Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 940. LA SEÑORA OSMOND / JOHN BANVILLE

Había sido un día de inquietudes y sobresaltos, de humo, vapor y polvo. Aún sentía, la señora Osmond, el espantoso impulso y el ritmo de las ruedas del tren golpeando una y otra vez en su interior. Era como si todavía estuviese sentada junto a la ventanilla del vagón, tal y como había pasado unas horas que se le hicieron increíblemente largas, con la mirada perdida en la plácida campiña inglesa que se alejaba de ella sin cesar con todo el esplendor de los claros tonos verdes de la tarde de principios de verano. Sus pensamientos se habían acelerado al compás de la velocidad del tren, pero, a diferencia de este, sin ningún propósito. De hecho, jamás había notado de forma tan aguda aquella precipitación mental, inconsciente e irrefrenable como desde que salió de Gardencourt. La bestia enorme, humeante y ruidosa que había hecho con brusca impaciencia una pausa en la pequeña y humilde estación del pueblo y había permitido que ocupara su sitio en uno de los últimos compartimentos -sus dedos aún conservaban la sensación de la felpa caliente y el cuero grasiento- aguardaba ahora jadeante después de tan titánico esfuerzo bajo el alto dosel de cristal ennegrecido por el hollín de la ajetreada estación terminal y vomitaba sobre el andén su dotación de viajeros aturdidos y desaliñados y su batiburrillo de equipajes. En fin, se dijo, al menos había llegado a alguna parte.

Staines, su doncella, apenas se había apeado del tren cuando se enzarzó en una discusión con un rubicundo mozo de cuerda. De no haber sido mujer podría haberse dicho que Staines er aun tipo con un corazón de roble.

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