Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FAMOSOS

Un andar solitario entre la gente. Muñoz Molina, p. 65
Cambia Ahora el Color de Tu Mirada. Por las calles de Trieste, James Joyce, flaco y miope, desastrado, formal, va de un lado a otro siempre con retraso para su próxima clase de inglés. Va tan rápido por Triste como Pessoa en esas fotos en las que pasa muy diligente junto al escaparate de la librería Bertrand. Quizás Pessoa va tan aprisa no porque tenga urgencia de llegar a ninguna parte sino tan solo porque quisiera eludir al fotógrafo callejero que se gana la vida retratando a la gente que pasa e intentando luego venderles las fotos. Hay un aire familiar en las fotos de Joyce y de Fernando Pessoa. Las gafas, el bigote, la pajarita digna y torcida, la cartera abultada de papeles y libros. Los dos caminan atareados y miopes, y con frecuencia muy bebidos, por ciudades portuarias que misteriosamente también guardan semejanza. En algunas arquitecturas oficiales de Lisboa hay una especie de tronada magnificencia austrohúngara. A lo que más se parece la Praça do Comércio de Lisboa es a la Piazza Uniti en Trieste, las dos monumentales y abiertas a un horizonte marítimo. Joyce y Pessoa son dos políglotas enamorados cada uno de una lengua que no es la suya. James Joyce y Walter Benjamín se cruzan por París en vísperas de la invasión alemana y el gran derrumbe de Europa, dos apátridas de condición insegura, los dos fugitivos. Los dos son muy miopes y es probable que si se ven no se reconozcan. En Trieste y en París, James Joyce sigue en realidad caminando imaginariamente por Dublín, quizás como Benjamín por Berlín. Ninguno de los dos volverá a su ciudad de origen. Virginia Woolf camina al mismo tiempo por Londres y por los senderos del campo inglés cerca de su casa y entre la racionalidad y el delirio imagina que habrá pronto una invasión alemana. Anda con unos austeros zapatos ingleses, despeinada en la lluvia, con un bastón que se clava delante de ella en los senderos embarrados. Camina cerca de un río y escucha el rumor del agua como una invitación.

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