la carne de allá abajo.

Y dijo:

-Soy Jesucristo Bendito.


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