Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MYHYV

Pureza, Jonatham Franzen, p. 475
A propósito del váter, una cosita-me dijo un día, al prin-Siempre levanto el asiento -contesté.
-Ése es el problema.
-Yo creía que el problema eran los tíos que se creen capaces de apuntar para no salpicar el asiento.
-Doy gracias de que no seas uno de ésos. Pero queda una salpicadura.
-También seco el borde.
-No siempre .
-Vale, siempre se puede mejorar.
-Pero no es sólo el borde. Es la cara inferior del borde y las baldosas. Gotitas.
-También lo limpiaré.
-No puedes limpiarlo todo a fondo cada vez que vas al baño. Y no me gusta el olor de la orina seca.
-¡Soy un tío! ¿Qyé se supone que debo hacer?
-¿Sentarte? -sugirió con voz apocada.
Yo sabía que eso no estaba bien, no podía estar bien. Pero a ella le dolió mi silencio y optó por callarse también, pero de un modo más quejoso, con una mirada pétrea, y terminó por importarme más su dolor que mi razón. Le dije que tendría más cuidado, y que si no, empezaría a sentarme, pero ella se dio cuenta de que lo decía con resentimiento, de que me sometía de mala gana, y no podíamos vivir nuestra unión en paz si no estábamos  “Verdaderamente de acuerdo en todo”. Se puso a lloriquear y yo emprendí la larga búsqueda de la razón profunda de su tristeza.
-Yo tengo que sentarme a la fuerza -dijo al fin-. ¿Por qué no puedes sentarte tú? Cada vez que veo la salpicadura no puedo evitar pensar que ser mujer es una injusticia. Tú no sabes lo  injusto que es eso, no tienes ni idea, ni idea.

Se puso a llorar torrencialmente. Mi única posibilidad de detener aquel llanto pasaba por convertirme, ahí mismo, en aquel preciso instante, en una persona capaz de experimentar con la misma intensidad que ella la injusticia de no poder mear de pie. 

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