Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ANGEL BENJAMIN

Un final para Benjamin Walter, Alex Chico,p. 96
¿Qué significaba ese cuadro para Walter Benjamin? ¿Qué le atraía tan profundamente como para escribir sobre él en varias ocasiones? Una de las respuestas está en su novena tesis, de las dieciocho que configuran sus Tesis sobre la filosofía de la historia. Este es el fragmento: “Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”.

El Angelus Novus es el Ángel de la Historia, un ser gigantesco que avanza hacia atrás, vuelto hacia los muertos con las alas abiertas, mientras contempla la montaña de cadáveres que se alza a su paso, las ruinas, los escombros, los desechos. Aunque quiere detenerse, el huracán le empuja con fuerza. Desplazándose de espaldas, contempla los surcos en los que van cayendo miles de cadáveres, las cenizas que sobrevuelan en el pasado, como un remolino que se anuda a nuestros pies. La terrible fuerza del viento anticipa, a su manera, el fascismo y la barbarie. La noción de progreso, de memoria y de identidad. La forma en la que un instante es capaz de reunir pasado, presente y futuro. Así trascurre la historia, como un continuo de sucesos condenados a la destrucción, arrojados a un precipicio cada vez más profundo. Lo que queda debajo son los restos de una naturaleza muerta: los automóviles desguazados en una pendiente, los cuerpos sin vida que se extienden sobre la falda de una montaña, los surcos que se abren tras un disparo lejano, la caravana de sombras que intenta cruzar una frontera, las aduanas sin nadie, los cristales rotos, las construcciones abandonadas, los túneles cerrados, las zanjas que se vuelven cada vez más hondas, la vida que aún permanece socavada. Eso es lo que tiene delante: una multitud de ausentes que no pueden escapar de un viento huracanado. Como si un puñado de tierra los hiciera aún más invisibles.

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